Evangelio - Historia y Reflexión...

“Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” Juan 12,1-11

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

Concédenos, Señor, nueva fuerza para no sucumbir a nuestras humanas debilidades, por los méritos de la pasión de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Isaías 42-1-7  Para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso”

Salmo responsorial. El Señor es mi luz y mi salvación.

Juan 12,1-11  “Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella. Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán”. Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús”

El Siervo del Señor

Es un amigo que comparte

 

La unción en Betania…

La comunidad cristiana celebra la nueva vida. Pues ha quedado atrás el hedor de la muerte, ya que la vida ha vencido.

Vuelve Judas como…

 

 

 

¿Qué hacer con los pobres?

 

Las autoridades

 

Cuenta Galilea que un joven párroco había pedido ir a vivir a un barrio pobre. Sin embargo, tenía en su misma casa a un sacerdote a quien lo ignoraba, perdía la paciencia con un incompetente sacristán y toleraba de mala gana a la cocinera. Un día Dios le hizo descubrir que los pobres que buscaba los tenía en su casa y no los aceptaba.

 

Quédate, Señor, con nosotros y protege con tu amor infatigable nuestros corazones santificados por esta Eucaristía, para que podamos conservar siempre las gracias que hemos recibido de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.