Evangelio - Historia y Reflexión...

Los trabajadores de la viña. Mateo 20.1-16

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 

 

 

Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un propietario salió de madrugada a contratar trabajadores para su viña. Se puso de acuerdo con ellos para pagarles una moneda de plata al día, y los envió a su viña.

Salió de nuevo hacia las nueve de la mañana, y al ver en la plaza a otros que estaban desocupados, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo." Y fueron a trabajar.

Salió otra vez al mediodía, y luego a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. 

Ya era la última hora del día, la undécima, cuando salió otra vez y vio a otros que estaban allí parados. Les preguntó: "¿Por qué se han quedado todo el día sin hacer nada?" Contestaron ellos: "Porque nadie nos ha contratado." Y les dijo: "Vayan también ustedes a trabajar en mi viña."

Al anochecer, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: 

"Llama a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos y terminando por los primeros." 

Vinieron los que habían ido a trabajar a última hora, y cada uno recibió un denario (una moneda de plata). Cuando llegó el turno a los primeros, pensaron que iban a recibir más, pero también recibieron cada uno un denario. Por eso, mientras se les pagaba, protestaban contra el propietario.

Decían: "Estos últimos apenas trabajaron una hora, y los consideras igual que a nosotros, que hemos aguantado el día entero y soportado lo más pesado del calor." 

El dueño contestó a uno de ellos: "Amigo, yo no he sido injusto contigo. ¿No acordamos en un denario al día? Toma lo que te corresponde y márchate. Yo quiero dar al último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a llevar mis cosas de la manera que quiero? ¿O será porque soy generoso y tú envidioso?"

Así sucederá: los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos."

¿Hay envidia…?

Porque Dios es amor. 
Porque el amor de Dios es su forma natural de actuar. 
Porque el actuar de Dios es amor y solamente amor. 
Porque su amor es gratuito. 

Buen pagador

“Cuenta una antigua leyenda oriental que en cierto reino estaba establecida la siguiente costumbre: era obligado que todo aquél que se encontrara con el rey le ofreciera un regalo. Un día fue un humildísimo campesino quien se topó con su soberano y, a falta de otro don que presentarle, fue rápido a una fuente, tomó agua haciendo un cuenco con sus manos y se la ofreció. A los pocos días el súbdito tuvo una maravillosa sorpresa: el rey le enviaba como regalo una copa de oro puro, y en el fondo de la copa estaba grabado el escudo del monarca. Dios es buen pagador. Por cualquier pequeñez que le ofrezcamos “y lo que le donamos además es suyo” nos compensará con la largueza digna de su generosidad”

Nadie le podrá ganar a Dios en generosidad 
Es una generosidad delicada para con los pecadores. 
Su actuar se centra en la misericordia y bondad soberana. 
“Te lo aseguro, de verdad hoy estarás conmigo en el paraíso” 

Dios da a todos por igual su amor. Eso sí hay que buscarlo. 
Aunque lo que no cuesta, fácilmente lo hacemos fiesta.