Evangelio - Historia y Reflexión...
El ciego quedó curado y veía todo con claridad Marcos 8, 22-26
Autor:
Padre Marcelo Rivas Sánchez
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del Padre
Dios nuestro, que por medio de la muerte de tu Hijo has redimido al mundo de la
esclavitud del pecado; concédenos participar ahora de una santa alegría y,
después en el cielo, de la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo… Amén.
1 Sean constantes, pongan en práctica la palabra de Dios. Santiago
1, 19-27
2 Sal 14, 2-3ab.3cd-4ab.5 ¿Quién habitará en tu monte santo, Señor?
3 El ciego quedó curado y veía todo con claridad Marcos 8, 22-26
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida y le presentaron un
ciego, pidiéndole que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo,
le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? El,
empezando a ver, le dijo: Veo a la gente y me parecen árboles que caminan. Jesús
volvió a poner las manos sobre sus ojos; entonces el ciego comenzó a ver con
claridad y quedó sano, de suerte que hasta de lejos veía perfectamente todas las
cosas. Jesús lo mandó a su casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo”
Dios nos ilumina poco a poco…
Jesús no conoce la fe del enfermo.
Pero si observa la fe de quien le trae (familia)
¿Para qué? Para que le toque.
Lo saca aparte
Primera imposición de manos. Sana
muy poco. Poca fe.
Segunda imposición de manos. Queda sanado.
¿Qué vemos?
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Lo que nos conviene.
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Con ojos de la fe o con ojos del materialismo.
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Vemos con los dos ojos o con uno solo.
Recorrido de la fe…
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La fe es un regalo de Dios.
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No es algo que se tiene para siempre. Hay que cuidarla.
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Por eso hay leer los signos de Dios.
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Hay que colaborar con Dios. Hay que buscarla.
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Dar testimonio de Cristo Jesús resucitado.
A nosotros que no nos deja ver…
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La falta de oración.
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La indiferencia frente a la voluntad de Dios.
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La envidia, la división, la corrupción…
¡Abre nuestros ojos Señor!
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Para ver nuestra interioridad.
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Para reconocer al hermano.
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Para saber que es lo importante en mi familia.
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Para quitar todo lo que nos estorba.
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Para que Dios esté en todo.
Fui a casa del peluquero…
Espero mi turno, me siento en la silla y me quita los lentes y casi ni veo, pero
me pongo en las manos del peluquero. En estos días el señor que me cortaba el
cabello cerró la peluquería y no encontraba quien me afeitara. Cuando termina me
pongo los lentes y me veo en el espejo, me veo bien y le pago al señor y marcho
con alegría.
Nosotros…
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Necesitamos encontrarnos con el Señor que todo lo puede.
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La Eucaristía
me lo muestra y me lo entrega.
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Desde el sagrario podemos empezar a conocerlo.