Evangelio - Historia y Reflexión...

Lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Mateo 19,3-12

Autor: Padre Marcelo Rivas Sánchez 

Web del Padre

 



“Se le acercaron unos fariseos y lo pusieron a prueba con esta pregunta: “¿Está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”

Jesús respondió: “¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? 

De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.”… ¡Entienda el que pueda!”

Unidos para siempre…

Porque la unidad brota de la misma naturaleza del matrimonio. 
Porque el divorcio es un mal que se ha hecho rutina. 
Porque sin amor no se podrá hablar de matrimonio. 
Porque hay que educarse en el amor.
El verdadero amor

Una historia que nos enseña a valorar el amor en el matrimonio

Un sabio frente aun grupo de jóvenes que no creían en el matrimonio. Les escuchó y les contó: Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y murió. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. De pronto pidió que lo llevasen al cementerio. "Papá" respondimos "¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: 

- "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". De inmediato en silencio lo llevamos al cementerio. Con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: 

- "Fueron 55 buenos años. ¿Saben?, Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". 

Hizo una pausa, se limpió la cara y continuó: 

- "Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban. Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas... hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por que?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera". 

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: 

- "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo y no tiene que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho mas allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro". 

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle.

Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección más importante de sus vidas. 

Anónimo. Adaptado por el Padre Jordi Rivero.