Una buena inversión

Autor: Manolo Campa

 

   Todavía las sobras del pavo de “Thankskiving” estaban esperando convertirse en el almuerzo del día siguiente, cuando la administradora de nuestro hogar, mi esposa, ya había determinado como emplear los ahorros del año en los obsequios navideños.  Su lista incluía regalos para hijos, nietos, vecinos, amistades y necesitados.  También el reemplazo de un costoso electro-doméstico aún en buen estado.   

   Desea un televisor nuevo porque el que tenemos no tiene VCR ni DVD.  Esta adquisición no cuenta con mi apoyo porque ahora, después de años de uso, he aprendido a usar los botoncitos para cambiar los canales, controlar el volumen y otras funciones que me complicaban la existencia cuando por descuido oprimía algún botón desconocido.  Me aterra la idea de tener un aparato altamente complicado con “vi-si-ar” y  las otras tres siglas que no sé que significan. 

   En defensa a su plan vertiginoso de “inversiones de recursos en espera”, alega que podemos ahorrar porque emplea los cupones que salen los domingos en el periódico cuando va al “grocery”; porque aprovecha las ofertas a precios rebajados de los comercios; porque se limita en las compras de regalitos para los nietos cada vez que va de tiendas...  Con solemnidad, como una actriz de telenovela, expone que no me pide que la lleve a Europa, cosa normal y corriente que según sus estadísticas ha hecho el sesenta por ciento de nuestros conciudadanos aprovechando los planes de “vuele hoy y pague mañana”.  Y sigue aduciendo que tampoco ha pedido que nos hagamos socios de un club de gente de sociedad, cosa que ya han hecho todos los que en su tierra eran gente de sociedad y muchos que sin haberlo sido “allá” pueden pagar la cuota de membresía aquí.          

   Sus reclamaciones navideñas chocan de frente con mis planes de restauración para el nuevo año.  Estoy “auto convencido” de la necesidad de hacerle un “overhaul” -arreglo de envergadura- a nuestro automóvil.  Tiene más de cien mil millas recorridas y diez años de existencia.  Consume el agua del radiador con la velocidad con que el borracho toma media línea de aguardiente.  Quema aceite, que está prohibido por la ley contra la “pollution”, y traga gasolina con la misma voracidad conque mi cuñado tragaba alimentos antes de ponerse a dieta. 

   Desde que el precio de la gasolina anda por las nubes, mi amigo dueño de la gasolinera se siente más importante que una comadrona de pueblo chiquito.  Antes salía diligente a atenderme... ahora me saluda con indiferencia.  Mirando hacia la bomba de gasolina, con suficiencia, como si fuese todo un corredor de bolsa, predice que el galón subirá cuatro centavos la semana entrante.   Después de cobrarme se despide de mí con mirada de pésame, como miran profesionalmente los funerarios a los que pagan la cuenta del último gasto del difunto. 

   Por esta época de temperaturas bajas y otros alicientes tradicionales, era mi costumbre acompañar la comida del sábado con una copita de buen vino de la Rioja cuyo efecto dormitivo disfrutaba en una buena siesta... pero la subida del euro –nueva moneda europea- ha puesto el precio del vino español por las nubes.  ¡Qué calamidad!   

   Concluyendo:  La compra del nuevo televisor queda pospuesta hasta que baje el precio o suban mis ingresos.  Los planes de restauración de mi carro viejo se han aplazado hasta que se resuelva una gran crisis:  la escasez de dinero en mis bolsillos.  Y mi vasito de vino en las comidas se suspende hasta que suba el dólar o baje el euro.      

 

EN SERIO:

 

   Hoy día casi todo el mundo, desde el potentado económicamente bien establecido hasta el ciudadano humilde que ahorra a base de sacrificios, se preocupa buscando buenas inversiones.  Si los consejos no pedidos ni autorizados por licencias profesionales fuesen atendidos, yo aconsejaría a todos invertir en felicidad. 

   Con el afecto que emana de la amistad me atrevo a tutearte.  Escribo considerando amigo al que me lee. ¿Me lo permites?  Esta es mi sugerencia:  Invierte el mayor tiempo que puedas en hacer el bien.  Empieza por ti mismo.  Analízate.  Todos tenemos algo bueno, algo regular o malo.  Saca todo a la superficie.  Elimina lo malo y quédate con lo bueno.  Domina tu carácter, no seas esclavo de prejuicios y odios.  No pierdas tiempo en discusiones que sólo logran enemistades.  Ama a tu patria, tu familia y tus amigos.  Sé un hombre de convicciones firmes y conseguirás la serenidad durante las tormentas emocionales.  Afirma tus criterios cristianos, dedica tiempo a ello, lee los Evangelios.  Aprovecha el ocio para disfrutar la buena lectura que fortalece la mente.                                                                

   ¿Qué sabes sobre la Doctrina Social de la Iglesia?  Su conocimiento te ayudará a ser útil en un mundo necesitado de avances sociales justos y equitativos.  Es deber de todos, preocuparnos por los que nos rodean, de hacer lo que esté a nuestro alcance por la comunidad en que vivimos.  Colabora, envuélvete en algo.  Escribe a los periódicos, participa en los programas de radio anunciando el bien y denunciando el mal.  Para eso eres profeta desde el día que te bautizaron.                                                                                           

    Y... ¡Merry Christmas!  Mi querido lector, te deseo una cristiana y feliz Navidad.

    mcampa@bellsouth.net