Sorpresa en la playa

Autor: Manolo J. Campa

 

 

Hace años dejé de ir a la playa. ¿Por qué? Porque la ciencia médica declaró, hace poco más de una década, que el sol tiene efectos dañinos sobre la piel. Por lo cual, para "salvar mi pellejo", decidí permanecer a la sombra. 

Desde entonces mi mujer ha tratado de convencerme de que el sol de las primeras y las últimas horas del día no hace daño y que debíamos seguir disfrutando la playa. Hace poquito, tildándome de "fanático, exagerado e hipocondríaco", me conminó a leer un artículo médico reciente sobre la salud de la piel que calmaría mi excesiva alarma.

Bajo protesta leí aquel informe de los científicos que me hizo modificar mi postura "anti playa". Y para demostrarle a ella que yo no soy recalcitrante ni padezco de "hiponosequé", accedí a complacerla, claro está, evitando el sol fuerte del medio día.

Al llegar a la playa me quedé boquiabierto y con la lengua afuera como un perro cansado. Asombrado con aquel inesperado espectáculo no lograba guardar la lengua para poder cerrar la boca. ¡Vaya sorpresa! La playa del siglo XXI es diferente a la de los años ochenta del siglo XX. El espacio de arena es ahora tres veces lo que era entonces. Los salvavidas no son solamente hombres jóvenes, bronceados y musculosos... también son bronceadas y bien formadas muchachonas. Me llamó mucho la atención el contraste entre los trajes de baño de los hombres y las mujeres jóvenes: Los muchachos visten unos pantaloncillos de piernas alargadas hasta la rodilla parecidos a los pantalones viejos recortados que usaban los pescadores de jaibas en los arrecifes del Malecón de La Habana.

Sin embargo, las diminutas trusas de las muchachas me dejaron como los gatos encandilados por las luces de carretera: con los ojos muy abiertos queriendo ver aquello tan deslumbrante. Yendo hacia atrás en el tiempo unos cuantos años, entonces, para poder admirar en una mujer esas partes de su cuerpo, había que casarse con ella. Hoy ese espectáculo de alcoba se ofrece, gratuitamente, sin ataduras, a todo el que quiera ver.

Entre los cachivaches electrónicos y las trusas femeninas, la mente de los hombres va cayendo en desuso. Con sólo apretar unos botones se resuelven las más complicadas operaciones matemáticas. En la memoria electrónica de un "computer" además de recetas de comidas bajas de sal y postres de diversos orígenes se pueden mantener en orden los gastos para cuando llegue el momento de preparar el "Income Tax". La cibernética nos ayuda con la ortografía en español para escribirle al pariente allá en la tierra en que nacimos o en inglés al político americano que nos está "dando una mano" con la planilla para la lotería de visas del primo antes mencionado.

Las trusas "de última" que usan las damiselas, le han dado "lay off" a la imaginación de los hombres. A la inversa de los "icebergs" que esconden más de lo que se ve... éstas poco tapan, casi todo está a la vista.

Después de aquel día de playa varios cambios de criterio se han producido: mi mujer estima ahora que el ambiente playero no es el más propicio para un hombre de mi edad... y yo estoy reconsiderando mi decisión de no exponerme a los rayos del sol dado lo "rejuvenecido" que me sentí aquel día.

EN SERIO:

"Lo bueno sigue siendo bueno aunque no lo haga nadie, y lo malo sigue siendo malo aunque lo haga todo el mundo", por ello aplaudo a la mujer que es esclava del pudor y no de las modas. Aclamo a las empresas que premian la lealtad de los empleados que les han servido por muchos años y siento repulsa por las que los despiden tildándoles injustamente de inservibles.

Aplaudo a esos profesionales honestos que con honradez orientan a sus clientes. Condeno a los profesionales corruptos que engañan miserablemente a infelices que confían en ellos. 

Aclamo a los profesionales de la palabra, que por medio de la prensa escrita, radial o televisada, promueven y defienden valores cristianos que fortalecen la familia, los pueblos, las naciones. Me repugna esa prensa que maliciosamente traza falsas imágenes de la realidad. Plumas tarifadas que venden basándose en el escándalo y la mentira.

No siento estima por esos que se mantienen sordos a los gritos de una justicia social apremiante y necesaria. Sordos ante los gemidos de niños que se acuestan cada noche con hambre, sin techo, sin higiene, y sin esperanza de mejora para el día siguiente. Por la cobardía de muchos no decididos a dar la batalla a tiempo, el Neo-paganismo asolador clavó sus garras en las escuelas, suprimió rezos, anestesió la doctrina cristiana en los colegios y continúa luchando para quitar el nombre de Dios de la Constitución. Aplaudo y respaldo a los legisladores que promueven leyes que garanticen el orden, el respeto, la justicia y la paz. 

Condeno con toda la fuerza que puedo dar a mis palabras, a aquellos gobernantes que tomaron el poder y traicionaron a un pueblo entero que había depositado en ellos sus justas ansias de tranquilidad y libertad... caudillos que llegaron al poder y convirtieron a una nación en un muestrario de inmundicias. Abrazo fraternalmente y me uno a los desterrados de su patria que anhelan y luchan por volver a ella para hacerla más cristiana llevando amor en vez de venganza.