Peripecias Navideñas

Autor: Manolo J. Campa

 

 

 

Los signos de la proximidad del invierno se empiezan a sentir en mi casa aún antes de que empiecen a llegar al sur de la Florida las aves y los retirados que escapan del frío en el Norte: El mes de diciembre es joven cuando ya los vecinos empiezan a instalar los bombillitos de colores. ¡Me gustan, me alegran! La radio y la televisión se llenan de música y programas de Navidad que también me deleitan. El buzón se atiborra de catálogos de las tiendas por departamentos. En estos folletos a todo color se ofrecen artículos para la abuelita y el recién nacido; para papá y mamá, el tío solterón y la tía viuda, el jefe, la novia o el novio, las vecinas y las amigas; joyas y juguetes, perfumes y jabones, abrigos para perros y camas para gatos. 


Con la llegada del mes de diciembre me llega el momento de practicar alpinismo hogareño: Subir al ático de la casa para bajar la Corona de Adviento y todos los otros adornos de Navidad. No me gusta subir a esa buhardilla porque el polvo me da coriza y me golpeo la cabeza con las vigas del techo. Con la satisfacción del atleta que ha alcanzado una medalla en las olimpiadas, desciendo una vez terminada mi misión, cierro la portezuela, recojo la escalera y cuando ya cómodamente instalado en mi sillón me dispongo a leer la REVISTA IDEAL, me doy cuenta que he dejado, allá arriba, la linterna encendida. Repito la operación de ascenso para recuperar la linterna olvidada. El polvo viejo me hace estornudar y de nuevo me "doy un trancazo" en la cabeza con la misma viga. Termino el rescate de la linterna con más ardor en la nariz y con otro chichón en la frente.


Cuando el espíritu navideño llega, mi esposa siente la necesidad imperiosa de dar comienzo al metódico montaje del Nacimiento: Toma inventario de pastores y ovejas, de camellos, elefantes, caballos, la vaca, el burro y las gallinitas. Me asigna funciones que me resultan "non gratas": Desempaquetar y desempolvar los personajes que darán vida a la gruta de Belén. Aunque simule estar en malas condiciones físicas, no puedo librarme de cambiar de lugar los muebles en busca de espacio para la ensambladura del pesebre y la aldea.


Armar el Nacimiento es un acontecimiento que no sólo atrae a los miembros de nuestra familia, también nuestros vecinos vienen "a ver como va la cosa". Y como siempre hay incidentes dolorosos: La amiga de mi mujer que es un monumento de doscientas libras a una derrota de los "weight watchers", por no pisar un camello que yo iba a colocar cerca del pesebre, me pisó una mano y "vi las estrellas". La vecina que va a todas partes acompañada de su perrita pekinesa también nos visitó para admirar el belén y hablar de otros asuntos del vecindario. En un descuido la perra trató de comerse un pastor y una de las gallinitas de la aldea. Se lo impedí de un manotazo. Desde entonces la vecina, ofendida, cuando me ve pretende no haberme visto.


Cuando se acerca la Navidad el periódico aumenta de peso y cambia de apariencia: Más espacio es destinado a anuncios; los anunciantes nos recuerdan de muchas maneras e insistentemente que esta es la época de hacer regalos. "Santicló" aparece en todos los anuncios. Es el cómplice de los vendedores de juguetes que con sus anuncios fabulosos entusiasman a los niños con esos artefactos modernísimos que hablan, lloran, caminan, corren, bailan, echan humo, pitan y arruinan a los padres. Los periódicos a nombre de sus anunciantes le declaran la guerra a mi bolsillo desde antes del "Día de dar gracias a Dios". Mi esposa estudia esos anuncios como inversionista de "Wall Street". Toma nota de precios y lugares. Coordina las ofertas con las necesidades de cada miembro de la familia y va escogiendo a conciencia cada regalo. 


Los cambios que produce el espíritu navideño son maravillosos: El jardinero y el muchacho que trae el periódico nos dejan una felicitación pascual. Los basureros, haciendo alardes de buenos modales y dedicación al trabajo no dejan papeles y latas vacías sobre la yerba del jardín. Con cuidado y esmero tratan mi latón de basura. ¡Hasta le colocan la tapa! Durante el resto del año han pasado a la carrera por mi casa. Ahora no tienen apuro, inclusive me sonríen hablándome algunas palabritas en español. Presiento que están tratando de llegarme al corazón... y al bolsillo. Cosa lógica porque para llegar a la bolsa hay que pasar primero por la avenida de la simpatía.


Esta también es época de hacer rigurosas dietas cortas que se rompen con las tentadoras maravillas culinarias de la Nochebuena. Los gordos que quieren dejar de serlo -hasta la Nochebuena- se intercambian recomendaciones de marcas de "cotechís". El "cotechís" es un queso con apariencia de arroz con leche. Es una boronilla, sabe a papilla y comerlo se puede ofrecer como sacrificio por las almas necesitadas.


AHORA EN SERIO:


"El buen cristiano siente deseos de compartir con los demás la felicidad de serlo". La alegría familiar, las luces de colores, la reunión, los recuerdos y los afectos son buenos... son sanas costumbres pero hay que llenarlas de la verdadera alegría de la estación. Fue el Angel del Señor que se apareció a los pastores, aquella noche en Belén, él que nos dio la razón verdadera de la alegría navideña: "Os anuncio una Gran Alegría, que es para todo el pueblo. Y es que hoy os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador". Celebremos con alegría el más grande acontecimiento en la historia del mundo: ¡El nacimiento del Salvador!


Aprovechemos la agradable sensación que nos produce el espíritu navideño para llevar felicidad a otros. Escribamos unas líneas llenas de afecto al amigo de nuestra infancia, al amigo de siempre que hace tiempo no sabemos de él. Expresemos aprecio a los que comparten con nosotros las horas de trabajo. Visitemos a los familiares que hace mucho no vemos. Dedícale algún tiempo a ese vecino ya anciano que se desvive por charlar contigo. Hay personas que viven solas que lo que más anhelan son unos minutos de compañía.


Al Señor también dale tu tiempo, tu interés, tus muestras de amor. Prepárate con esmero para celebrar cristianamente otro aniversario de la llegada al mundo del Niño Dios. La buena lectura eleva el alma por encima de las cosas que anclan a los hombres a las cosas terrenales. Comunícate más con El por la oración y la meditación
En el último mes del año proponte terminarlo siendo más feliz, no por las cosas que puedes adquirir, sino por la felicidad que a otros puedes dar.