Odisea invernal

Autor: Manolo J. Campa

 


¡Brrr... qué frío hace! Estoy tiritando. ¡Qué difícil es escribir con los dedos entumidos dentro de unos viejos guantes de jardinería! Aunque me "corre la nariz" mis extremidades inferiores, casi congeladas, funcionan en "cámara lenta". A pesar de tener los pies enfundados en unas medias altas de jugador de "hockey" sobre otras de lana me parece que estoy parado sobre un témpano de hielo. 

El invierno ha llegado con temperaturas bajas que han establecido nuevas marcas. Aquellos días invernales en Miami de agradables temperaturas tropicales han quedado en el rastro de los gratos recuerdos. Los estudiosos de los fenómenos atmosféricos lo catalogan como uno de los inviernos más fríos en esta región.

Yo comparto la opinión de los científicos. Estoy pasando más frío que un pingüino desplumado. Las gélidas temperaturas me han obligado a cambiar mis hábitos. Desayuno sopa caliente y me visto sin desvestirme: encima de mi pijama de lana llevo los pantalones, la camisa, un chaleco de corduroy, una bufanda de cantante de tangos y un chaquetón de alpinista. Buscando protección para las orejas y el cráneo, me cubro la cabeza con un sombrero tejido como los que usan los buzos de profundidad debajo del casco de bronce.

Las temperaturas frías aumentan el riesgo a los catarros que nos agarran en invierno a pesar de las vacunas que precavidamente nos ponemos en el otoño. También abren el apetito... sobre todo a las personas de buen comer como a mi esposa , que combate el frío sobrealimentándose con una dieta generosa reforzada con dos tomas diarias de chocolate con churros. Pronostico que, al llegar la primavera, se pondrá a dieta para eliminar, con mucho trabajo, las libras ganadas con tanta facilidad y agrado durante este crudo invierno. 

Lo mejor del invierno es lo bien que se duerme. Lo peor es tener que despertarse. Lavarse la cara con agua fría y afeitarse con agua helada porque otros miembros de la familia han consumido toda el agua caliente, es un verdadero suplicio.

En la estación de las temperaturas frías, la necesidad mañanera de eliminar líquido es de extrema urgencia. Si al disgusto normal del que tiene que dejar el agradable calor de la cama a toda carrera para en tiempo record proceder a afeitarse, bañarse, desayunar, dejar los latones de basura a la orilla de la calle, saludar al vecino que camina con su perro, recoger el periódico, llevar los niños al colegio y seguir hacia el trabajo, se le suma el gran contratiempo de encontrar el baño ocupado, se comprenderá la actitud de toro miura de muchos hombres al levantarse.

El atractivo de mi baño para la parte femenina de mi familia es un buen espejo con excelente luz. Es ideal para los acicalamientos propios del sexo bello. Mi esposa, mis hijas y nietas lo han expropiado para uso de ellas. Cada vez que yo pretendo entrar hay alguien arreglándose el maquillaje, peinándose, perfilándose el contorno de las cejas, pintándose las pestañas con el cepillito de betún negro o haciendo el conteo triste que hacen los adolescentes de sus espinillas.

Por su importancia en el diseño de los peinados he dejado para mencionar en último lugar un utensilio eléctrico que se usa siempre en mi baño después de los lavados de cabeza: el "blower". Tiene apariencia de armamento de guerra espacial. Es un cuerno eléctrico que produce aire caliente para secar y dar forma al tocado. Es como una tostadora de pan con una sola ranura, redonda, en vez de alargada, que suelta aire como una aspiradora en marcha atrás. 

El "blower" es una herramienta "unisex": lo utilizan las damas y los caballeros. Mi mujer lo usa... y si a ustedes les luzco diferente con el pelo "abofado" se debe a que me han convencido en familia de que con el cabello mojado parezco un "mango chupado" y así "no estoy en nada"

En mi hogar hay dos lugares donde normalmente encuentro privacidad: En la caseta donde guardo las herramientas y en el mencionado baño. En este último ya he relatado lo que sucede... en la caseta de las herramientas, hasta este invierno, nadie se atrevía a alterar el orden... era "mi" territorio.

Cuando las frías temperaturas amenazaron con dañar las matas de mi mujer, mi caseta fue convertida en invernadero. De las vigas del techo colgaban las "lágrimas de bebé", las "lenguas de suegra", los "cuernos de venado". De los ganchos donde ordenadamente estaban los destornilladores y las pinzas, se columpiaban el "perejil" y la "frescura". Bloqueando el paso, formaban una pequeña jungla, la "cucaracha americana", el "mal padre" y la "mala madre".
La perdida del último baluarte de mi privacidad, usurpado por los matorrales a los que dedica mi mujer tanto tiempo y sus mejores cuidados, hizo que de mi pecho herido brotase una exclamación angustiosa: ¡Esto está de madre!

EN SERIO:

El Hermano Victorino De La Salle, fundador de varias organizaciones laicales en Cuba, a los jóvenes dijo: "Juventud, porvenir de la Patria. Juventud, porvenir de la Fe. El futuro descansa en tus brazos, tus espaldas serán su sostén".

Los jóvenes serán esperanza del mundo y sostén de patria y fe cuando sepan ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder. Cuando construyan la paz en un mundo de violencia y de guerra. Cuando en medio del dolor y las dificultades no pierdan la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hermano. Cuando por la capacidad transformadora del amor cambien las tinieblas del odio en luz. Cuando no se asusten por la debilidad del hombre y tengan la experiencia de la amistad de Jesús. 

Cuando sean ellos mismos con una postura serenamente crítica sin dejarse manipular, entonces podrán hacer un sistema nuevo de vida, convertidos en transformadores del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad y justicia que Cristo trae como mensaje. El padre Cesáreo Gil Atrio, reconociendo la importancia de los jóvenes en la construcción de un mundo mejor, dijo: "Cuando la juventud se enfría, es el mundo entero quien tirita".