Más sobre los nietos

Autor: Manolo J. Campa

  

“De lo que abunda en el corazón, habla la boca”… por ello frecuentemente hablo de los hijos de mis hijos. Como todos los abuelos lo hago con candidez, exagerando sin malicia. Termino este prólogo para pasar de inmediato a escribir, una vez más, sobre los nietos. 

“Un nieto es un anhelo convertido en realidad. A él le damos los besos que tal vez no les dimos a los hijos, y ellos nos dan los besos que quizás ya nadie nos da. Con los nietos se revive la historia del amor, y el alma vuelve a florecer. El hogar ya viejo, se torna joven y se renuevan las esperanzas.” Lamento desconocer el nombre del autor de estas frases. Me gustaría poder darle crédito por ellas y un caluroso abrazo de solidaridad. 

Mi esposa y yo estamos jubilados... Pero antes de continuar hablando del presente, examinemos el pasado: Ella compartió conmigo las responsabilidades de proveer techo, comida, ropa, educación y ejemplos para cinco hijos: tres muchachas y dos varones. Juntos ejercimos las funciones de gobierno. Fijamos reglas a seguir y deberes a cumplir para convivir ordenadamente y con la participación de todos. Entonces ella era la fuerte y yo el que buscaba los atenuantes a las faltas y a los olvidos.

Hoy, siendo los nietos los sujetos a normas y deberes, ella es la que ampara a los que yo trato de “meter en cintura”. Yo soy el gobierno y ella la oposición. En vez de ignorar los lamentos de los descontentos con la disciplina familiar (sus nietos) y dejarme disciplinarlos moderadamente, los respalda en sus demandas si no cedo a ellas… pero si aflojo, me acusa de débil y consentidor. Esta es la clásica postura de “la oposición” a los gobiernos de países democráticos. 

Me gusta mucho el “mantecado”, conocido también como “helado de vainilla”. Cuando mi esposa compra los víveres, trae un galón de helado de marca para los nietos y otro más barato, para mi consumo. No me opongo del todo a esta práctica desigual porque los niños están creciendo y yo hace rato que dejé de hacerlo, pero de mi galón de helado para ciudadano de segunda clase puedo comer solamente una vez. Las bocas de mis descendientes atacan lo que encuentren en el congelador como el comején devora la madera del piano.

El jugo de naranja es mi refresco favorito que también desaparece del refrigerador como por arte de magia al llegar a casa los nietos mayores después de practicar algún deporte. Cuando sudan un poquito toman jugo de naranja como traga gasolina un automóvil de doce cilindros, de ésos que tienen los ricos más ricos que pueden ignorar el elevado precio de la gasolina. Le he dicho a mi mujer que les prepare una jarra con agua y hielo, porque los científicos han dicho que el agua es mucho más saludable... Siguiendo mi sugerencia, a su manera, ella prepara una jarra con jugo de naranja para los nietos y otra con agua para mí.

El no tener que estar sujeto a un horario ni tener que manejar cuando el tránsito está en su apogeo era parte del plácido sistema de vida que esperaba llevar al jubilarme. Lo he logrado en parte: ya no trabajo sujeto a horario… pero sigo manejando cuando el tránsito “está de bala”: Los nietos mayores trabajan “part-time” cuando terminan en el colegio. Como los padres están trabajando yo los llevo al trabajo y ellos los van a buscar. También cuentan conmigo para ser llevados a fiestas particulares y eventos deportivos. Gracias a Dios, dice mi esposa, eso me mantiene entretenido y de corre-corre, en esos ratos de “ocio” en que pudiera aburrirme sin tener nada que hacer.

Durante la primera quincena de abril es muy difícil comunicarse por teléfono con el contador que nos prepara el “Income Tax”… pero no imposible. Insistiendo logro hablar con él. Durante las dos quincenas de todos los meses del año, cuando las nietas están en mi casa, es imposible hablar conmigo, abuelo de “teenagers” y sufrido esposo de señora devota del diálogo telefónico con hijos, nietos, parientes cercanos y lejanos, ex-compañeras de trabajo y miembros de la Liga Orante Vocacional.



EN SERIO:

Da pena ver los programas de televisión (especialmente en español) que hoy en día se han multiplicado. Me refiero a aquéllos llenos de violencia, vulgaridades y groserías, presentados tanto por hombres como por mujeres. Lo más triste es que han proliferado porque el público los ve y al subir los “ratings” esto se traduce en utilidades en dólares.

La televisión es un medio fantástico para educar y entretener; sin embargo, estos programas a que me refiero, nos exponen a los más bajos instintos y a todas las miserias humanas. El peligro está en que de tanto ver estas situaciones desarrollemos (adultos, jóvenes y niños) una cierta inmunidad a todo lo anormal y lo veamos como normal.

Lo mismo en las novelas como en los programas que presentan sucesos de la vida real lo malo aparece como lo natural: triángulos amorosos, traiciones, escenas tórridas de cama y situaciones donde las parejas parecen “comerse” en vez de besarse. No se habla en términos de “mi esposa o esposo” sino “mi pareja”, y “tengo una relación” ha sustituido a “estoy casado o casada”.

¿A dónde llegaremos con esta pseudo moralidad? Vivimos en un mundo más violento, somos menos felices y las instituciones como la familia y el matrimonio están en peligro de desaparecer. No acepto que esto sea la realidad “total” de la vida… pero si así fuera, con más razón tendríamos que esforzarnos por cambiarla. ¿Cómo?... No me atrevo a marcar pautas. Sólo repito que “lo malo sigue siendo malo aunque lo haga todo el mundo” y hay que denunciarlo y combatirlo para detener su avance. No permanezcas con los brazos cruzados… haz “todo” lo que puedas hacer.