La tía mal gesto

Autor: Manolo J. Campa

 

 

Tengo que reconocer que mi mujer, en su papel de administradora de nuestro hogar, ha tenido ideas brillantes.  No las menciono para ahorrar espacio... y evitar que se conozca que es más capacitada que yo.  Pero la más colosal fue la de enviar a mi tía a pasar la experiencia de un Cursillo de Cristiandad. 

 

   La Tía Mal Gesto –como yo amablemente la he apodado- volvió diferente.  ¡La

viraron al revés! ¡Qué cambios lograron en ella!  En vez de gruñir, sonreía.  En vez de acusadora implacable, regresó tolerante, benigna, complaciente, condescendiente.  ¡Hasta se acordaba de mi nombre!  Dejé de ser “ése” o “éste”.  Por poco se me caen los espejuelos y se me salen las pantuflas de los pies cuando me llamó “mi sobrino”.       

 

   Percibiendo que el ambiente estaba propicio para iniciar conversaciones de paz, mi mujer comenzó a actuar de  mediadora entre la tía y yo.  Los diálogos no producían frutos.  Mi pariente fue perdiendo el ensueño que le produjo el Cursillo y volvió a su habitual agresividad.  Hasta me amenazó con cambiar sus sesiones semanales de “weight watchers” por clases de karate.  Pero gracias a los esfuerzos y las oraciones de mi esposa quedó concertado entre nosotros un acuerdo de coexistencia pacífica y mutua tolerancia.

 

      He aquí algunas de sus cláusulas:  La tía suspenderá sus diarios “noticieros” a la hora de la comida sobre las cosas que he hecho mal o las que pudiera haber hecho bien si no me hubiese negado a hacerlas.

 

   Mi derecho a dormir la siesta o a escuchar la radio y ver la televisión será respetado por ella evitando hacer ruido al colocar los platos en los estantes de la cocina y otros estrépitos de su amplio repertorio de efectos de sonidos irritantes.

 

   Me dará los recados que reciba por teléfono, incluyendo nombre del que llame y el mensaje que deje.  No se hará “la víctima” cuando hable por teléfono con “las muchachas de su edad”.

 

   Los sábados no madrugará para iniciar la batalla por la limpieza de la casa y el lavado de la ropa.  No sonreirá burlonamente cuando yo hable inglés con la negrita cartera o el último vecino americano que queda en el barrio.  Desistirá de querer imponer la bendición de la mesa en latín como se hacía cuando ella estaba a pupilo en el colegio de monjas en Asturias.

 

  Yo me he comprometido a mantener la calma si ella en alguna ocasión se bestializa  y se expresa en contra mía como hacen en la televisión los luchadores bravucones cuando desafían al contrario.  Por sus cumpleaños le regalaré algo de más valor que un paquete de rositas de maíz.  Amonestaré a hijos y nietos para que solamente le hablen en español.  Cuando la llamen por teléfono, diré simplemente que la llama una amiga y no, una de las “cacatúas de su cofradía”.  No ensayaré la canción “De Colores”, para cantarla mejor los miércoles en la Escuela de Cursillos, cuando ella esté viendo sus novelas en español.

 

   Los domingos antes de salir hacia la iglesia no le esconderé las estampas de San Judas Tadeo, San Martín de Porres y  los Nueve Mártires Asturianos.  En los casos de conflicto porque ella quiere ver la Misa por televisión y yo la pelota, sus deseos prevalecerán.

 

 Tanto las partes comprometidas como la agente mediadora mantenemos serias dudas sobre la viabilidad de este armisticio.  Si de nuevo se reanudan las hostilidades, por medio de mis artículos me desahogaré y los mantendré informados.

 

   Si desea opinar sobre esta controversia doméstica, por medio de la Internet puede hacerlo a: mcampa@bellsouth.net.  Hace unos cuantos meses estoy metido en estos líos de la WEB y después de muchas horas de estudio sigo siendo un “analfaburro” en estos vericuetos electrónicos.  Si no oye de mi es que no he podido oír de usted.

 

 

AHORA EN SERIO:  

 

   “No se llega al bien pactando con el mal, ni se logra la justicia cediendo ante la injusticia”, escribió Monseñor Agustín Román en septiembre de 1993.  La experiencia nos ha enseñado que la firma de tratados y acuerdos no frenan la acción de los enemigos de la libertad.  Estos expertos en la mentira y el engaño, seguirán exagerando los derechos del hombre cuando les convenga y cuando no les convenga los considerarán solo como una materia para explotar.  Seguirán alentando la rebelión de las masas en los pueblos libres y las oprimirán en aquellos que son sus esclavos.  Seguirán haciendo uso de su estrategia favorita:  Hacer contrastar el lujo y la miseria, la abundancia y el hambre, el gozo de unos cuantos y el dolor de muchos para apoyados en esas diferencias incitar al robo, al atropello y al odio.  De esta doctrina basada en la envidia, el odio y el atropello sólo hemos visto surgir revoluciones injustas que han detenido el progreso en las naciones y hundido a los pueblos en la miseria.

 

   “Si quieres la Paz, trabaja por la Justicia” decía el Papa Paulo VI.  Este es el plan ofrecido a todo cristiano para toda su vida:  Trabajar por la Justicia.  Justicia que es saber dar a cada cual, a Dios y a los hombres, lo suyo.  Justicia que prohíbe el daño a las posesiones materiales ajenas.  Justicia que veta también la violación del honor y la fama, la mentira y los métodos inspirados en la mentira.  Recuerda:  “La lucha por la justicia no es una lucha ante la cual uno puede quedarse neutral porque esto equivaldría a ponerse a favor de la injusticia”.