La Pascua Florida

Autor: Manolo J. Campa

  

Una tradición admirable, muy arraigada en el pueblo norteamericano, es la de estrenar alguna indumentaria para darle realce a la celebración del Domingo de Resurrección.  Siguiendo esta costumbre la familia se viste con lo mejor que tiene en el día de la Pascua Florida. 

   Ese domingo, durante el despliegue de ajuares de alegres colores, admiramos a esas típicas abuelitas americanas luciendo sobre sus arregladas canas, unos vistosos sombreritos floreados que dan la impresión de un huevito frito adornado con margaritas y otras flores de la estación. 

   Otro adorno que usan las damas elegantes en este domingo de vestirse de gala, es la pamela blanca sin alas o de alas tan estrechas que la hacen lucir como un bombín sin terminar.  Además de los sombreros, las pamelas y los sombreritos de abuelitas del oeste de antaño, los colores blanco, amarillo y rosado predominan en la vestimenta de ese señalado día. 

   Los guantes blancos aparecen cubriendo las manos de las damas y damitas con ese toque de elegancia y distinción que todavía conservan los policías de tránsito en los lugares donde los semáforos electrónicos aún no han complicado las cosas. 

   Para los niños el “easter bunny” de la leyenda americana esconde en los patios de las casas, huevos duros teñidos de llamativos colores.  El año pasado... o el anterior, el conejito pascual me confió la misión de esconder una docena y media de esos huevos debajo de las hojas caídas sobre la yerba, y detrás, y dentro de las macetas de mi mujer... y los pequeños solamente encontraron diez.  Cuando se suponía que yo los ayudase a encontrarlos... no recordaba dónde los había puesto.  Desde entonces formo parte del equipo que busca y no del que esconde. 

   La Pascua Florida nos trae la alegría de la Resurrección.  Regresan las flores a los altares.  Se engavetan hasta la próxima Cuaresma los velos morados que cubren las imágenes.  Vuelven los muchachos al colegio después del receso de Semana Santa.  Los pajaritos cantan más alto en las mañanas enamorando a sus pajaritas o enseñando a volar a sus pichones.  Comienzan las lluvias.  La yerba se viste de nuevo de verde y crece... y crece demasiado deprisa.  Demasiado rápido porque su crecimiento afecta mi ocio habitual.  Durante la temporada de las lluvias, parte de mis fines de semana la dedico a la extenuante y agotadora faena de mantener las áreas verdes bien cuidadas.

 

EN SERIO:

   “Sólo aquéllos que sueñan con un futuro grande y perfecto son capaces de crearlo”.  Pero aclaremos:  Hay hombres soñadores y nada más.  Hay otros soñadores y emprendedores.  Abundan los que sueñan y no hacen nada para lograr que sus sueños se conviertan en realidad, los que nunca pasan de la ilusión a la acción.  Los emprendedores viven utilizando cada momento para edificar un ideal.  No están conformes con el mal que los rodea o la mediocridad en que se vive.  Su lema es: “no está bien lo que puede estar mejor”.  En sus mentes las inquietudes los incitan a buscar soluciones y la voluntad los ayuda a encontrarlas y ponerlas en práctica. 

   Para éstos “soñar” consiste en anhelar con ilusión un bien.  Unas veces buscan el bien personal o el familiar.  Otras, con horizontes más amplios, buscan mejorar los pueblos, las naciones, el mundo entero. 

   Son dignos de admiración y respeto esos hombres que están dispuestos a pagar el precio que cuesta convertir los sueños en realidades:  trabajar ignorando el cansancio y orar para poder resistir la tentación del desaliento.  Para que una causa se logre hay que darle tiempo, talento, esfuerzo, sudor, lágrimas... y los valientes “a lo Cristo” dan hasta la vida.  mcampa@bellsouth.net