La causa de aquel defecto

Autor: Manolo J. Campa

 

 


De un día para otro no podía haber aumentado tanto de peso como para sentir la ropa tan ajustada. No había comido en exceso en el desayuno, en el almuerzo o la comida de ese día, ni el día anterior. Buscando evidencias, en "paños menores" me situé frente al espejo. La sinceridad del mismo mostraba las anormalidades de siempre. Deficiencias físicas, algunas debidas a los años y otras a defectos de fabricación. Producto de la buena mesa y los excesos de sillón: acumulación adiposa en la cintura y estómago sobresaliente; atribuibles a fallas de diseño: musculatura fláccida en algunas regiones y ausente en muchas otras.

Al estar en "paños menores" y continuar la molestia deduje que la causa de tal efecto estaba en ellos. La investigación quedó limitada al estudio de la mencionada prenda de uso interior. El material y la marca eran los habituales. El color, blanco, de acuerdo con mi preferencia. La talla, aunque no estaba indicada en la etiqueta, lucía ser la adecuada. Tal vez el efecto del calor en la secadora eléctrica había afectado el elástico de la cintura o encogido el tejido en general. Entonces... ¿Por qué ese algo diferente?

Pues bien, nada de lo anterior era correcto. Cuando me sinceré con mi esposa y le dije lo que me estaba pasando, ella, con firmeza y enfado comparable a los de una nación que reclama a otra un territorio que le ha sido usurpado, me dejó saber enojada que era de ella el calzoncillo que no era tal. Se trataba de una prenda femenina manufacturada por una conocida marca de ropa interior para hombres que al ampliar su mercado al otro sexo, da lugar a estas penosas equivocaciones hogareñas.

Mi abuelita, que en gloria esté, decía que la ropa interior aunque no estuviera a la vista, siempre debía usarse limpia, inmaculada, para evitar un bochorno en caso de tener que parar en la Casa de Socorros por algún accidente. Bochorno, pena, afrenta hubiera sufrido yo en caso de tener que ser atendido por el personal del "rescue" en una situación, ahora aquí, parecida a la que mencionaba mi abuelita, de entonces allá. ¡Virgen Santísima! El concepto equivocado que se llevarían de mí los del rescate, los médicos, las enfermeras o los funerarios, al notar que yo vestía ropa interior de señora. 

Para un hombre de mi generación, de patrones varoniles severos, hubiese sido una deshonra tal que hubiese dado lugar a una demanda judicial por daños y perjuicios contra el fabricante de calzoncillos para ambos sexos.

EN SERIO:

El Hermano Manuel Olivé, FSC, es uno de los escritores que leo con mayor avidez. De él es la Reflexión de Navidad que transcribo a continuación: "Cuando uno se sitúa en la perspectiva netamente cristiana; cuando uno entra en la Cueva de Belén aquella noche feliz, si uno lee el Evangelio de Lucas con pausa, dejando que adentre en el alma el pasmo; cuando uno mira a María con el niño acabado de salir de sus entrañas, o el San José, embobado ante tanta maravilla... y de golpe abrimos la radio o la televisión en esos días de Navidad... Bueno, son dos mundos totalmente, diametralmente opuestos. NADA EN COMÚN. Todo en espíritu de oposición. Bombardeados machaconamente por todos los medios de comunicación, nos enteramos de cuales son las mejores y más caras ofertas en todos los ramos, para celebrar precisamente la NAVIDAD: joyas, cestas, licores, perfumes, juguetes, 'computers'. Todos los intereses comerciales desatados en nombre del nacimiento de CRISTO... y toda la intrascendencia de demasiados cristianos que se suman al sarcasmo que supone el menosprecio absoluto de lo que significa, en su más elemental versión, ese tiempo de Navidad.

Y no hablo sólo del 'gran mundo', que va a celebrar la más maravillosa fiesta del advenimiento de Cristo con una cena 'burral', en un ambiente de lujo refinado, de ostentación irritante... Hablaría de tantos cristianos -tal vez nosotros mismos- que corremos el riesgo de confundir las cosas que nunca deberíamos confundir.

Pienso que el cristianismo no se abre paso decidido, queda acorralado con murallas de vergüenza, porque nosotros, los cristianos, no acabamos de dar de Él la versión fiel, exacta de amor, de sencillez, de ayuda, de fraternidad que CRISTO vino a traer con su NACIMIENTO". Hasta aquí el Hermano Olivé.

La fecha del 25 de diciembre representa para nosotros, los cristianos, algo más que un motivo para reunirnos en familia a disfrutar los platos tradicionales. Este "algo más" es la conmemoración del momento, allá en Belén, en que el Hijo de Dios se hacía hombre para abrir las puertas del Cielo a la humanidad. Desde Belén hasta el Calvario aquella Vida nos fue dejando un Camino por donde seguirle. Nos enseñó el secreto de la fuerza: la oración. Resumió toda la Ley en el amor: "Amarás a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". Para dejarnos su fortaleza nos envió el Espíritu Santo que sigue obrando maravillas en los hombres.

Los cristianos tenemos que dejar de vivir a la moda y empezar a vivir heroicamente porque el mundo pide solución a sus problemas y serán los hombres inspirados por el amor a Cristo los que logren un mundo mejor donde se viva sin temores ni injusticias.