Instrucciones para brutos

Autor: Manolo J. Campa

 

 

   Cuando mis hijos eran pequeños los regalos que yo recibía el Día de los Padres eran sencillos. Con lo poquito que había quedado en mis bolsillos después de haber cubierto los gastos del Día de las Madres solamente lo más barato se podía adquirir.  En los pulgueros -empezaban por aquellos años- mi prole seleccionaba las prendas conque me demostraban su cariño.      

    Aún conservo algunas láminas dibujadas en sus aulas de los primeros grados.  Trabajos manuales de mis párvulos de entonces que mucho aprecio.  Cuando empezaron a tener sus propias entradas, sus halagos subieron de categoría pero dejaron de tener el toque inigualable del creativo candor infantil:  Los muchachos me regalaban corbatas, calcetines y cinturones de acuerdo al gusto de ellos que los vestían más que yo.  Las muchachas también me obsequiaban libros y discos de música que leían y escuchaban primero que yo.

   En este momento, durante el imperio de la cibernética, mis descendientes viven en casas atiborradas de trastos electrónicos de los que se sirven sin dificultad.  Aún mis nietos  pequeños se entretienen con complicados juguetes de botones, lucecitas, voces robóticas.  Son duchos en el uso y disfrute de las computadoras.  Por eso, pensando que soy inteligente como mis nietos, mis hijos ahora me hacen regalos electrónicos que me complican la vida.

   Cuando yo nací, en la era de los tranvías y la máquina de escribir, no me programaron para los avances en boga en el año dos mil.  No había televisores. Ni hornos “microwave”. Ni alarmas de seguridad en las casas.  Ni soñábamos con recibir documentos “faxeados”.  Ni ser “bipiados” por el jefe o la esposa.   Los cálculos se hacían “a la cabeza” utilizando papel y lápiz.  El teléfono tenía un disco con agujeritos numerados que simplemente haciéndole girar con el dedo índice se marcaba el número a llamar.  El aparato de radio tenía solamente dos botones, uno para sintonizar las estaciones y otro para controlar el volumen.  Todo era sencillo.  Nada necesitaba manual de instrucciones.

   No soy opuesto a leer instrucciones.  Parte de mi valioso tiempo de persona desocupada, lo he dedicado a estudiar cómo hacer funcionar estas cosas modernas.

Con lo aprendido, unas veces no he logrado nada... y cuando he tenido éxito al principio, al querer lograr lo mismo al poco tiempo, al enfrentarme de nuevo con los botoncitos con flechitas hacia arriba y hacía abajo, los datos en mi memoria han desaparecido.

   Pero mis esperanzas no están del todo perdidas.  Me he enterado de que existen unos manuales de instrucciones para brutos en electrónica, y ese es el regalo que voy a solicitar de mis hijos para el próximo Día de los Padres.

“LA LECTURA ES LA FUENTE DE LA SABIDURÍA”

   Para cooperar en el progreso y avance de la civilización, haciendo la vida más confortable a los hijos de Dios debemos emplear nuestros talentos.  Es necesario explotarlos, hacerles rendir el máximo, según esa inquietante parábola que encontramos en el Evangelio.

   La lectura es un medio muy efectivo para obtener las luces para ilustrar a otros,  enseñar al que no sabe y prepararnos para comunicar la riqueza de nuestros criterios a los que viven pobres de conocimientos.  Ella es un modo formidable para conocer la realidad de las situaciones de pueblos y personas.  “Todo cuanto la humanidad ha hecho, pensado, ganado o sido, se encuentra conservado en las páginas de los libros” (Thomas Carlyle).

   Recuerda: “Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”.