El prestamo bancario

Autor: Manolo J. Campa

 

 

 

Lo presentía. No, rectifico, era algo más palpable que una corazonada. Me lo confirmaban mis bolsillos vacíos. El aumento del precio de la gasolina traía su coletilla: el botellón del agua mineral subió veinticinco centavos, el galón de leche también una peseta americana. El viandero, el repartidor del periódico y el de las flores para el Día de los Enamorados, el jardinero y el que maneja "como un loco" para llegar con la "pizza" en el tiempo estipulado, siguiendo la pauta marcada por la Compañía de Electricidad, cobran un "cargo extra" para que sea yo el que pague el aumento en el costo del combustible que consumen en sus servicios. Y como ya no hay carteros a pie -las cartas se reparten en camioncitos que necesitan combustible- el Correo ya tiene justificación para aumentar el precio a sus estampillas.

Para tratar de detener el descenso vertiginoso de mis recursos económicos imitando a los que triunfan en la Bolsa de Valores que invierten más en los tiempos malos, dupliqué mis inversiones: en vez de un "ticket" de lotería cada siete días, destiné dos dólares a la "lotto" en cada uno de los sorteos de la semana. Pero como estas inversiones son a muy largo plazo, mientras espero, desespero.

Para salir del atolladero podía llevar mi viejo automóvil de motor potente al mecánico para hacerle un "overhaul" y aumentar su eficiencia. Podía darlo en cambio por otro más económico de menos cilindros o acabar de decidirme por algo sin cilindros, como una bicicleta o un carrito tirado por un chivo que puede, al tiempo que se alimenta, mantener el césped de mi casa bien cortado.

Aunque con el carrito y la bicicleta podía prescindir de la gasolina y con el chivo eliminar al jardinero, ambas alternativas no eran factibles. Para trasladarme de un lugar a otro por las calles de Miami, donde los choferes se disputan ferozmente el derecho de vía, la bicicleta tenía que ser blindada, y sólo en la mayor de las Antillas están en proceso de diseño para fabricar algunas para los ministros y el Presidente Vitalicio por si el petróleo venezolano ofrecido nunca llega, y los "jeeps" de los "come candela" y los "Mercedes" de los endiosados hay que guardarlos.

Lamentablemente, también el carrito y el cabrito sólo son utilizados en nuestro continente en la mencionada isla caribeña. La importación del carretoncito no está autorizada y traerlo de manera "ilegalmente legal" por un tercer país es incosteable. Hay que pensarlo bien. Son muchas complicaciones. Para que el chivo no tenga problemas con "la migra" tiene que sacarse la lotería de visas. ¿Y si todo se resuelve y no es chivo de halar carretón? ¡Olvídate... "a otra cosa mariposa"!

Para el afinado del motor puedo conseguir el dinero sin mucho papeleo en "El Buen Samaritano", la casa de empeño donde hace sus transacciones de apuro el mecánico. Mas, después de analizar todas las acciones a tomar, el mejor negocio sería conseguir un automovilito japonés de uso, en buen estado, de buen rendimiento por galón de gasolina.

Para impresionar favorablemente en mi visita al Banco para tramitar un préstamo lo suficientemente generoso que me permita comprar el carrito, pagar las deudas pendientes desde el Día de San Valentín, el "Income Tax" y quedarme con una reservita decente para el Día de las Madres que está a sólo a unas cuantas hojitas del almanaque, le pedí prestadas unas cuantas joyas a mi amigo el joyero.

Me presenté ante el oficial del Banco engalanado como uno de esos jugadores profesionales de baloncesto que ganan carretones de dólares y lo ostentan luciendo al cuello gruesas cadenas de oro, y anillos y brazaletes en la muñeca y los dedos, también del caro metal.

En honor a la verdad, como no soy nada alto, lucía más como mi vecino el techero que es bajito. Cuando mi coterráneo se viste figurín con todos sus ornamentos dorados me recuerda las paredes del Santuario de San Lázaro en la Habana, donde cuelgan los "milagros" que obsequian los devotos del santo. 

Después de contestar infinidad de preguntas y firmar muchos papeles recibí el dinero. Ya soy propietario de uno de esos automovilitos japoneses. Pagué las deudas y en reserva tengo una cantidad para los regalos a las madres de mi familia en su día. ¡Qué fenómeno! No me puedo quejar: ahora comparto la propiedad de mi casa con dos prestigiosas entidades bancarias, siendo mía la absoluta obligación del pago de ambas hipotecas, las reparaciones y los impuestos. 

EN SERIO:

"Lo que un grupo ambiciona, cae; lo que un pueblo quiere perdura": José Martí. Cuando llegue el fin de lo que ya ha empezado: la caída del régimen comunista que ha destruido a Cuba, habrá mucho que rehacer. Para lograr una reconstrucción eficaz y duradera tenemos que fundirnos todos los cubanos en un solo pueblo uniendo fuerza, mente y corazón para alcanzar un ideal común: ¡La felicidad en la libertad!

Iniciemos el abrazo ilusionados por tanto que nos une y restando importancia a lo poco que nos separa. ¡Es nuestra patria la que tenemos que levantar desde sus cenizas! 

Que nunca más, que nadie más, pueda valerse del engaño y la mentira para hacer en nuestro suelo un infierno. ¡Que de nuestras mentes broten las ideas y de nuestros corazones el fuego para alcanzar un mismo ideal: ¡Una Cuba libre, creyente y dichosa!