El premio flaco

Autor: Manolo J. Campa

 

 

Para mi esposa "comer fuera" es una obsesión. A ella le fascinan los restaurantes de cierto copete, conocidos y aclamados por las amigas de su círculo de "cotorreo". "Comer fuera", opino, es cocinar en el fogón portátil que tenemos en el patio, al que por acá llaman "barbikiú", y en platos de cartón con cubiertos plásticos sentarse a comer compartiendo con familiares y amigos debajo de las matas de mango y aguacate. 

En el mes de abril, cuando recibimos el cheque de la devolución del "income tax", ella insinuó que le gustaría ir a comer a un restaurante bueno. Me pude librar entonces de ese compromiso alegando que los tres dólares recibidos del "Tío Sam" no alcanzaban ni para comer un par de fritas en una fritería de la Calle Ocho.

Ella no claudicó en sus empeños. Esperó el momento propicio. Recientemente, en un sorteo de la "Lotto" acerté cuatro de los seis números y cobré 68 dólares. Había llegado su hora. Esta vez usó una técnica más depurada: me llegó al bolsillo combinando la ciencia y el amor. Con interesada intención me puso al tanto de los adelantos de la psiquiatría en materia de armonía conyugal. Con pomposidad, poniendo énfasis en cada palabra, parando en cada "stop" señalado por signos de puntuación, dijo: "los esposos deben, de vez en cuando, disfrutar solos de momentos de solaz y esparcimiento". Como no entendí "ni jota" de lo que recomendaba la ciencia, ella se encargó de hacer la traducción, a su manera: "por momentos de solaz y esparcimiento se entiende... ir a "comer fuera".

Esta vez, con 68 dólares logrados al azar, no tenía razón para negarme nuevamente a complacerla. Accedí, demostrándole mi cariño incondicional pero presintiendo que lo recaudado con los cuatro números premiados en la "lotto" no me alcanzaría para costear la salida a "comer fuera".

Al llegar al restaurante, un empleado vestido con camisa de piloto y pantalones cortos de "boy-scout", abrió la puerta del lado de mi mujer, esperó a que ella bajase, me pidió las llaves, me dio una papeleta en cambio y se llevó mi auto... esto me preocupó.

Dentro un hombre fino y bien vestido nos recibió con una sonrisa y nos llevó a una mesa para dos donde solamente cabía uno. Con finos modales ayudó a mi esposa a sentarse mientras yo pasaba trabajo para acomodarme en mi silla.

Dos camareros nos atendieron. Uno puso agua con hielo en los vasos. El otro colocó en la mesa una canasta pequeña con pan, tapada con un trapito y un plato de postre con tajaditas de mantequilla. Este último nos preguntó si deseábamos tomar algo. Con una sonrisa de suficiencia le di las gracias y le señalé hacia los vasos ya servidos con agua, pero mi mujer, con gran naturalidad, ordenó un "Daiquirí" que resultó ser una bebida servida en una copa chata, llena de hielo de granizado, con un poco de ron amargo como semilla de marañón. 

Nos trajeron la lista de comidas, en unas cartulinas enormes que no cabían en la mesita, escritas con letras también grandes con precios que me quitaron el apetito. La lista del cocinero en los restaurantes se llama "menú". Mientras más leía "menus" entendía... sólo los precios se registraban en mi memoria. Ordené sin saber qué.

Llegó la comida oliendo requetebién. El camarero sirvió a mi mujer primero y después con elegancia y destreza me sirvió a mí. Esto me preocupó pues me recordaba que la propina tenía que estar de acuerdo con el buen servicio recibido.
Al empezar a comer llegaron tres músicos vestidos como en el tiempo de Don Juan Tenorio. Cantaban muy bien, me agradaba pero me preocupaba aquella serenata. No pude comer mientras ellos cantaban pensando que también merecían propina. Pensé, mientras masticaba lentamente, que un dólar era muy poco para tres, y que cinco dólares era mucho para mí.

Mi mujer estaba contenta. Se le notaba y esto al mismo tiempo que me alegraba me preocupaba pues a lo mejor quería volver a "comer fuera" y como sacarse la lotería no es cosa que se repite con frecuencia tendría que empezar a "desahorrar" los ahorros. 

Preocupado terminé de comer. Me trajeron la cuenta. La sumé tres veces y me quedé con la impresión de que había pagado de más. Como un altruista di propina al camarero, a los músicos, al piloto en pantalones cortos que me devolvió el automóvil y también al que me pasó una escobita por los hombros cuando fui al inodoro. ¡La próxima vez aguanto hasta llegar a casa!


EN SERIO:

Al comenzar un nuevo año los hombres y mujeres de las naciones libres del mundo renuevan sus esperanzas de tranquilidad y estabilidad nacional. Siempre existe para ellos la posibilidad de un año mejor. Los malos gobernantes se remueven pacíficamente mediante el voto en elecciones libres y honestas. La prosperidad y el progreso encuentran respaldo y calor en leyes justas formuladas por representantes legítimos de los pueblos. ¡El futuro es de ellos!

Para los hombres y mujeres sometidos a la dictadura del amo rojo en Cuba, las esperanzas son nulas. No existen. No pueden existir. Bajo el comunismo no progresan los pueblos. Los hombres se estancan. No se desarrollan las inteligencias para el bien ni las voluntades se forjan para lograr metas honrosas. El doloroso presente se agrava en un futuro sin perspectivas de mejora. 

En este nuevo año los cubanos libres que no desistimos queremos lograr la ansiada libertad de nuestra patria. Continuemos los esfuerzos para superar el pasado. Avancemos por un nuevo camino pavimentado con claros y bien definidos ideales. Ideas, criterios convertidos en fuego dentro de nuestros corazones, capaces de crear una mística, un espíritu de combate que nos mantenga ilusionados desde ahora hasta lograr el anhelo magnífico de una Cuba "libre, creyente y dichosa".

Recuerda: "La persistencia prevalece cuando todo lo demás falla."