El día de los enamorados

Autor: Manolo J. Campa

 

 

¡Cómo ha subido todo! ¡Al dinero se le ha perdido el respeto! Con lo que cuesta hoy un automóvil nuevo se compraba años atrás una casa de dos cuartos y un baño y medio. La primera vez que oí hablar de "medio baño" pensé que se trataba de algo defectuoso: la mitad de un inodoro.
¡Qué incómodo!

Después de pagar en enero las cuentas de los eventos disfrutados en diciembre y quedar dolorosamente convencido de "lo cara que está la vida", a mis habituales resoluciones de Año Nuevo (comer y dormir menos, masticar mejor, leer más, hacer ejercicios, cortar la yerba y lavar el carro cada dos semanas) agregué gastar solamente lo necesario, lo imprescindible. Decidí reducir gastos. Nada de lujos innecesarios. Diversiones pocas y baratas.

Mis planes de austeridad económica se consolidaron durante la visita de un pariente de mi esposa que tiene "la pantalla" tan sucia que todo lo ve negro. En negativo, sin remedio. Hacia abajo, en picada, con ojos de tiñosa... con razón lo llamo: "El ratoncito Miguel", el personaje de una canción infantil que dice: "la cosa está que horripila y mete miedo de verdad..."

Mi mujer aceptó, sin darme estática, mi decisión de ahorrar. Para celebrar el Día de los Enamorados sugirió ir a bailar a un guateque en casa de nuestros compadres. Allí compartiríamos con amigos y conocidos, tendríamos música que yo puedo bailar y resistir sin volverme loco o descoyuntarme. Llevaríamos algunos "piscolabis" y la botella de "uiski" que me regaló el vecino americano, agradecido porque le recojo sus latones de basura de vez en cuando. 

Me agradó la idea. Siempre me he divertido en las fiestas particulares, con amigos y vecinos. Como una muestra de amor en tan "señalada" fecha (en periódicos, radio y televisión) decidí complacerla. Aflojé un poco la mano por tratarse de pequeños gastos. Bajé la guardia y me noquearon en el primer "round".

Para ir "presentable" fue necesario incurrir en algunos gastos "accesorios", como los calificó mi cónyuge. En el salón de belleza: lavado profesional de cabeza, teñido parcial del cabello conocido como "rayitos" que consiste en darle color a las canas en puñaditos, coronando esas "menudencias" con un peinado de última moda, carísimo, copiado de una revista francesa: "Le Guillotine" 

El vestuario de mi dama, también fuera de presupuesto, comprendía: un vestido de tela peludita como la de los telones de los teatros. La saya era más larga por un lado. Me equivoqué al pensar que a la modista se le había resbalado la tijera o que el "uiski" que toma como medicina para la presión arterial le había afectado la visión. Con algo de desprecio hacia mi ignorancia se me explicó que ese "desperfecto" está "de última". 

Haciendo juego con el vestido se compró unos zapatos que se usaron cuando nos casamos y han vuelto a estar de moda... a un precio ahora con el que era posible comprar entonces una pierna artificial, dos muletas y un par de patines de la marca "Union #5".

Consciente de nuestros planes de ahorros y también de lo que usan los hombres bien vestidos que aparecen en los catálogos de las tiendas grandes, decidí ir al baile enfundado en un traje de hombros y solapas anchas y pantalones con pliegues que compré cuando, con mi primer sueldo, tuve que escoger entre él o un televisor en blanco y negro que quedó en "stand by". Iría "de última" vistiendo lo que hace décadas estaba en un rincón del escaparate.

EN SERIO:

El amor produce efectos maravillosos. Para ello tiene que pasar del sentimiento a la expresión.

Del corazón debe hacerse vida. El amor se manifiesta buscando el bien de lo amado. El amor compromete dulcemente. Nos hace darlo todo, hasta entregarnos nosotros mismo. El que ama tiene el corazón lleno de sentimientos nobles: Cariño, bondad, afecto, comprensión, abnegación, desinterés, heroísmo. 

El amor se da, se siente y se aprecia en cualquier forma en que lo expresemos. Podemos manifestar amor en palabras o por medio de acciones. Algunas veces no se necesitan palabras, los pensamientos y sentimientos de amor pueden sentirse. Otras veces podemos manifestarlo de manera externa: una llamada telefónica, una carta, una frase de aliento, una mano que ayuda.

El amor a la patria va más allá de cantar un himno o recitar unos versos. Se manifiesta ese amor sirviéndola, respetándola. Si es libre, se le sirve cumpliendo sus leyes, cooperando en su progreso, a su tranquilidad. Escogiendo sus gobernantes, participando en las actividades de la comunidad.

Si está esclavizada, se le sirve dando a cambio de su libertad lo que ella reclame: la voz que puede llegar con la palabra a las mentes y los corazones, la pluma del escritor y el talento del pensador, las lágrimas de los ancianos, los bríos y la pureza de los jóvenes, los centavos del pobre, los recursos del acaudalado, la sangre del combatiente, los temores y el dolor de las madres, las esposas y las novias... y los esfuerzos y las oraciones de todos. Recuerda: "La medida del amor es amar sin medida".