De nuevo a la Ermita

Autor: Manolo Campa

    

     De vez en cuando, para fortalecer las esperanzas de ver a mi patria libre de las ataduras que hoy sufre, voy a la Ermita de nuestra Patrona, la Virgencita de la Caridad del Cobre.  En aquel pedacito de Miami donde se siente y se huele a Cuba, los hijos de la Perla de las Antillas, oramos por la tierra en que nacimos y que no olvidamos.  A nuestra Virgencita le contamos nuestra tristeza y nuestros anhelos y salimos de allí aliviados, con renovada confianza y con nuevas energías.  

     La vista incomparable del mar y la brisa vigorizante, reciben cordiales al visitante..  Desde que estaciono el automóvil y desciendo del mismo, empiezo a sentirme en mi ambiente.  Las palabras efusivas que se escuchan y la  mezcla de olor a mar y a tabaco, me indican que estoy cerca de mi gente.  

     Un cubano con alegría contagiosa, hablando a todo volumen, como los radios en casa de sordos, luciendo una guayabera almidonada, un bigote encanecido y una espléndida sonrisa que mostraba algunos espacios sin dientes, a todos dedicaba frases cariñosas personalizadas con recuerdos de un pasado común.                                                                                              

     Este era uno de esos personajes simpáticos cuya edad es difícil de precisar porque, aunque los años le habían estropeado la fachada (como a las casas en el Malecón habanero), la alegría y la sandunga que compartía  con todos, lo rejuvenecían.  Sin desprenderse nunca del tabaco que aprisionaba entre los dientes que aún lucía, a todos recibía con abrazos y algunas malas palabrillas que no sonaban fuera de lugar.  

     Los abrazos efusivos que daba y recibía, y la vibración constante de su hemorragia verbal hicieron que el tabaco se apagara.  Por un minuto se apartó del grupo, hizo mutis para con un fósforo encender de nuevo el habano, elaborado en Hialeah con hojas dominicanas.   

     Encender un tabaco con elegancia es todo un arte que solamente dominan los buenos fumadores.  Este arte tiene su ciencia: al puro, primero, se le da vueltas entre los dedos para, acariciándole, extender bien toda la capa de afuera... con deleite se pasa por delante de las narices como si fuera una filarmónica, para por el olor, tener una idea por adelantado de la calidad que se va a fumar.  En busca de mayor placer y mejor inhalación del costoso humo, con los dientes se le arranca un pedazo pequeño al extremo que va a la boca.  Con afectación semejante a la del sacristán que enciende las velas del altar con un fósforo, se le da candela... se colocan los labios en la forma y con los movimientos de un cochinito pegado a la ubre de la madre.  Una vez verificado que en el extremo hay fuego, se dispone del fósforo con despreocupación, sin mirar en donde cae, embelesado el fumador con el embrujo de la hoja prieta.        

     Una de esas matriarcas que por la edad y el temple “le cantan las cuarenta” a cualquiera, pasó con su séquito de amigas por donde estaban los fumadores echando humo de tabaco como chimeneas de incineradores.  Se detuvo a unos pasos de ellos y después de hacer contacto visual con cada uno de ellos, les dijo con firmeza:  “Qué humo más apestoso... apaguen esas tagarninas.”

 

EN SERIO:  

     El 8 de septiembre de 1966, el entonces Arzobispo de Miami Coleman F. Carroll, durante el sermón llamó al pueblo cubano en el exilio a construir un santuario en honor de la Patrona de Cuba.  El llamado fue escuchado y se construyó el Santuario.  Los años de esfuerzos... años de oración, rezando sin fallar;  años de limosnas donde predominaba el centavo, son demostración palpable de un pueblo que cree en la oración.  La Ermita es obra de oración.  No se recogió con otros fines.  No se prometía la construcción de un colegio, de un hospital o de un asilo para ancianos... se levantaría una casa para orar... un Santuario a la Virgen de la Caridad.  El resultado ha sido una prueba de que lo espiritual todavía predomina en el pueblo cubano.  

      De Monseñor Agustín Román, son estas palabras:  “Este lugar ha sido el lugar de la oración.  El lugar del encuentro de un pueblo desterrado con su Dios.  El silencio interrumpido por el choque de las olas de los mares que bañan a Cuba junto a las tierras generosas que han sido regadas con las lágrimas de los que pierden la patria, ha hecho de este un lugar santo dedicado a Aquella que prestara sus entrañas para que la humanidad y la divinidad se unieran en Jesucristo, el Salvador.”        

     En estos momentos la Ermita es un centro de visitas, un libro de historia y geografía de Cuba abierto al mundo.  Además de cubanos, la visitan hispanoamericanos, norteamericanos, canadienses y europeos.  Enseña al mundo libre lo que era y sigue siendo la Cuba nuestra.  El Santuario es un monumento a la fe de un pueblo que vive, que permanece vibrando en el amor a Dios y a la patria.