Navidad

Autor: Manolo J. Campa  

 

 

  Aunque lleve una caterva de años en la alforja de mi vida, todavía algo del niño que fui retoña en la Navidad.  Cuando se acercan los días en que los cristianos celebramos el nacimiento de Cristo, una cierta ternura llamada “espíritu navideño” hace más agradable la existencia.  Los gratos recuerdos de un ayer inolvidable son más vívidos.  Las ilusiones alejan pesares.  El ánimo rejuvenece, disfrutamos reuniones con amistades iniciadas en nuestra infancia.  Disfrutamos con más intensidad el darnos a los que nos necesitan.  

   Los nietos, en vacaciones, a nuestro cuidado, llenan nuestra casa de risas, cantos, trastos, meriendas frecuentes, debates y peloteras también frecuentes.  Cancelo mis usuales  siestas después de almuerzo porque es imposible dormir en un gallinero alborotado.  Cuando los críos van perdiendo los bríos, se apoderan del televisor del sufrido abuelo para reponer energías disfrutando de sus interminables programas infantiles. La lectura del periódico la aplazo para la noche, cuando “todo esté en calma”.  Y al llegar la noche, la fatiga del combate, hace que me rinda el sueño cuando apenas he leído los titulares.  

   Lo he escrito antes y lo reitero ahora: Los nietos se disfrutan más que los hijos… porque de los hijos nadie nos rescataba… mas, cuando los nietos angelicales de la  mañana se han convertido en los delincuentes infantiles a la caída de la tarde… aparecen   los padres y nos libran de ellos.          

   Tradicionalmente los que fuimos condiscípulos en las aulas del colegio de gratos recuerdos nos reunimos en un almuerzo navideño.  Y que alegría volver a vivir juntos los mejores años de nuestras vidas.  No me puedo explicar como unos hombres tan jóvenes podemos ser tan viejos.  Las frondosas y ondeadas cabelleras de juveniles tonalidades ahora son crestas pelonas o coronadas de respetables blancos cabellos.  

   Que hemos cambiado, no lo puedo negar.  El hipocondríaco ya no lo es… ahora, sencillamente, está enfermo en serio. El “castigador” de rubias y trigueñas ha dejado de serlo… después de varios divorcios que le han costado una fortuna, se ha aficionado a las novelas televisadas, donde se ve personificado por galanes con acento colombiano.  Aquellos dirigentes estudiantiles, los “comecandela”, los bravucones de antaño ya no lo son… ahora son obedientes ciudadanos de la tercera edad subordinados a sus esposas.  

   Que no somos como éramos, lo dije en el párrafo anterior.  Y bendito sea Dios por permitirnos disfrutar de la vida sin darle importancia a las limitaciones que imponen los años que es saber envejecer con garbo. Verbigracia: Los cuentos ya dichos se vuelven a contar y se escuchan como si fueran de estreno porque la memoria fallida facilita la capacidad de asombro.

    Los inesperados cambios de personalidad, se aplauden aunque nos sorprendan.  En el almuerzo de hace unos días, el más travieso de la clase entonces, con asombrosa formalidad, bendijo los alimentos, dio gracias a Dios por los que estábamos allí reunidos y pidió, emocionado, por los que nos han precedido en “el camino de todos”.  Y cambiando de lo luctuoso a lo venturoso, con alegría nos deseó una ¡Feliz Navidad!

 

EN SERIO:

 

   Los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús, de ahí el nombre de Navidad.  Por lo mismo a todos se les desea una “Feliz Navidad”.  El arbolito, Santa Claus y los ornamentos son añadiduras bonitas y coloridas pero sin mayor significado.  Con el Nacimiento –belén en algunos países- nuestra fiesta tiene lo esencial.  

¿Por qué al aproximarse las fiestas Navideñas comienzan los esfuerzos de algunos grupos por acabar no sólo con nuestras tradiciones cristianas sino hasta con los saludos tan típicos de esta época del año?  Más que la respuesta a esta pregunta me interesa proponer que no aceptemos, sin más, que nos digan “Happy Holidays”.  A este saludo genérico respondamos con un apropiado “Merry Christmas” o Feliz Navidad.  

   No seamos remisos en saludar a un judío con un “Happy Hanukkah”, a un musulmán con un “Happy Ramadan”, y a un ateo con un “Feliz Descanso”. Dando a cada cual lo suyo estaremos contribuyendo a la paz y demostraremos una vez más la tolerancia a la diversidad que ha caracterizado a nuestro gran país.  

A ti y a los tuyos, amigo lector, les deseo una muy Feliz Navidad.