Camisetas Anunciadoras

Autor: Manolo J. Campa  

 

 

   En el vestuario de los elegantes de principios del Siglo Veinte no faltaba nunca la camiseta sin mangas y el chaleco.  Ambas prendas de vestir pertenecen a la misma familia de prendas mancas.  El chaleco era el complemento de elegancia que se vestía para poder lucir una cadena de oro uniendo los dos bolsillos situados a cada lado del ombligo.  

   El “chévere” del barrio se distinguía por su manera peculiar de caminar, contoneándose lentamente para llamar la atención a su paso por la acera frente al “solar” donde vivía la mulatica que enamoraba.  Aquellos “guapos de barrio” interpretaban la elegancia a su manera: vestían la camisa sin abotonar para dejar ver la camiseta atlética, impecablemente blanca, con un monograma con sus iniciales, bordado en el lado del corazón.  

   En los primeros años del Siglo Veintiuno la comodidad y lo insólito en la manera de vestir se han impuesto. La elegancia está en decadencia.  Lo último de la moda para ambos sexos son las camisetas con letreros llamadas “T-shirts”.  

   La “T-shirt” con escritos al frente y al dorso es una variante de los “hombres sándwiches” de una época archivada en el cofre de los recuerdos.  Otrora, cuando se quería anunciar algo especial de un negocio, delante del mismo se paseaba un individuo con un cartel al frente y otro a la espalda, sostenidos por unos tirantes que descansaban en los hombros.  Esta era una manera económica de buscar clientela.  Casi siempre, al que estaba “emparedado” se le pagaba con un plato del “arroz con pollo” que anunciaba.  

   Hasta hace poco era normal que el anunciante regalara la camiseta que llevaba su anuncio.  Hoy está “de última” lucir unos “polo shirts” con el nombre de algún modisto francés, italiano, dominicano… que cobra por la prenda de vestir y porque lo anuncien.  Esto ha dado lugar al insólito caso de que el consumidor pague por anunciar al que recibe el beneficio de la propaganda.  

   Los que iniciaron esta moda la copiaron de los uniformes de los deportistas que llevan el nombre del equipo al frente y el número y el apellido del jugador en la espalda.  Por lo regular, el atleta de espalda ancha, que parece haberse puesto la camisa con el perchero dentro, se apellida “Pi”, y le alcanza el espacio en la tela para su nombre y el del pueblo donde nació.   Por el contrario, el “pitcher” flaco, alto y huesudo, con espalda estrecha que no sobresale más allá de sus orejas, se llama “Mancowildosky”.  

   Hasta el momento el “Jai-lai” es el único deporte que se ha mantenido sin identificar a los jugadores que sudan la paella en la cancha.  Se comprende que es imposible escribir en el limitado espacio de una espalda los apellidos de los pelotaris vascos. Por ejemplo:  “Patagambamendi” o “Biscocegatorri menor”.

 

EN SERIO:

 

   Los Hermanos del Colegio De la Salle influyeron en mi formación.  El Hermano Néstor María fue uno de ellos.  De una de sus cartas son estos atinados  consejos: “Que el optimismo nunca te abandone y procura sembrar optimismo porque es una forma bellísima de derrochar caridad.  La persona verdaderamente fuerte es la que no deja nublar su mente por el pesimismo… Busca y escudriña hasta que percibas un rayo de luz en algún rincón de las tinieblas más oscuras.  Procura hacer lo que escribía Marden: ‘Al levantarnos por la mañana debemos borrar de la pizarra de nuestra mente toda pintura discordante y depresiva y sustituirla con otra u otras armoniosas, elevadas, vivificantes’.  

   También el entusiasmo y el buen humor son los mejores médicos ya que el descontento es la causa de la vejez prematura.  Los años arrugan la piel, pero sólo el abandono del entusiasmo arruga el alma.  Hay que aprender el arte de decir frases alentadoras; a callar y reservarse para cada uno, es decir para si, las dificultades, a ocultar los dolores y suprimirlos bajo una bondadosa sonrisa.  Solamente marchan adelante los capaces de saltar las alambradas del obstáculo y del prejuicio.  La sonrisa es el más eficaz mensaje de la vida.”