Vientos huracanados

Autor: Manolo J. Campa  

 

 

Las estaciones de radio y televisión y las amigas de mi esposa, nos informaban sobre la potencia y la cercanía del ciclón que nos amenazaba.  La llegada del huracán me cogió desprevenido.  Busqué las linternas y solamente encontré una, sin pilas.  En las tiendas no quedaban “baterías”, solamente encontré un paquete de velas, de las que se ponen en la Corona de Adviento.  

   Recibí instrucciones precisas de ir a comprar alimentos que no necesitasen refrigeración.  Me di gusto comprando cereales… de los que anuncian en los programas infantiles que ven mis nietos más pequeños.  Esta vez no fui criticado por los víveres que compré.  No podían hacerlo, había una sola alternativa, parecida a la de los solterones que quieren dejar de serlo: echarle mano a lo que quedaba… y eso hice.  

   Mis dos hijos, con mi ayuda, y a pesar de ella, en unos cuarenta minutos colocaron las planchas metálicas para proteger las ventanas y los ventanales del “Florida Room”.  Sabiamente, para que no dejara tuercas sin apretar o poner, me asignaron otra labor más en concordancia con mis aptitudes: colocar en la terraza los helechos, las malangas, las “malas madres” y otras hierbas del vivero de mi esposa.  Lógicamente, en las plantas había ranitas y lagartijas que tuve que perseguir, capturar y devolver al patio.  

   Con puntualidad de caballero británico llegó el ciclón con sus vientos huracanados.  Cuando nos quedamos sin electricidad mis riñones empezaron a funcionar con inusitada frecuencia, directamente relacionada con emociones que se transformaban de preocupación en inquietud, y de ésta en acoquinamiento.  

   Todos los parapetos y trancas que protegían mi casa no lograban darme tranquilidad ante la inclemencia de los elementos.  Cuando más “arratonado” estaba recordé la frase: “nunca es más hombre, un hombre, que cuando cae de rodillas y reza”.  Busqué mi rosario y lo encontré dentro de su bolsita empolvada.  El polvo me dió coriza y también pesar al sentirme miembro del grupo de los que “le rezan a Santa Bárbara, solamente, cuando truena”.  

   Al llegar la calma definitiva, salí a echar un vistazo a los daños.  En el patio, sobre la cerca descansaba, mortalmente desraizada, la mata de toronjas.  El ciclón se llevó la sombra que daban a mi patio las matas de limones de mi vecino del lado oeste.  Ahora nos castiga más el sol y no tenemos aquellos jugosos limones sin semilla.  

   Mis percances fueron pocos pero la cuadra estaba intransitable… hasta que los vecinos más jóvenes, a machetazos, en solidaridad y camaradería, fueron abriendo el paso.  Quise ayudar.  Saqué mi machete, el rastrillo y la pala oxidados… y los años y la inactividad se hicieron sentir en mi brazo y en mi espalda, también enmohecidos.

   Busqué hacer algo que estuviese de acuerdo con mis facultades físicas: en una carretilla destartalada me dediqué a llevar ramas pequeñas hacia el frente de la casa.  Conclusión: me picaron las hormigas, me arañaron las espinas de los gajos de los limones y las toronjas… y eran pocos los resultados de mis esfuerzos bajo el sol abrasador.  

   Los contratiempos me impulsaron a buscar una labor menos severa, bajo techo, aunque tuviese que ponerme a las órdenes de “la madre abadesa”, la coordinadora de actividades en el “post ciclón”: ¡mi mujer!

 

EN SERIO

 

   Es indiscutible que entre los dos partidos de nuestro gobierno, Republicano y Demócrata, hay grandes diferencias y muy pocos esfuerzos por las dos partes por solucionarlas.  Estas diferencias atacan todos los aspectos de nuestras vidas: moral, costumbres, tradiciones, etc.  

   A esto tiene que ponérsele fin si de verdad nos preocupa la paz y el progreso de nuestro país.  Tenemos que analizar el problema ya que puede que vaya más allá de lo que nos imaginamos y quizás esta división debilite a nuestro gobierno y beneficie a nuestros enemigos.  

   Que el Señor nos haga ver más claro, nos llene de una actitud conciliadora y sea nuestra guía para que los dos partidos puedan presentar un frente unido y gobernar en paz y para beneficio de todos en este gran país.” Carmen Campa, Sección Perspectiva, El Nuevo Herald.  

   Jesús, Nuestro Señor, sobre las consecuencias que enfrentan los pueblos divididos, dijo: “Todo reino dividido en partidos contrarios quedará destruido; y una casa dividida en fracciones camina a su ruina”.  Ojalá tomen nota los políticos que nos representan para que dejen a un lado la politiquería y los complots para llegar o mantenerse en el poder.