En Jesús confiemos 

Autora: Magaly Llaguno

Fuente: Vida Humana Internacional

 

 

Cuando Jesús y sus discípulos se encontraban en una barca en el lago camino de Gerasa, "se desató una fuerte tormenta sobre el lago, y la barca empezó a llenarse de agua y corrían peligro de hundirse. Entonces fueron a despertar a Jesús diciéndole : ‘¡Maestro!¡Maestro! ¡Nos estamos hundiendo!' " (San Lucas 8: 22-25) San Mateo afirma que "la tormenta era tan fuerte que las olas cubrían la barca." San Marcos nos dice que la barca "se llenaba de agua", e inclusive los discípulos regañaron a Jesús diciéndole: "¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?" (San Marcos 4: 37-38) Está claro que existía un peligro real, y como bien dijo Jesús, los discípulos tenían mucho miedo (San Marcos 4:40), un miedo que estaba justificado. 

Sin embargo, cuando Jesús recriminó a sus discípulos por su falta de fe (San Mateo 8:26, San Marcos 4:40), quería enseñarles una importante lección; una lección que después reafirmó cuando caminó sobre las aguas y le pidió a Pedro que también lo hiciera. El quería que aprendieran que cuando quitamos nuestros ojos de él es cuando nos hundimos como le pasó a Pedro, no solo con respecto a la dirección que toma nuestra vida, sino también en lo que concierne al pecado. 

San Pablo nos dice : "Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí. No quiero rechazar la bondad de Dios..." (Gálatas 2: 20-21) Sabemos que Dios nos ama hasta el delirio, pues entregó a las torturas y a la muerte a su único hijo tan amado, para poder salvarnos. Sabemos también que su amado hijo Jesús vive en nosotros. ¿Cómo podemos dudar ni siquiera un instante, de que Dios quiere darnos todo lo que sea para nuestra salvación? Si dudamos de que Dios nos ama y pensamos que nos ha abandonado en momentos de temor o dolor, estamos rechazando "la bondad de Dios". 

Señor, fortalece nuestra fe hasta el punto de que podamos "caminar" sobre las aguas de la angustia, el temor y el dolor fisico y espiritual sin hundirnos, confiando solamente en tu amor y tu bondad infinita. Recordemos las palabras que le dijiste a tu gran profeta Isaías: "Pero ahora, Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice : ‘No temas, que yo te he libertado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo, si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás, las llamas no arderán en ti. Pues yo soy tu Señor, tu salvador, el Dios santo de Israel. Yo te he adquirido...porque te aprecio, eres de gran valor y yo te amo.' " (Isaías 43: 1-4)