La confesión

Autora: Magaly Llaguno

Fuente: Vida Humana Internacional

 

 

San Pablo Apóstol nos dice en I Corintios 3:16: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" 

Cuando vamos a recibir a un huésped importante en nuestro hogar nos apresuramos a prepararle el mejor lugar, un lugar del cual no tengamos que sentirnos abochornados. Nos esforzamos porque ese lugar esté en orden, limpio y listo para recibirle. No nos atreveríamos a alojar a alguien en un cuarto sucio o desordenado. Sin embargo, ¡cuántas veces acudimos a recibir la Santa Comunión, el cuerpo de Cristo, teniendo en nuestra alma las manchas del pecado! 

Preguntémonos diaramente a nosotros mismos, especialmente antes de recibir la Santa Comunión: ¿está mi templo listo para recibir a tan ilustre visitante? Y cuando le recibimos, ¿lo hacemos con verdadero gozo, agradecidos por ese singular privilegio? ¿Acaso no se sentiría grandemente ofendido un huésped que fuera recibido con indiferencia? 

Alojamos a Dios en nuestro corazón, que quizás se halle lleno de envidias, ira o soberbia, y tratamos al Divino Huésped peor que al más indigno visitante. ¡Cuán importante es frecuentar el Sacramento de la Confesión! 

Antes de recibir al Señor Jesús en nuestra alma, aseemos ese templo con una buena confesión, y pidamos la gracia del remordimiento, de darnos cuenta cuando caemos en un pecado, por muy venial que éste sea. Así El podrá sentirse a gusto dentro de nosotros, Su Templo. 

¡Oh, Dulce Huésped del alma, danos las gracias para comprender mejor la importancia de la confesión, y agradecerle con todo el corazón al Dios Creador de todo lo visible y lo invisible, el venir a morar en nosotros, Su Templo, a través de la Santa Eucaristía!