La parábola del hijo pródigo 

Autora: Magaly Llaguno

Fuente: Vida Humana Internacional

 


"¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre!" (Lucas 15: 11-24 ) , se dice a sí mismo el hijo que abandonó su hogar para satisfacer su ego y sus deseos carnales. Es un pensamiento egoísta lo que primeramente lo impulsa a desear volver a la casa de su padre, piensa en cuánto mejor estaba él allí, en lo que perdió, en las ventajas de volver. 

Pero es el amor de su padre, quien lo recibe con los brazos abiertos, lo que le permite decir con sinceridad y arrepentimiento: "Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti, ya no merezco llamarme tu hijo." 

¡Qué dolor tan grande sintió ese padre al ver a su hijo perdido, el hijo por quien tantos sacrificios había hecho y que con tanto amor había cuidado y alimentado por largos años! ¡Qué dolor tan grande sentimos nosotros, Señor, cuando un hijo nos abandona para seguir el camino de la perdición! Y tú, Padre Eterno, que nos has creado para ti, que con tanto amor nos has cuidado y consolado por innumerables años, sin siquiera una palabra de agradecimiento por parte nuestra - cuánto mayor el dolor tuyo Señor, cuando tus hijos te abandonan a ti, su padre, su Dios, para correr tras otros dioses: el dinero, el placer, los vicios… 

Y si el padre del hijo pródigo lo esperó con paciencia, amor y misercordia, ¡con cuánta más nos aguardas tú Señor a nosotros, cuando nos alejamos de ti! 

Señor, cuantos de tus hijos volvería a ti, si como el hijo pródigo se dieran cuenta de lo mucho que han perdido. "Si los pillos conocieran las ventajas de ser buenos, serían buenos por pillería", dijo alguien. Señor: ábreles los ojos a nuestros hermanos cegados por el egoísmo, para que después, motivados por tu amor y tu misericordia, vuelvan a Ti