La resurrección de Lázaro 

Autora: Magaly Llaguno

Fuente: Vida Humana Internacional

 

 

"Estamos aguardando al Salvador Jesucristo, Señor Nuestro; el cual transformará nuestro vil cuerpo y lo hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas" (Filipenses 3:20-21) 

Cuando este cuerpo corruptible desaparezca, al pasar por la puerta de la muerte, Cristo nos ha prometido otro aún más perfecto, transformado como el suyo en glorioso. ¡Cuánto nos ama el Señor! Nos ha creado y formado "desde el vientre materno", cada uno distinto del otro para así mantener nuestra individualidad. Continuando su labor de Creador, moldea cada rincón de nuestra alma. Pero aún después de la muerte, todavía nos promete no solo que nos devolverá el cuerpo terrenal que tuvimos en vida, sino que nos lo convertirá en un cuerpo glorioso como el suyo. Ese cuerpo glorioso, ya no tendrá defecto alguno, ni físico ni espiritual, pues aquellos que en esta vida no podían caminar, correrán alegremente en la otra. El nos hará a todos, como originalmente nos había creado en cuerpo y alma: el nuevo Adán y la nueva Eva; ¡sin mácula de pecado, enfermedad, o deformidad alguna! 

La resurrección de Lázaro fué una prueba, de que el Señor no solo es capaz de devolver la vida, como Dueño y Señor que es de ella; sino que puede restituir al cuerpo a su forma original, aún después de haber comenzado a sufrir este la corrupción de la muerte. Si así pudo hacerlo con Lázaro, mientras todavía no había "entrado en su Reino"; ¿qué no podrá hacer con nosotros, ahora que le ha sido otorgado "todo poder y toda gloria?" 

Gracias, señor, de la vida, por formarnos, guiarnos y cuidarnos desde el vientre materno. Tanto nos has amado, que con tus amorosos cuidados prodigados a través de la vida terrenal y después de la muerte, nos llevas dulcemente de la mano hasta la vida eterna; para que no perdamos el camino durante tan larga y difícil jornada. 

Señor, te pedimos que podamos aceptar cualquier imperfección física de nuestro cuerpo, por grande o penosa que pueda ser; con la esperanza de que algún día, en la próxima vida desaparecerá; cuando Tú nos des el nuevo cuerpo glorioso que nos has prometido. Ayúdanos también Señor, a recordar que la vida que nos espera después de la muerte, no solo es infinitamente más completa y feli, sino aún más importante, pues la compartiremos contigo por toda la eternidad. ¿Puede acaso existir mayor felicidad que esta?