La lepra espiritual

Autora: Magaly Llaguno

Fuente: Vida Humana Internacional

 

 

En la antigua Israel los leprosos eran proscritos de la sociedad. La ley los obligaba a permanecer alejados de las demás personas y les llamaba impuros. Sin embargo, Jesús se compadeció de ellos y les sanó, no sólo física sino lo que es más importante aún: espiritualmente. Dice el evangelio de San Marcos (1:40): "Vino también a él un leproso a pedirle favor, e hincándose de rodillas le dijo; ‘Si tú quieres puedes curarme'. Jesús, compadeciéndose de él extendió la mano, y tocándolo le dice: ‘Quiero, sé curado'. Al instante desapareció de él la lepra y quedó curado." 

Señor, el pecado es para el alma lo que la lepra para el cuerpo; nos aisla de nuestros hermanos haciéndonos impuros. Sin embargo, Tú amas lo mismo al pecador cuya alma ha sido deformada por el pecado, que al pobre leproso o a aquél niño nacido con una deformidad. Sana nuestras almas Señor, límpialas de todo pecado por insignificante que este sea, como hiciste con aquel leproso y con muchos más. Que podamos decir con San Pablo: "No soy yo quién vive sino Cristo el que vive en mí". (Gálatas 2:20). Nuestro cuerpo es el templo de Dios, mantengámosle inmaculado para que El pueda permanecer en nosotros para siempre. "Por cuanto somos hechura suya, criados en Jesucristo para obras buenas, preparadas por Dios para que nos ejercitemos en ellas." (Efesios 2:10)