Dios y los mineros

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Dios sigue hablando hoy por los acontecimientos que vivimos en nuestra sociedad. Una de las grandes lecciones que nos da el Antiguo Testamento es que la historia humana está habitada por una Presencia que alienta, da fuerza y esperanza. Por eso vale la pena creer. 

En estos últimos meses – agosto y octubre 2010- hemos vividos la tragedia de unos hombres, sepultados a más de 700 metros bajo tierra. Hemos seguido paso a paso los pormenores de esta gran hazaña: la noticia de que estaban vivos, cómo se repartían la comida, las fotos e imágenes que nos transmitían los medios…Nos han servido con lujo de detalles la aventura de unos hombres y la supervivencia de los mismos. Hemos experimentado que no somos una isla sino una aldea global. Parecía que todo el mundo era chileno y trabajaba en la mina. 

En estos días, varios mineros, se encuentran en España. Nos han proporcionado imágenes de los mineros y sus familias. La solidaridad de todos ha sido una nota destacada. Unos han proporcionado la tecnología, otros han ofrecido su experiencia en este campo. Las autoridades chilenas han puesto al servicio de estos ciudadanos cautivos su tiempo y lo mejor de ellos mismos. Este mundo en el que vivimos cuando se abre a la solidaridad y al servicio de la vida es maravilloso. 

Era impresionante, cuando el día señalado, uno a uno iban saliendo de la entraña de la tierra. ¡Cuánta gente se ha emocionado y conmovido cuando los veían salir a la superficie sanos y salvos! La alegría y el entusiasmo eran desbordantes para unas familias que habían vivido la zozobra y la angustia de la separación de sus seres queridos. “Hemos vivido una jornada mágica, de emociones profundas y alegrías desbordantes, que no olvidaremos jamás. Los chilenos hemos cumplido con Chile”, dijo el presidente del país.  

La presencia de Dios se hizo una realidad en todo el acontecimiento: en las conversaciones de los mineros, en las declaraciones de sus familiares, en los que colaboraron más de cerca en el rescate y en todo lo que se ha escrito sobre este asunto.

No me extraña porque Dios y la religión están en la misma entraña del pueblo iberoamericano. “Estuve con Dios y estuve con el diablo, me pelearon, me ganó Dios. Me agarró de la mejor mano”. Así se expresaba uno de los mineros nada más salir y acompañado de sus familiares. “Esto es un milagro de Dios”, dijo uno de los cercanos a los rescatados. 

El 14 de octubre cuando iban saliendo uno a uno, vestían una camiseta, se podía leer en la misma: “¡Gracias Señor!” En la espalda unas palabras de un Salmo: “En tus manos están las simas de la tierra, y suyas son las crestas de los montes” (Salmo 95,4). 

“Durante la extensa y emocionante tarea de rescate de los 33 mineros, los chilenos no han perdido de vista que detrás de esos dolores y trabajos, sólo Uno podía terminar bien la faena. Los mineros han invocado a Dios, sus familias han pedido a Dios, los rescatistas se han encomendado a Dios, las autoridades han confiado en Dios, los simples espectadores vamos dando gracias a Dios. Unánime: los chilenos de todas las religiones -mayoritariamente cristianos, fundamentalmente católicos- hemos pedido el suplemento divino a nuestros esfuerzos humanos”.  

Con estas palabras, recogidas de un periódico chileno, se expresaba el sentir de todos, de una sociedad que se vuelve a Dios, expresando su fe como lo más preciado de su vida y como garantía de la esperanza que nos abre las puertas del futuro. Merece la pena creer en Dios y poner en Él la confianza porque nos saca del abismo, nos libra de nuestros infiernos y nos prepara un porvenir de paz, felicidad y buena convivencia.