Una visita a Toledo

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

-Religión, diversidad y democracia-

 

Me encanta Toledo. Lo he visitado varias veces y me gustaría volver. Este verano visitando la catedral me parecía una Biblia labrada en piedra. Los retablos, los cuadros, los ornamentos sagrados, las imágenes,... Todo nos habla del cristianismo. La fe se ha metido tan profundamente en nuestro pueblo que no se puede comprender nuestra sociedad sin el catolicismo.

 

Una cultura religiosa es imprescindible para entender Europa. Toda la vida de Cristo, desde el anuncio del ángel hasta Pentecostés o Venida del Espíritu Santo, está plasmada en los retablos y pinturas. Es indispensable conocer algo de Moisés, Juan el Bautista, Cristo, María, los discípulos de Cristo, etc. De lo contrario podemos caer en el peligro que nuestras generaciones venideras piensen que Pablo de Tarso es una invención de Hollywood. Igualmente podríamos decir de la literatura. En estos momentos estoy leyendo una obra de García Márquez. En sus escritos se encuentran muchos elementos del catolicismo colombiano. Incluso nuestro mismo lenguaje en la vida ordinaria y nuestros refranes están teñidos de religión y cristianismo. Olvidar lo religioso sería marginar nuestra propia identidad.

 

La visita a Toledo me informó de cómo en tiempos pasados fuimos capaces de convivir con los judíos y los musulmanes. Una cultura religiosa, en el momento actual, tiene que estar abierta al conocimiento de otras religiones, especialmente del Judaísmo y el Islam. ¿Quién fue el rey David? ¿Quién fue Mahoma? ¿Cómo se presentan hoy estas religiones? ¿Cuáles son sus creencias fundamentales? Es evidente que la inteligencia del catolicismo tiene que ocupar el primer puesto en nuestra patria. No podemos renunciar a nuestro pasado. Como no podemos renegar de nuestro padre y nuestra madre aunque no estemos de acuerdo con sus ideas y sus formas de proceder.

 

Todos nos alegramos de la separación de la Iglesia y el Estado. Ninguna religión, ni el Cristianismo ni el Islam, pueden imponer ni sus doctrinas ni su ética a una sociedad pluralista. Se pasaron los tiempos en los que la sociedad española estaba diseñada por una moral católica. La razón, el sentido común y el conocimiento de nuestro pueblo nos tienen que guiar a la hora de acompañar a nuestros paisanos en esta nueva andadura.

 

Hay que ser respetuosos con el hecho religioso. Tenemos que aprender a no despreciar ni reírnos de las creencias de las personas y de sus símbolos religiosos: Mahoma, Cristo, la Cruz, la Eucaristía, la Biblia y el Corán. No es saludable para una sociedad la lucha contra la religión. Toda confrontación lleva al odio y la crispación, deteriora la convivencia y se gastan las fuerzas inútilmente. El fenómeno religioso tiene un lugar muy importante en la sociedad pero en su debido sitio. 

 

Todos tenemos cabida en una España democrática y pluralista. Nadie tiene la exclusiva de la verdad. A todos nos acecha el error. La educación en la tolerancia, el respeto y la paz son prioridad para una buena convivencia. Los conflictos hay que solucionarlos con el diálogo y el consenso. Todos estamos en el mismo barco de la historia y nadie puede ser excluido.