Puntos fijos

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Hay mucha gente desorientada. Tenemos la sensación que lo pasado se ha derrumbado. No sabemos dónde agarrarnos. El pasado parece anticuado, carca, “facha”, no queremos saber nada de él. Estamos en una gran autopista bien asfaltada, con varios carriles pero sin indicadores que nos orienten hacia donde vamos, sin saber el lugar donde nos encontramos.

 

Los medios de comunicación son un gran don de Dios. Nos permiten estar al tanto de lo que acontece en nuestro mundo y poder solidarizarnos con las grandes catástrofes mundiales. Pero a veces nos imponen el modo de pensar, hablar y actuar. Son los grandes poderosos de este mundo. Hay que tener un sentido crítico con la información que recibimos.

 

¿Qué valores transmitir a los que vienen detrás de nosotros? Mi orientación es cristiana, como oyente de la Palabra del Señor. Una persona que no tiene fe tendría que tomar otra dirección y tener otros criterios, aunque el amor, el respeto y la compasión son normas universales de comportamiento humano.

 

1.   La persona de Jesús. La primera realidad que aparece en el Nuevo Testamento es el anuncio de una persona que vivió en una tierra concreta, que por diversas motivaciones lo mataron y que los discípulos aseguran que está vivo. Los seguidores proclaman que los que creen en su nombre y se confían en El tienen vida en su nombre. El cristianismo está centrado en una persona. Antes de enseñar una moral o ética, necesitamos proclamar la vida y obra del Nazareno. Unos mandamientos sin Dios resultan un árbol sin sabia. Sin Jesús, la comunidad de los creyentes quedaría reducida a una ONG, un grupo que proporciona unos servicios pero nada más. Sin la experiencia de Cristo la Iglesia quedaría vacía de contenido, no tendría sentido. El Señor Resucitado es la riqueza más grande y el tesoro más preciado de los que creemos y nos abandonamos a El. La vida del creyente es una aventura en la que nos sentimos acompañados por el Maestro. Jamás deberíamos silenciar este nombre que se nos ha dado.

 

 

2.   “Pasó haciendo el bien”. Las generaciones cristianas que conocieron a los discípulos del Señor resumen con estas sencillas palabras el comportamiento de Jesús. La parábola del Samaritano es la explicación más clara de la ética que tiene que conformar la conducta de los creyentes en Cristo. Hay que poner ternura, cariño y compasión en todos los acontecimientos de la vida. “Mirad como se aman” ha sido una manera de ser y dar testimonio a través de todos los siglos. De hecho, todas las comunidades han tenido una sensibilidad especial por las necesidades de la sociedad, especialmente por los más abandonados.

 

3.   La celebración de la Eucaristía según aparece en los textos del Nuevo Testamento ocupa un lugar muy importante en todas las comunidades que siguen los pasos de Jesús. Por eso, en el momento presente, todas las iglesias cristianas de cualquier denominación celebran la Cena del Señor, la Eucaristía, la Misa o la Santa Comunión. Son distintos nombres que se dan al encuentro más significativo de los seguidores de Cristo. La manera de celebrar ha ido cambiando a través de los siglos aunque siempre ha tenido unas constantes. Este valor fundamental no se puede olvidar si se quiere ser fiel al mandato de Jesús. “No podemos vivir sin la Eucaristía”, así se expresaban las primeras generaciones cristianas. Antes de ser un precepto, la Misa del domingo ha sido el paso del Resucitado por las asambleas para llenarlas de sus dones. Ha sido un regalo de Dios.

 

Necesitamos unos puntos fijos, unos indicadores que nos anuncien los valores esenciales. Serán importantes en el presente y futuro, como lo fueron en el pasado. Cuando no conocemos lo que es esencial y lo que podemos prescindir en la vida, tenemos el riesgo de subrayar aquello que no es significativo. Por el contrario cuando tenemos ideas claras de lo que es prioritario nos sentimos seguros de nuestros valores.