Pensamientos del hermano Rafael

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

---Ayer al dejar mi casa, a mis padres y hermanos, fue uno de los días que más sufrí. Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas, es seguro que no hubiera podido”.

 

--- “Las tres de la tarde de un día lluvioso del mes de diciembre. Es la hora del trabajo, y como hoy es sábado y hace mucho frío, no se sale al campo. Vamos a trabajar a un almacén donde se limpian las lentejas, se pelan patatas, se trituran las berzas, etc. (…) La tarde que hoy padezco es turbia, y turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos diablillos, están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo recuerdos... En mis manos han puesto una navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes... y tan fríos... ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos.

El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados. Los diablillos me siguen dando guerra. ¡¡Que haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de luto.

Un demonio pequeñito y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos.

(…) Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra en mi alma... Una luz divina, cosa de un momento... Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Que qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa!! ¡Qué pregunta! Pelar nabos..., ¡pelar nabos!... ¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo nabos por amor..., por amor a Jesucristo”.  

 

--- Si Tú me admites, voy. (...) No me importa que el camino por donde me lleves sea difícil, sea abrupto y esté lleno de espinas. No me importa si quieres que muera contigo en una Cruz...Voy, Señor, porque eres Tú el que me guía. Eres Tú el que me promete una recompensa eterna. Eres Tú el que perdona, el que salva... Eres Tú el único que llena mi alma”. 

 

---“He venido a la Trapa, para permanecer en silencio delante del sagrario”. Y añade: “A veces dejo la pluma que no dice lo que quiero porque no sabe, y no puede, y me postro ante el sagrario y allí escribo, canto, rezo o lloro…, lo que Dios me da a entender…y lo que nadie leerá jamás”.  

 

---“No te agobien las cosas de la tierra. (…) Aún en las más negras borrascas del mundo, si elevas  los ojos a la Virgen..., algo verás” 

 

---“La Virgen todo lo puede”, “todo está en sus manos”, “todo se hace con su ayuda y la de Dios”.  

 

--- “¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria que nos pone ese puente... que es María! (…) No sé si diré algo que no esté bien, (…) pero creo que no hay temor en amar demasiado a la Virgen. Creo que todo lo que en la Señora pongamos, lo recibe Jesús ampliado... Yo creo que al amar a María, amamos a Dios, y que a Él no se le quita nada, sino todo lo contrario”. “¡¡¡Cómo no amar a Dios teniendo a María!!!” 

 

--- “Dios ha puesto a la Virgen “entre el cielo y la tierra” como intercesora, para que alcance del mismo Dios, todo aquello que nos da: guía, aliento, amparo, fortaleza, consuelo, compasión y dulzura”. 

 

--- “Yo espero con mi poca experiencia, andar ese camino de la santidad, llevar por él a mucha gente, pues si nuestro Señor se valió de doce pescadores para convertir al mundo entero, también me ayudará a mí en mi buen deseo, pues a veces se vale Dios de las cosas más insignificantes, para tocar el corazón del hombre”. 

 

---  “Si el mundo supiera cuánto se aprende a los pies de la Cruz... Si el mundo supiera que toda la Teología, que toda la Mística y la Ascética, que toda la Filosofía escrita en mil años, no sirve para nada, si no se medita y se estudia a los pies de la Cruz de Cristo (…). A sus pies, y sin ruido de palabras, se llega a ver el Amor infinito clavado en un madero... A sus pies se aprende a amar a Cristo, a despreciar el mundo y a conocerse uno a sí mismo”.

 

--- “…baste que sepáis que vuestro hijo está contento, alegre, (…) pues un triste santo, es un santo triste; pero no te preocupes, que aquí en la Trapa es donde yo he visto más alegría reunida...”

 

--- “Desde que salí de mi Trapa no escucho más que ruidos... La única música que no me molesta es la plegaria... Pero ésta en el mundo se oye poco... Todo lo demás son ruidos. Mucha gente me pregunta acerca del silencio de la Trapa, y yo no sé qué contestar, pues el silencio de la Trapa no es silencio..., es un concierto sublime que el mundo no comprende... Es ese silencio que dice: No metas ruido, Hermano, que estoy hablando con Dios…”

 

--- “A las diez de la mañana es la Misa conventual en el Monasterio, celebrada con tanta unción, y oída por los monjes con tan profundo respeto, que el hombre de poca fe no tiene más remedio que bajar la cabeza y exclamar: ¡¡Señor, Señor!!, cuántas veces he asistido al divino Sacrificio estando mi alma ausente... Señor, perdóname, que no sabía lo que hacía... Mi pequeñez y miseria nunca llegará a comprender el inmenso amor de un Dios que se humilla a descender en medio de sus criaturas para ser maltratado, o pasar desapercibido... Pero en un Monasterio Cisterciense no se puede decir lo mismo, los monjes asisten al divino Sacrificio, no solamente con sus cuerpos, sino con sus almas... Todo es respeto, todo indica veneración y amor a su Dios”.