Joven y Santo

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Entré en contacto con el Hermano Rafael cuando yo tenía 18 años y estaba haciendo el Noviciado en Segovia. Era el año 1963-1964. Un compañero me dejó un libro. Eran los escritos de un joven trapense que había muerto con fama de santidad. En aquellos tiempos era muy poco conocido. El 11 de octubre del presente año 2009 ha sido canonizado.

 

Algunos datos de su vida y su forma de ser nos pueden dar una idea de su personalidad. También señalaré algo de su rica espiritualidad, marcada por la sencillez de vida, que hace de este joven un gran buscador de Dios.

 

Nació el 9 de abril de 1911 en Burgos. Tuvo cuatro hermanos. Rafael poseía muchos talentos y también limitaciones y defectos. Los Santos no nacieron perfectos. Era simpático e inteligente, le gustaba la buena vida. Hay una descripción de su madre que nos puede dar una idea de lo que Rafael era antes de entrar en la Abadía de Dueñas (Palencia). Dice así:

 

“Rafael fue un niño inteligente y comprensivo, al que bastaba una palabra para traerle al orden cuando se introducía en alguna trastada.

Recibió muchos premios y medallas en el colegio. Sin embargo Rafael era algo indolente, no gran estudiante, ni muy aplicado.

La ilusión del joven Rafael era la pintura: plasmar en lienzos lo que su alma de artista concebía. Su capacidad imaginativa era enorme. De ahí que fue para él un triunfo el ingreso en la Escuela de Arquitectura de Madrid, siempre difícil de conseguir…

Era escrupuloso en la limpieza y le repugnaba todo lo que era feo, sucio o grosero; las palabras malsonantes… todo lo que atentaba al bien decir y a la belleza física o moral.

Buen gastrónomo y de exquisito paladar, conocía todos los restaurantes madrileños en los que mejor condimentaban los manjares de su gusto… aunque comía lo que le pusieran en la mesa”.

 

Sabemos una anécdota muy significativa. El lugar es la “Pensión Callao” de Madrid, allí residía mientras cursaba los estudios de arquitectura. Un día, una chica argentina que residía en el mismo sitio, se metió en su habitación con intención de seducirlo. El Hermano Rafael, años más tarde declara: “Si no es por un milagro de la Santísima Virgen, me hubiera sido imposible sustraerme a las garras de los enemigos del alma que intentaron arrebatarme el tesoro de la gracia y la libertad”.

 

El Hermano Rafael tuvo que vivir su fe en un contexto muy especial de la historia de España. La Segunda República estaba marcada por un ambiente anticlerical y marxista, no muy favorable para su vocación trapense.

 

A los 19 años visita la Trapa de Dueñas y se siente muy atraído por el ambiente comunitario. Más tarde dirá: La Trapa la ha hecho Dios para mí, y a mí para la Trapa. Puedo morir contento, pues ya soy trapense”.

 

¿Cuál es el mensaje de San Rafael Arnáiz Barón para los hombres y mujeres de nuestro tiempo? “Sólo Dios”. Sólo Él es todo y lo más significativo de nuestra vida. El joven trapense desde su propia vida y desde sus escritos se presenta como una gran buscador de Dios y con la fuerza de un profeta nos grita que merece la pena darlo todo por aquel que llena el corazón humano y que es la mayor felicidad que puede encontrar la persona en esta tierra. Esta experiencia de Rafael la saborea en todos los acontecimientos de su vida: en las horas de alabanza en la liturgia y en el trabajo en el campo, tan típico de la vida monástica. En sus largos silencios ante el sagrario y en lo penoso de su enfermedad. “Dios no nos exige más que sencillez por fuera y amor por dentro… En realidad qué fáciles son los caminos de Dios, cuando se camina por ellos con espíritu de confianza y con el corazón libre y puesto en Él”. San Rafael Arnaíz, ruega por nosotros.