“El Gran Silencio”

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Acabo de ver la película “El Gran Silencio”. Muestra el día a día de los Cartujos en el monasterio más significativo: “La Gran Cartuja” en los Alpes. La película de Phillip Groning la han visto cientos de miles alemanes, franceses y españoles. También la exhibieron en la Universidad de Miami. Todos han aclamado su silencio y gozaron su paz en un mundo tan estresado.

 

Una película larga, austera, llena de contemplación y silencio. No hay música de fondo, sólo se oye los cantos de los monjes y el ruido de los pasos. La vida en su estado puro. No se habla, no hay explicaciones. Al final hay un diálogo con un cartujo que es ciego.

 

¿Por qué no hay comentarios? El director en una entrevista se explica de esta forma: “No puedes utilizar el lenguaje para describir un mundo que está por encima de él… como espectador uno no entiende todas las cosas de los monjes. No importa. Mi película no tiene que dar respuesta a todas las preguntas. Si suscita interés del espectador… eso es suficiente”.

 

¿Qué impresión me ha quedado después de ver esta película? No tengo vocación de cartujo, esto no es para mí. Pero todo creyente tiene latente en su corazón el ideal de todo monje que se podría sintetizar en la frase tan conocida de Santa Teresa: “Sólo Dios basta”. En realidad la vida que se presenta pone en primer puesto el diálogo con Dios, que es la vocación suprema de toda persona humana.

 

Porque lo prioritario es la oración, el director nos muestra con frecuencia las celdas, habitaciones individuales de los cartujos. En este lugar el solitario ora, come, lee y trabaja. Ya en las sentencias de los Padres del desierto se puede leer la importancia de este lugar para la vida del monje:

“Vete, siéntate en tu celda; y tu celda te lo enseñará todo”.

“… la fidelidad a la celda lleva al monje a la perfección”.

 

Durante el rodaje el director vivió con los cartujos varios meses. Hubiera sido más fácil vivir en un hotel cercano y desde allí trasladarse al monasterio todos los días. No fue así. Quiso vivir realmente la vida de estos solitarios e integrarse al ritmo de trabajo que llevaban cada jornada.

 

Hoy llevamos una vida completamente distinta. Sería absurdo que una persona normal y corriente quisiera imitar a estos hombres. Pero pueden servirnos de inspiración. ¿En qué? En recuperar y hacer crecer nuestra vida interior, nuestro diálogo con Dios. Nosotros no podemos dedicar las horas que los Cartujos a la oración, pero sí podemos mejorar nuestras relaciones personales con el Señor.

 

Hoy consumimos mucho y tenemos a nuestro alrededor muchas cosas. La simplicidad de vida que llevan los monjes nos hace pensar que la alegría y la paz de lo sencillo nos puede hacer más humana nuestra vida. Como decía el director en la entrevista antes citada: “Hoy estamos literalmente bombardeados de información. Lo que falta –y lo que uno debe descubrir en sí mismo- es el significado de las cosas”.

 

¿Cómo se comunicaba el director con los monjes? Por medio de notas. No les gusta que se hable en la capilla, en la antesala y en los pasillos. Sólo hablan en los paseos de los domingos.

 

“Hay muchos que piensan que quieren ser monjes pero después se dan cuenta de que eso no es lo más adecuado para ellos. Me atrevería a decir que cerca del 80% de los novicios abandonan el monasterio y del otro 20% algunos los expulsan por los mismos monjes” (p.7).

 

“Nadie en la orden de los Cartujos está preocupado porque la Orden sobreviva. Existe desde hace casi mil años. Pero si Dios desea que se acabe mañana, así será” (p.8).

 

Una última nota es que vivir el Evangelio lleva en sí ser extraños a este mundo. Y si no que lo digan tantos jóvenes cristianos, tantos matrimonios que quieren vivir su paternidad y maternidad de una forma responsable, … El mismo celibato no es una realidad contracorriente en la sociedad que vivimos.

 

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