Así oraba Jesús

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Camino de Nueva York a Tel-Aviv. Once horas de vuelo. En el avión viajaban varias familias judías. Delante de mi asiento está un matrimonio israelita. El hijo mayor de unos cinco años cuando se dirigía a su padre empleaba esta palabra: “Abba”. Así oraba Jesús. Con esta familiaridad y con estos sentimientos de confianza. Como un niño con su padre.

 

Los discípulos, pendientes de los gestos y palabras del Maestro, transmitieron a las generaciones futuras estas realidades de las que fueron testigos oculares. “Lo que hemos visto y oído”.

 

Los seguidores de Jesús trataron se seguir sus huellas. Incluso deseaban tener sus mismos sentimientos. Por eso, se atrevieron a llamar a Dios con la misma palabra: “No hemos recibido un espíritu de siervos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar: “Abba”, Padre.

 

La oración de Jesús no fue una norma que cumplir, ni una tradición que había aprendido en su pueblo. La oración era la expresión de su filiación. Se sentía Hijo de Dios y procuraba expresar esta identidad en momentos especiales: en la soledad del monte y en otras circunstancias.

 

También nosotros necesitamos momentos para ser conscientes de nuestro ser cristiano: amados y bendecidos por Dios.

 

No lo olvides. Los mejores amores se pierden si no hay una relación: una visita, una llamada, una carta, un regalo, etc.

 

Separar unos minutos en nuestra jornada, llena de prisas y tareas urgentes, son una expresión de la realidad más profunda del ser humano: ser hijo de Dios. No es una evasión de los problemas de la vida, es el regreso a la raíz más profunda: la vocación suprema del hombre es el diálogo con Dios.

 

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