Monseñor Romero

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

Del 17 de septiembre hasta el 22, estoy hablando de este año 2007, estuve en San Salvador (El Salvador) para un Congreso de Espiritualidad, organizado por los Carmelitas Descalzos de Latinoamérica.En el ambiente religioso, San Salvador está muy unido a Monseñor Romero (1917-1980), obispo que fue asesinado cuando estaba celebrando la Misa en la pequeña iglesia de un hospital que llevan las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa. Esto ocurrió el 24 de marzo de 1980.En ese mismo lugar celebramos la Eucaristía un día del Congreso. Una religiosa carmelita nos dirigió unas palabras antes de la celebración. Ella fue testigo ocular de lo que aconteció aquel día.

 

En otro momento del Congreso nos dieron una conferencia sobre “La Espiritualidad de Monseñor Romero” por Ricardo Urioste, un sacerdote que estuvo muy cerca del obispo asesinado, era el vicario de la diócesis, una persona que vivió junto a él muchos momentos de su vida. La conferencia estaba salpicada de anécdotas de la vida ordinaria de Monseñor Romero. “Recuerdo que una vez estando…” era el estribillo que repetía el conferenciante continuamente.

 

En su exposición destacó dos cosas. El obispo Oscar Romero fue un hombre de oración. Recordaba que una de las veces que fueron a Roma, después de un largo viaje y estando bastante cansado, el obispo le invitó a visitar la Basílica de San Pedro. Allí, ante la tumba de San Pedro, permaneció bastante tiempo. Incluso recordaba este sacerdote que con frecuencia les decía que “hay una celda íntima dentro de nosotros”, como una invitación a la interioridad. Lo que era indiscutible en la vida de este pastor salvadoreño es que fue un hombre de oración y que oró en muchos momentos de su vida.

 

“Les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio exige”.

 

La segunda parte de la conferencia la dedicó a otra faceta del obispo que a su modo de ver era muy característica: la compasión con los pobres. Ricardo Urioste decía que Monseñor Romero siempre fue un hombre abierto a Dios y que el cambio profundo le vino por el contacto con los pobres. El contacto con las necesidades concretas de su pueblo fue un momento de Dios, le dio una nueva visión espiritual.

 

“Cuanto más llenos de angustia y de problemas, cuanto más insolubles parecen los caminos de la vida, mirar hacia las alturas y oír la gran noticia: ¡Os ha nacido un Salvador!”.

 

Oscar Romero fue un signo de contradicción entre los obispos, en la Iglesia y en la sociedad. Tiene mucha gente a favor y mucha en contra. Esta es la razón por la que la Santa Sede ha detenido el proceso de beatificación y canonización. Mucha gente del pueblo lo aclama como Santo. Se sentía muy a gusto en torno a los suyos. Con frecuencia decía: “Con este pueblo no cuesta ser un buen pastor. Es un pueblo que empuja a su servicio”. Otros lo ven demasiado politizado. Hay que esperar a que pasen una generación y entonces se vea la gran figura de este obispo centroamericano, sin pasiones de un lado o de otro. De todos modos el actual Papa dijo que “Monseñor Romero merece ser beatificado”.

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