Qué fácil es matar

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

El mes de abril del 2007 ha marcado la historia de Estados Unidos. La muerte de 33 personas en la Universidad Tecnológica de Virginia ha conmovido a todo el país y al mundo entero. En todas las iglesias se hicieron presentes las víctimas, la inmensa mayoría jóvenes en los que se desvanecía el sueño americano. Las vigilias de oración y solidaridad se multiplicaban por doquier.

 

 Una vez más surgía el debate de las armas. ¿Armas, para qué? ¡Qué fácil es adquirir un arma en todo el estado americano! Mucha gente desea que haya más restricciones a la hora de comprar un rifle, un revólver, una ametralladora o cualquier arma. El 54% de la población se declara en contra de esta facilidad en la adquisición de las mismas.

 

Pero este rechazo a las armas se apaga después de unos meses, no muchos. La poderosa industria de las armas se impone en esta sociedad. Buscará para que este asunto se quede como estaba. En nombre de la libertad y la Constitución quedará todo lo mismo. Hasta que se presente otra masacre y se oigan las mismas lamentaciones.

 

Hay millones de armas en todos los sitios: oficinas, escuelas, personas particulares, etc. Me llamó la atención una vez que fui a cortarme el pelo a una peluquería y encontré un letrero que prohibía llevar armas.

 

En las escuelas se han instalado detectores de armas y existe un grupo de policías que está alrededor de las aulas. A pesar de toda esta vigilancia, de vez en cuando nos llega la noticia del desastre: un loco, armado hasta los dientes nos da la triste sorpresa de una matanza en las aulas.

 

Una vez me paró la policía en un parque. Llevaba exceso de velocidad, 5 millas más de lo recomendado. Lo primero que me preguntó era si llevaba armas. Me sorprendió tanto, era la primera vez que me ocurría tal cosa. Me sentí tratado como un terrorista. En realidad es que me ocurría por primera vez y me tenía que dar cuenta que estaba en Estados Unidos donde las armas acompañan a los ciudadanos.

 

Llevar armas es legal. La segunda enmienda de la Constitución americana dice: “no será violado el derecho del pueblo a obtener y llevar armas”. Hay muchos grupos que defienden este derecho. Dan millonarias sumas a las campañas políticas y ejercen una fuerte presión a los congresistas. Algunos llegar a afirmar que todo lo que se mueve en Washington tiene su apoyo.

 

En Virginia, el joven surcoreano, Cho Seung Hui, autor de la matanza, pudo comprar una pistola de 9 mm y 30 cargadores de balas. Murieron 33 pero todos los años calculan que hay 34.000 víctimas de esta facilidad en llevar armas. Todo esto da un promedio de 93 muertes diarias por esta forma de pensar y actuar.

 

Vivimos en una sociedad llena de violencia. Todos los días nos llegan las tristes noticias de Irak y Afganistán. Los medios de comunicación nos informan de alguna muerte en el barrio donde vivo, en Miami Gardens. Hay muchos juegos de videos y máquinas, en manos de los niños y jóvenes donde aprenden a matar y herir a sus enemigos. Los universitarios de hoy llevan muchos años jugando a matar.

 

Todas estas realidades saltan a los medios de comunicación en estos días. Mucha gente desea ardientemente una sociedad más pacífica. Pero los que tienen en sus manos los destinos de los pueblos seguirán en las mismas.

 

De vez en cuando aparece una iniciativa pacifista. Recuerdo que hace unos años un pastor protestante recogía armas que voluntariamente le entregaban y las destruían.

 

Uno siente una gran impotencia ante esta cultura de la muerte. Las iglesias organizan vigilias, predican la paz, la tolerancia y la no-violencia. Este país es profundamente cristiano pero todos los pueblos tienen sus manchas negras, sombras oscuras, que tratan de demostrar todo lo contrario. Las armas y la facilidad de adquirirlas son unas de las realidades más sombrías del territorio americano.