Nuestra vida en Cristo

Autor: Padre Luis de Moya

Sitios Web: Fluvium.org, muertedigna.org, luisdemoya.org

 

 

Es un milagro especialmente notorio de Jesús que, como todos, muestra su poder sobrenatural. En este caso (Jn 11, 1-45), Cristo manifiesta su relación con el Padre y, a continuación, lleva a cabo el prodigio como prueba de esta relación.

        Ya en otras ocasiones había resucitado muertos; como el hijo de la viuda de Naín y la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga. Mostraba el Señor entonces también su compasión ante el dolor humano. En este caso se conmueve asimismo por la evidente desolación de las dos hermanas. Y Él mismo se siente tan afectado que hasta se le saltan las lágrimas por el amigo muerto. En todo caso, en este milagro y en algún otro, el Señor explica que esos hechos, aparte de remediar la situación concreta –        la enfermedad casi siempre–, sirven sobre todo para mostrarnos su divinidad: que ha venido a ofrecernos su divinidad y a redimirnos por ella del pecado. Jesucristo, por otra parte, emplea su poder en favor de los hombres –no a favor de sí mismo– para ofrecernos mucho más que una vida humanamente mejor. De hecho, Él mismo gasta esta vida por nosotros, fatigándose en muchas ocasiones, y llega incluso a aceptar la muerte, dando así testimonio de lealtad a su misión, para ofrecernos su Vida inmortal. Porque una plenitud meramente terrena y, por tanto mortal, no sería suficiente para el hombre. Hemos sido pensados para admitir la Eternidad y nadie como el propio Dios hecho hombre lo tiene claro.

        Ya al comienzo de su Evangelio expone san Juan escuetamente, aunque con toda claridad, el sentido de la presencia y encarnación del Hijo de Dios entre nosotros: hacernos partícipes de la filiación divina. Vino a los suyos, dice el Evangelista, y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les dio poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios. Ahora, ante la muerte de su hermano, Jesús explica a Marta una de las consecuencias de la fe en El: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Jesucristo tomará ocasión del milagro de la resurrección de Lázaro para insistir, una vez más, en su Evangelio, la gran noticia que ha venido a proclamar ante los hombres: que está en el mundo para que cada uno podamos estar realmente en Dios. Y, a modo de conclusión, como reafirmándose en lo dicho, insiste a Marta: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Y, finalizando su Evangelio, declara san Juan: Muchos otros milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. Estos, sin embargo, han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

        Nuestra Madre del Cielo nos hará sentirnos contemplados amorosamente por el Creador y dichosos con la esperanza de su Vida: esa gloria que nos tiene prometida.