El mejor día de mi vida

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté

 

Leí el siguiente relato: “Hoy , cuando me levanté, repentinamente me di cuenta que ¡este es el mejor día de mi vida! Ha habido ocasiones en que me he preguntado si podré ir adelante en el día de hoy... y lo he hecho. Creo que esto es más que suficiente para celebrarlo. Hoy voy a celebrar la increíble vida que he tenido llena de bendiciones y aún con las adversidades que me han servido para hacerme más fuerte. 

Yo voy a vivir este día con la frente bien en alto y un corazón feliz. Me sorprenderé de los "simples" regalos que Dios me ha dado: una mañana tranquila, el sol, las nubes, los árboles, las flores, los pájaros. Hoy ninguna de estas minúsculas creaciones van a escapar de mi vista. Hoy compartiré mi emoción por la vida con otra gente. Voy a hacer sonreír a alguien. 

Voy a realizar un inesperado acto de bondad con alguien aunque no lo conozca. 

Hoy daré apoyo a alguien que se sienta deprimido. Le diré a los niños cuan especiales son y le diré a ese Alguien que me contempla que sí, que estoy aquí y lo noto, le haré saber lo mucho que significa para mí. 

Hoy es el día que dejaré de preocuparme por lo que no tengo y empezaré a ser agradecido con Dios por todas las cosas maravillosas que me ha dado. Tendré presente que la preocupación es solo una pérdida de tiempo porque mi fe en Dios y su Plan de divinidad me asegura que en un futuro todo estará bien. Y hoy antes de ir a dormir observaré la noche y elevaré mis ojos al cielo para admirar la belleza de las estrellas, la luna y elevaré una oración a Dios por esos magníficos tesoros. 

Cuando el día finalice y ponga mi cabeza en la almohada, agradeceré al Todopoderoso por el mejor día de mi vida y dormiré el sueño de un niño feliz, emocionado por la esperanza de saber que mañana será el mejor día de mi vida! 

A pesar del mal en el mundo, la mirada de fe nos hace entrever a un Dios que no abandona su criatura a ella misma. No es absurdo nada, aunque no entendamos tantas cosas: hay tanto misterio... la fe nos hace ver que Dios no sólo da el ser y el existir a todo, sino que lo mantiene todo a cada instante en el ser, le da el obrar y lo lleva a su término. Es la providencia, que nos hace entrever que media un abismo entre el absurdo y el misterio. El misterio es éste: sin el Creador la criatura se diluye; y en cambio reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza. 

Dios está como el alfarero modelando el barro informe y construyendo la historia, también a base de los trozos rotos que a veces hacemos saltar, pero él reconduce todo hacia el bien. Algunos están amargados porque no entienden el mal que hay en el mundo, y lo peor es que dicen que está todo escrito, que no hay que luchar por la vida porque ya se sabe lo que va a pasar. Esto es una tontería, pues no hay libro escrito sino que se va escribiendo a lo largo de la historia. Es verdad que Dios lo conserva y lo dirige con su Providencia. ¿Qué es pues la Divina Providencia? una especie de reciclaje, en el que Dios conduce todas las cosas hacia el bien, como el alfarero va modelando el barro cuando se deja hacer, como decía Cervantes: “Oficio noble y bizarro / entre todos el mejor / pues Dios fue el primer alfarero / y el hombre el primer cacharro”. Y así, la creación no salió perfectamente acabada de las manos del Creador. Por tanto, con el bien físico existirá también el mal físico, mientras la Creación no haya alcanzado su perfección. También el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. No es que Dios sea nunca la causa del mal moral como ahora una guerra o el terrorismo o cualquier forma de violencia, no lo quiere, pero lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien. La Fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la Vida Eterna, dice Tomás de Aquino, quien añade: "Todo hombre, con tal que sea amigo de Dios, debe tener gran confianza en ser librado por Él de cualquier angustia... Y como Dios ayuda de modo especial a sus siervos, muy tranquilo debe vivir quien sirve a Dios ". Así decía Teilhard: “creo que más que hacer las cosas, Dios hace que las cosas se hagan y que la creación no se pare nunca”, la providencia divina podría bien ser un proyecto vivo, que engloba un “gran reciclaje”, que desde dentro de la historia va ayudando a que todo se proyecte en provecho del que ama.