El perdón
Autor: Padre Llucià Pou Sabaté
"El perdón" (de Francesc
Torralba) es un breve y espléndido ensayo, de
los que más me han gustado por ahora de los muchos que
lleva publicados en esta colección, y encuentro
cosas muy sugerentes y una fina psicología. Fue
dividido en 10 capítulos y un epílogo, de los cuales
hago un breve resumen:
Hay quien quiere perdonar y
no puede: es un misterio que no siempre
está a merced de la voluntad, "emerge del estrato más
profundo del ser, de aquella semilla de eternidad
que hay en toda entidad humana" (p. 9); hay heridas
físicas que cicatrizan en la piel, pero hay heridas
intangibles que cuecen más; heridas grabadas en el
inconsciente que saltan a la vida consciente. El hombre es más libre
en la medida que sabe liberarse de las ofensas, poner
distancia en relación con las personas y cosas,
aceptar lo que los demás le dan
como un regalo, y así nunca se ofende. Pero, cuando se
ofende, no
basta con querer perdonar, requiere su tiempo.
Las heridas mal curadas
hacen pus, y la infección de las relaciones
humanas es el resentimiento, volver a sentir, a re-sentir:
enfermedad y esclavitud que generan diversas formas
de agresividad: directa ("hacia situaciones,
lugares, movimientos o instituciones"), pasiva, o
bien "recrearse de forma masoquista en el dolor" (25), buscar un
"cabeza de turco” para explicar sus propios fracasos
personales. Se convierte a sí mismo en víctima y
este papel de víctima le libera del esfuerzo
personal de cambiar la situación de las cosas. [...] Hay un
campo de frases mágicas que se utilizan muy a menudo para
exonerar de toda culpa: "Mi padre nunca me dejó ser
yo mismo" o "Mi esposo arruinó mi vida" o "Mi
hermano mayor siempre me despreció", y aunque "esconden
mucha dosis de verdad", "no pueden servir como excusa", y
es importante liberarse de ello para "poder
emprender cualquier tarea seria en este mundo:
edificar una familia, vincularse sólidamente a una
persona, desarrollar un proyecto o bien trabajar comprometidamente
en un entorno. Las personas resentidas buscan muy a menudo
cómplices del resentimiento, quieren rodearse de
personas que les den la razón y alimenten, de 'esta
forma, su manera de ver las relaciones humanas"(27-28). La única manera de salir
de la prisión del resentimiento es el perdón, el
gran "acto de liberación, mediante el cual renunciamos a
quedar encarcelados en el mal que una vez nos hicieron
infringir".
"El odio es como un tipo de
compromiso emocional que nos mantiene
atados al objeto odiado. A la larga, el odio paraliza"(40).
En cambio, "el perdón es una forma de confianza
implícita en la regeneración, en que la persona vale
más que sus actos y que, por tanto, puede cambiar,
puede realizar en el futuro actos más bellos, más nobles y más puros"
(49). Es creer que "el amor es más fuerte, más intenso y
más fecundo que el odio... el odio se alimenta, sin
saberlo, del amor herido, ultrajado. La misma fuerza
del odio proviene del amor que es, a la vez, el
principio activo del perdón" (50).
Cada persona tiene sus
tiempos y su ambigüedad en cuanto a la
experiencia del arrepentimiento y del perdón incondicional,
como se ve en la parábola del hijo pródigo: ¿Por qué
vuelve? ¿Se ha arrepentido de verdad, o vuelve
porque pasa hambre o añora la casa del padre? Lo que
sabemos es que "el padre lo perdona, no espera excusas, ni
justificaciones, tampoco espera explicaciones y, aún menos,
la humillación del hijo. El hijo pródigo tarda un
tiempo en darse cuenta de su traición, de la
gravedad de su falta, pero el padre no le hace pagar
ese tiempo, no es avaro en la concesión del perdón. Lo acoge, lo
abraza, celebra su regreso, la gran fiesta. Tampoco se
interroga sobre la veracidad del arrepentimiento. Lo
perdona antes de la solicitud. Le da gratuitamente,
sin esperar nada a cambio. El arrepentimiento del
hijo es un misterio, porque la autenticidad de la contrición sólo la
conoce la persona que la vive y, en ocasiones, ni siquiera
ella misma, porque puede engañarse y creerse lo que
realmente no es". Todo esto es liberador, el
problema está en que nos encontramos en una sociedad
donde se da el engaño de que "nadie es culpable, nadie es inocente. Se
crea una burbuja de autoprotección y se expulsa, como si
fuera la rabia, cualquier tentativa de
arrepentimiento", y donde hay también "mecanismos de
autodefensa ante el arrepentimiento que consisten en no
pensar, en no meditar sobre lo que se ha hecho, en evitar
la soledad y el silencio. Esta salida por la
tangente es tan falsa como ineficaz, porque, tarde o
temprano, cada ser humano debe afrontar sus errores".
¿Y los límites del perdón?
"Las llaves que abren las puertas del
perdón son misteriosas. En ocasiones, la puerta mejor
cerrada se abre de repente y deja pasar el flujo de
la reconciliación, uniendo de nuevo a personas que
estaban separadas por un inmenso muro"(74). ¿Qué ha
propiciado el acercamiento? A veces, se ha de tocar fondo para
solicitar el perdón.
Si la memoria nos hace ser
quienes somos, ¿se puede empezar de nuevo
el vínculo roto por la ofensa, recomponer otra vez esa
relación? Varias virtudes están implicadas en ello:
humildad, fe (confiar en la regeneración, creer que
todo puede ser renovado: "es un don, un regalo que
recibimos desde la esfera celestial" (88).
Perdonar y resarcir, y a
veces falta un mediador, totalmente
imparcial, para ayudar al discernimiento.
Pedir perdón a la tierra:
ecología.
Equivocarse es humano,
perdonar es divino. "Perdonar es, propiamente,
el oficio de Dios. En este sentido, cuando la persona
perdona, de corazón, cuando se libera de todos los
cercos que le privan de realizar este movimiento,
una chispa de divinidad se enciende dentro de su
ser" (101). "Al perdonar, la imagen de Dios toma forma dentro de
la pasta humana el ser humano se eleva por encima de su
condición, rompe los vínculos que le mantienen atado
a la bestia y se eleva hacia la esfera divina"
(102).
Finalmente, se analiza cómo
el perdón deja de lado la venganza y lleva
a la no-violencia. El Epílogo nos recuerda las ideas de
libertad: el perdón cancela el pasado y, por eso,
puede abrir un futuro diferente.