Ratzinger, el Islam i Turquía

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté

 

 

La relación de los países de Europa con el Islam es delicada: En Alemania se ha realizado una Conferencia sobre la integración de musulmanes (la mayoría turcos) en el país, donde el fracaso escolar es muy grande porque no conocen la lengua, y además los que menos la conocen no son recién llegados sino los de las segundas y terceras generaciones; además les preocupan cosas que atentan a la dignidad de las personas como los "crímenes de honor" cometidos por jóvenes musulmanes contra sus hermanas que pasan a ser madres solteras. Por si fuera poco, los terroristas islamistas han recibido cobijo y preparación en Alemania. Pero tampoco es que haya mucho diálogo ni conocimiento entre la población alemana y la inmigrante. Algunos representantes islámicos en la conferencia eran favorables a un Islam modernizado y a una mayor emancipación de las mujeres musulmanas, pero esto ha molestado a las cuatro organizaciones musulmanas allí presentes, que defienden un Islam mucho más tradicional.

En Francia ya vemos las leyes que más parecen números de circo que de un país democrático, sobre el famoso velo. Aparte, se plantea allí el problema de la financiación de la construcción de los lugares de culto, como también en España. En Italia se está promoviendo una "Carta de valores y principios fundamentales", que deberían suscribir los musulmanes residentes en el país para comprometerse en el respeto a la ciudadanía del lugar que les ha acogido. La iniciativa surgió a partir de hechos tristes, como un originario de Pakistán que mató a su hija, por vivir con un italiano. El texto incluye la condena del terrorismo y de la violencia en nombre de la fe, así como la igualdad entre hombre y mujer y la libertad religiosa -incluida la de convertirse a otra religión-, etc. La Unión de Comunidades Islámicas Italianas se opone a tal iniciativa. Además, los atentados y las potenciales guerras sugieren un "choque de civilizaciones".

"Nuestro mundo tiene necesidad urgente de paz", dijo Benedicto XVI estos días al revivir los 20 años del primer encuentro de Asís con líderes religiosos, que "subrayó el poder de la oración para construir la paz… La oración genuina transforma los corazones, nos abre al diálogo, al entendimiento y a la reconciliación, y abate los muros levantados por la violencia, el odio y la venganza". Así cayeron los muros de Jericó, y también el muro de Berlín… El "espíritu de Asís" nos anima a ser "mensajeros de la paz que es un don de Dios, y como signos vivientes de esperanza para nuestro mundo". Con estos ánimos el Papa va a Turquía estos días (28 de noviembre la 1 de diciembre), el viaje más difícil de entre los que ha realizado. Es ir a un país con raíces islámicas, para unir puentes con un occidente donde el proceso de "secularización" hace que "Dios tiende a desaparecer cada vez más de la conciencia pública… y los valores que han sido forjados... pierden su eficacia". Turquía quiere entrar en la comunidad europea, y en cierto modo es la imagen de un Islam con convicciones y una Europa frágil –nuestra cultura ostenta seguridad, pero "esconde indecisión ante las cuestiones sobre el sentido último de la vida"-.

Ratzinger en Ratisbona participó en un encuentro ecuménico, y en la Universidad pronunció un discurso académico sobre la relación entre fe y razón en que subrayaba que ha de haber un diálogo de la fe cristiana con el mundo, y entre las culturas y religiones: la religión –si es verdadera, es decir según la razón- no trae fanatismo y no puede ser fundamento de guerras ni de ningún tipo de violencia. En aquellos momentos de protesta de varios sectores del Islam, al mal interpretar un texto del discurso, la declaración de la Comisión Europea fue muy oportuna, como también la cancillería alemana, y las actitudes del gobierno turco y del presidente iraní pusieron paz en una mar agitada. Y ahora, al escuchar las declaraciones de los líderes de Turquía ante el Papa, se da por terminado el episodio, y se establece un diálogo para la paz, ya con las aguas más tranquilas, para recordar que la violencia y la agresión nunca pueden señalar la obra de Dios, nunca se puede usar el nombre de Dios para un acto de violencia.