El Reino de Dios en curva

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es 

 

 

Cuando San Marcos recoge en su Evangelio las Palabras de Cristo El reino de Dios está cerca, convertíos y creed la Buena Noticia, nos está diciendo, conscientemente o no, que nuestras estructuras personales y sociales no están bien; vaya, que no son correctas, que la línea recta no es precisamente la más corta. 

Convertirse es volver, girar, desandar el camino. Es decir, complicarse la vida, ir contra corriente. Es entonces cuando se puede construir la persona y la sociedad, bajo los parámetros de Dios.

Términos como justicia, solidaridad, compasión, fraternidad, paz, amor, etc., son realidades que pertenecen al Reino de Dios, y no al del hombre. Es el hombre quien debe, desde la misma libertad que Dios le ha dado, aceptar y entrar en el Reino. Olvidarse de sus propios caminos, desandarlos, y aceptar los caminos de Dios. Es decir, “convertirse”.

El sentido último del cristianismo es “el Reino de Dios”. Sin duda que las personas tratamos de orientar la vida de manera humana y constructiva, en términos generales. Pero esto no es posible si falta Dios. Las solas fuerzas del hombre no son suficientes. El hombre traza líneas rectas, sin duda bien intencionadas, pero al término de las mismas puede que no haya nada. Dios, por el contrario, nos hace ir en otra dirección, desandar, reajustar el camino, para encontrarnos con nosotros mismos y con Él.

Convertirse es entrar en el espacio de la libertad, el mismo que elimina egoísmos, tensiones y esclavitudes. Y que, en definitiva, y como consecuencia, produce paz. Y nuestro mundo necesita la paz. La paz que empieza en uno mismo, abarca a los demás y alcanza su plenitud en Dios.

Ahora bien, convertirse no es algo que se consigue de la noche a la mañana. Tampoco una utopía. Ni es un sueño. Es una tarea que, partiendo de la aceptación de la realidad, nos mete en el aprendizaje de saber perdonar, que es la mejor manera de saber amar. Y el Reino de Dios es Amor.

Por eso, la conversión es liberación. Liberación de cuantas esclavitudes nos rodean, sean de tipo humano, espiritual o religioso (no todo lo espiritual y religioso está en la línea de Dios), cultural, económico, etc.

En definitiva, la conversión es “Buena Noticia”, la misma que Cristo proclamaba. Y siendo Buena Noticia, lo es para todos.

Lo dicho, que urge tomar otra postura. Desandar nuestros caminos, aparentemente tan rectos, y tomar los de Dios, que aunque parezcan torcidos, desembocan en Él. Que a Dios se le entiende no desde los hombres, sino desde Él mismo.