Al cielo en bicicleta

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

Juan Pablo II lo ha repetido muchas veces: “El misionero nunca lo será de verdad si primero no se deja él mismo evangelizar”. 
Vaya por delante esta sentencia para entender esta breve anécdota misionera. Estamos en Cabo San Lucas, Baja California Sur, México. Y en cuanto a la época, breve anterioridad al invento del correo electrónico. El misionero ha escrito algunas cartas, que debe echar al correo. Al salir a la calle, a tal efecto, se encuentra con un niño, escasos nueve años. Metido en diagonal entre la barra de su bicicleta anda correteando por las calles. El misionero lo detiene.
—Niño, ¿dónde queda el correo?
Las cartas de los misioneros, escritas a vuela máquina en los momentos libres, llevan siempre, sin duda, un mensaje de esperanza. Pero...
Aquel niño detuvo a medias su bicicleta. Le quedaba grande para sus escasos nueve años. El implacable sol de la California Sur le caía a chorros sobre la espalda desnuda y sudorosa. El misionero reitera la pregunta.
—Niño, ¿dónde queda el correo?
Y antes de que el chiquillo conteste, el misionero le dice con sonrisa abierta y bonachona: 
—Por cierto, no te he visto en la misión...
—¿La misión...? ¿Y eso qué es...?
—Pues..., donde enseñamos el camino del cielo. Lo pasamos muy bien. Ven y lo verás.
El niño se queda mirando al misionero, cara pensativa y un gesto que es, más que nada, una mueca suspendida entre la duda y el escepticismo. Le espeta al misionero:
—¿El camino del cielo...? ¡Anda…! ¡¿No sabe usted el camino del correo y me va a enseñar el camino del cielo…?!
¡Toma castaña…! —pensó el misionero en buen castizo—. ¡A buen seguro que en mi vida había escuchado un sermón tan elocuente! 
Y es que, entre el camino del cielo y el camino del correo hay siempre un cristo chiquito en bicicleta, de espaldas desnudas y en forma de niño, que rompe, indefectiblemente, nuestras seguridades.
Cuántas horas nos pasamos los misioneros preparando esquemas, charlas, sermones, “rollos” en definitiva, y todo tipo de material, para “enseñar el camino del cielo”. ¿Y a la hora de la hora...?
Pero si ya lo dijo Cristo…: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos”. Ellos sí saben el camino del cielo. ¡Y a buen seguro que el del correo también! Lo dicho: Al cielo en bicicleta.