Abenámar, Abenámar...
Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

“Abenámar, Abenámar, / moro de la morería, / el día que tú naciste / grandes señales había...”. 

Así iba recordando el misionero, para sus adentros, aquellos inmortales versos del romancero antiguo, —y que debieron ser los primeros que de niño aprendió—, mientras se dirigía a dar la Santa Misión en un pueblo precioso de Granada. Esa Granada mora y cristiana, seria y señorial, con alma de quejido hondo. Sultana siempre. Granada.

Por lo que luego sucedió, debió pensar el misionero: 
—Si en vez de dividir la historia en: “Edad Antigua, Media, Moderna, o Actual”, la hubieran dividido en “antes de las telenovelas” (léase culebrones) o “después de las telenovelas”, todo sería más fácil.

Esto sucedió, como en los cuentos antiguos, en tiempos de... las telenovelas “Cristal”, “Topacio”, “Rubí”, y otros “vidrios” adyacentes. 

El misionero llegó al pueblo. Ni un alma en las calles, cuerpos tampoco. El tráfico paralizado. Todo estaba desierto. Era todo soledad. Sin más voz que la del silencio, como el día de la Creación. Ni tan siquiera un quejido de guitarra en pena se escuchaba. Así que la mente del misionero siguió:
—“Estaba la mar en calma, / la luna estaba crecida”. / “Moro que en tal signo nace / no debe decir mentira”. 

Se imaginó al moro y su respuesta:
—“No la diré mi señor, / aunque me cueste la vida”.

Cuando logró reunir al pueblo en la iglesia parroquial, el misionero les propuso programa y horario. 
—Tal acto a tal hora... 

Como un estampido seco y que te pilla desprevenido, a una sola y vibrante voz, el gentío gritó:
—¡¡¡No zeñó...!!! ¡¡¡A eza hora no...!!!
—¿Por qué?
—¡Mire uzté... Ez que a eza hora dan “Cristal”!
—Ah, si es por eso, no se preocupen. Cambiamos la hora. ¿Les parece a tal hora?
—A eza..., ¡tampoco! A eza hora dan “Topacio”!

¡Ave, María! ¡Qué lío! Resulta que, según terminaba una telenovela en un canal comenzaba la siguiente en otro. Así que, cuando el misionero logró medio diseñar un programa, esperando que ni el tiempo ni las circunstancias lo impidieran, les dijo:
—Miren Vds. Los españoles conquistamos América con abalorios. Ahora América nos devuelve el producto. América está conquistando España a base de “vidrios”... Que si “Cristal”, que si “Rubí”, que si “Topacio”… Está claro: cada quinientos años se recicla la edad de la fantasía.

Sobre el silencio que quedó flotando en el ambiente, el poema parecía continuar:
—“Estaba la mar en calma / la luna estaba crecida...”

Seguro que el bueno de Abenámar, moro de la morería, sonrió desde el cielo mientras contemplaba el verde plata de los olivares andaluces.