La oración cristiana

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

Orar es hablar con Dios

Conviene precisar la palabra. Una cosa es orar y otra rezar. En español orar y rezar son sinónimos. Y los sinónimos, hay veces que lejos de enriquecer, empobrecen los vocablos. No es lo mismo orar que rezar. Una computadora puede rezar, nunca orar. La persona puede hacer las dos cosas. Si simplemente reza, puede estar repitiendo mecánica, distraídamente, unas palabras. Si por el contrario, ora, está abriendo consciente, libre, voluntariamente, su corazón a la divinidad.  

Cristo dice en el Evangelio que hay que orar siempre. Dice “orar”, no dice rezar. Y cuando en el lenguaje español empleamos rezar, entendemos que queremos decir orar.  

La oración va dirigida a Dios. Un Dios que es inefable. Por consiguiente, inimaginable e irrepresentable.  

Lo expresa muy bien el Éxodo:  

“Mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida”.  “Podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás” (Ex 33, 18-23).  

Y Jn 1, 18:  

“A Dios nadie lo ha visto" (sólo Cristo: "El Unigénito, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado").  

Hay teofanías de Dios, expresadas a través de símbolos, para expresar lo inefable e inenarrable; para expresar lo que es una intuición, que no una visión, de la divinidad. El símbolo recurrente suele ser "la nube luminosa".

 

El lenguaje en la cultura de la imagen  

Pero de algún modo hemos de expresar el misterio. Lo hacemos por palabras, naturalmente. Y la palabra es, más que lenguaje, imagen. De Dios hacemos siempre imagen. La palabra lo es. La misma palabra Yavé, que no significa exactamente Dios, pero es el modo de entender que hablamos de Dios, es otra imagen.  

La palabra necesariamente es un signo, lingüístico, pero signo. El pensamiento es un concepto, pero signo. Y una imagen material, un simple cuadro pintado, es un signo, y por consiguiente, imagen.  

El "signo" es, necesariamente, una mediación, por nuestra condición de seres humanos sometidos a las mediaciones.

El más mediatizado de todos los lenguajes es el religioso. El lenguaje religioso es, como no podía ser de otra manera, de carácter simbólico, sobre todo cuando se refiere a Dios.  

Pero el lenguaje, todo lenguaje, y más referido a Dios, tiene sus "límites". Y así, para hablar de Dios, no sólo hablamos con nuestro lenguaje, profundamente humano, sino que no nos salimos de nuestro pequeño y reducido espacio vital. De este modo, atribuimos a Dios situaciones, estados, pasiones, etc, que son propias de los humanos. Decimos, por ejemplo: "Dios padece"; "Dios lo ha querido", “Dios monta en cólera”, “Dios va al frente de los ejércitos”, etc. Expresiones que abundan en el Antiguo Testamento.  

Hoy vivimos y somos la cultura de la imagen. Pero se necesitan criterios para configurar una imagen sana y auténtica de Dios.  

La peor imagen que puede emplearse para hablar de Dios, y la más alejada de Él, es aquella que conlleve una connotación fundamentalista, o racista, o clasista.  

Sin duda alguna la fe cristiana privilegia la imagen de Dios. Cuando Cristo, para hablar de Dios, lo hace empleando la palabra Padre. Y tal como Él la emplea. Un Padre tan misericordioso que tiene rasgos de madre.

Es la imagen que más nos acerca el contenido de la revelación del misterio de Dios. 

Es importante resaltar el aspecto de maternidad, porque es la forma liberadora de una imagen que, mal entendida, puede ser más que masculina, machista.  

Es la acusación tantas veces oída en nuestra sociedad al hablar por ejemplo de la Iglesia, cuando se la acusa de ser machista. Lo cual no deja ser cierto en ocasiones, sobre todo, teniendo en cuenta que hay una indiscutible herencia judía dentro del cristianismo.  

La imagen de Dios que la teología ha transmitido ha sido una imagen predominantemente masculina.  

A Dios se le ha representado no sólo como "varón", en el sentido de masculino, sino también en forma antropomórfica. Lo cual no deja de ser llamativo, reductivo  y empobrecedor.  

Pero en Dios, tal como aparece en la Biblia, hay también rasgos "femeninos".  

Basta dar un vistazo al Deuteronomio, a los Salmos, a los Profetas (Oseas, Isaías).  (Os 11, 3-4; Is 49, 14-16; 66, 12-13; Salmo 27, 9- 10).  

En el mismo Jesús hay rasgos de solicitud "maternal": "No os angustiéis" (Mt 6, 25-43); "no tengáis miedo" (Mt 10, 26-33); vosotros valéis más que todas las criaturas ante Dios (Mt 6, 26).  

Incluso el Magisterio eclesiástico ha intervenido sobre este aspecto de los rasgos maternos de Dios.  Recordemos por ejemplo al Papa Juan Pablo I: “Dios es padre, más aún, es madre" (30 de septiembre de 1978).  

Y Juan Pablo II en la encíclica Dives in misericordia (nota 52 del n. 4), al señalar la gran riqueza de los términos veterotestamentarios para expresar la misericordia de Dios,  señala uno, rajamin, que tiene el simbolismo y el significado del "amor de madre".  

El llorado Juan Pablo II exhortó a que se revise nuestra imagen de Dios.  Del Dios "anciano", del Dios "de la barba", etc. 

 

La oración es comunicación

Si se tiene la idea de Dios como un Dios cercano, lleno de amor, de ternura, compasivo, Padre, en la expresión de Jesucristo, con corazón de Madre, diríamos, es más fácil orar. Y la oración será algo vivo y connatural. Porque será hablar con la naturalidad, amistad, y alegría con que se habla con un amigo.  

También El Catecismo de la Iglesia Católica hace una exposición muy actualizada de lo que debe ser la oración en la vida cristiana: Culminación del creer (Símbolo), del celebrar (Sacramentos), y del practicar (Mandamientos).  

La Cuarta Parte del Catecismo está dedicada a "La oración cristiana" (nn. 2558-2865).

Este tratado se divide en dos Secciones: 

·        en la primera, expone la oración en su sentido general ("La oración en la vida cristiana": nn. 2558-2758)

·        en la segunda, desarrolla el contenido del Padrenuestro (nn. 2759-2865).   

La tradición cristiana ha entendido la oración como una comunicación.  

El citado Catecismo de la Iglesia Católica recoge también (n. 2558) la definición de santa Teresa del Niño Jesús:  

"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde el centro de la prueba como desde dentro de la alegría".  

Comunicación significa que hay, al menos, dos interlocutores: Dios y el ser humano.  

Cristo no sólo nos manda hacer oración, nos indica también que la oración tiene que ser "filial".  

La oración es búsqueda de la voluntad de Dios. En esa búsqueda interviene “el pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo” (n. 2708).  

La oración es también contemplación. Y la contemplación es:

·        mirada de fe (n. 2715).

·        escucha de la palabra de Dios (n. 2716). 

·        silencio (n. 2717).

·        es búsqueda del “amado de mi alma” (Cantar de los Cantares 1, 7; 3, 1-4).   

De esta manera, fácilmente caemos en la cuenta de que la oración cristiana consiste en ser una oración filial (Catecismo, n. 2599).