Cristo el modelo

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

Temporalidad y eternidad.

Cristo, aparte de ser el Dios hecho Hombre, representa el modelo, la meta y la plenitud de la persona humana.

En la carta a los hebreos se le llama el pontífice. Es decir, el puente. Efectivamente, es el puente de unión entre Dios y el Hombre.

Es Cristo quien pone al hombre en sintonía consigo mismo y con Dios.

El cristiano, incorporado a Cristo por el bautismo y consciente de ser un seguidor de Cristo, representa y lleva en sí mismo la síntesis más hermosa de lo humano con lo divino.  

En realidad, el cristiano es en verdad ciudadano simultáneo de dos reinos; que, a la hora de la hora, no son dos, sino uno solo con dos vertientes.  

De un lado, el cristiano pertenece a la “ciudad terrena”, empleando el símil agustiniano. Y pertenece, al mismo tiempo, a la “ciudad celestial”, en términos del Apocalipsis.  

El cristiano es el hombre de la temporalidad y de las realidades eternas. Su tarea es construir la ciudad eterna, empezando por construir primero la ciudad terrena; llevando a cabo el mandato de Dios, señalado ya en el primer capítulo del Génesis, de gobernar la creación.

Para llevar a cabo esta empresa magnífica y colosal, la persona humana necesita estar en armonía consigo mismo. Para lo cual, es preciso conjugar la vida espiritual y la acción.

Tal conjunción se realiza desde la fuerza y gracia del Espíritu Santo con la que Cristo mismo actuaba.

Sin la experiencia de Dios el hombre no va a poder tener la experiencia del hombre mismo. Es decir, sintonizar con Dios y sintonizar con los demás.

 

El cristiano, sentido del mundo.  

El cristiano, por vocación como seguidor de Cristo, está llamado a trabajar para hacer posible un humanismo pleno.  

El salmo 8 dice del hombre: “Apenas inferior a un dios le hiciste” (Sal 8,4). Su meta es la divinización. No en el sentido de que el hombre se vaya a convertir en Dios, sino en el sentido de la gloria que el mismo Dios le tiene reservada, al haberlo convertido en imagen y semejanza suyas.  

Individual y socialmente el hombre tiene que impulsar un humanismo tal que todo adquiera una transcendencia que revalorice no sólo al mismo hombre sino a toda la creación.  

La creación está sometida al hombre. Esto es un gran honor para la persona humana, pero también su responsabilidad, y su peligro.  

No llevar a cabo esta misión sería lo mismo que frustrar el plan de Dios sobre la creación.  

De ahí que siempre habrá que mirar a Cristo como el modelo perfecto de hombre. Hombre-puente que ha unido a Dios con toda la creación.  

Cristo es la síntesis de la Creación. De ahí que el cristiano no puede salirse del modelo que es Cristo si de verdad quiere cumplir con su cometido de ser y dar sentido al mundo.  

En Cristo reside la plenitud del Espíritu. En Cristo se une lo divino con lo humano bajo la soberanía y fuerza del amor de Dios.  

El cristiano, unido a Cristo, es un comunicador y dador de vida. La misma que Dios le ha dado a él, para que, a su vez, la comunique a los demás.

 

La santidad en el amor.  

El cristiano sabe que sin santidad de vida no se es cristiano. La santidad no consiste en andarse vegetando y flotando por encima de alguna nube.  

El ser humano, todo ser humano, es semejante a Dios. Así lo ha hecho Dios. Esa es la dignidad gratuita que Dios le ha conferido. Por consiguiente, está llamado a la santidad.  

Pues bien, no hay verdadera santidad si el hombre no lucha por salir del subdesarrollado, o sacar a los demás del mismo.  

Un mundo subdesarrollado es una ofensa al Creador.  

El hombre es el responsable de llevar las riendas de la creación para conducirla a buen término. Para eso Dios le ha dado la inteligencia, la libertad y la voluntad.  

Cuanto más plenamente humano sea el hombre más cerca estará de Dios.  

El cristiano está llamado a mantener viva la esperanza, y trabajar por un mundo más humano, donde todos puedan vivir, al menos, mínimamente bien.  

El cristiano es un testigo de la Verdad. Dios es la Verdad. Está llamado a tener encendida la luz de la fe, a pesar de vivir en un mundo atormentado por los conflictos y la violencia.  

Precisamente por eso, porque hay tanto desorden, se necesita un esfuerzo mayor. A la agresividad se responde con la paz. Al odio con el amor.  

Lo racional termina triunfando sobre lo irracional.  

Dios ha puesto en el hombre la capacidad de amar. Es hora de poner en marcha el motor del amor.  

Sólo el amor es capaz de transformar al individuo y a la sociedad