La necesaria fe

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

Fe en crecimiento.

Cristo es contundente y claro: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).

En su línea habitual, Cristo se dirige a sus discípulos y a la gente en general, mediante  imágenes expresivas. Trae a escena el símil de la cepa y los sarmientos. Él es la cepa, nosotros los sarmientos.

Al sarmiento se le exigen dos cosas:

·        estar vivo

·        producir fruto.

Todo sarmiento que está vivo tiene que producir fruto:

·        No es suficiente estar vivo.

·        Hay que producir fruto.

·        Un sarmiento vivo pero estéril no sirve.

·        Mucho menos sirve un sarmiento seco.

En la metáfora que Cristo emplea, queda claro que, si no se produce fruto es porque: No está unido a Cristo, en consecuencia, no circula por él la savia de la vid, que es Cristo.

Aplicado esto a nuestra fe, significa que la fe tiene que crecer, tiene que dar  frutos.

De otro modo, la fe sería simple acumulación de creencias, pero no una experiencia viva de Dios en nuestra vida. Sin olvidar que la fe cristiana arranca de Cristo resucitado, al que nosotros estamos unidos a él por el Bautismo.

Cuando falta dinamismo cristiano.

El cristiano tiene que personalizar la fe. Tiene que hacerse responsable de su fe. Pero también necesita compartirla y vivirla en el seno de una Comunidad. Primero la Comunidad universal que es la Iglesia; y luego la Comunidad más inmediata que es la parroquia, o el entorno religioso en el que se desenvuelve ordinariamente la vida cristiana de cada quien.

Aflora un interrogante: ¿Por qué, a veces, se ve tan poco entusiasmo a la hora de vivir la fe con pujanza?

La respuesta no se hace esperar: ¿No será la falta de compromiso el síntoma visible de que falta la unión con Cristo?

Esto es más que evidente. Hay quizá una aparente excusa: vivimos un mundo tan acelerado que nos fagocita. Estamos atrapados en una red de actividades, ocupaciones y problemas, tales, que pueden darnos la sensación de estar aplastados por el ambiente. 

A veces la apariencia es realidad.

Y si cuando esto ocurre, lejos de acudir a Cristo, nos encerramos en nosotros mismos, necesariamente terminamos siendo los sarmientos estériles, incluso, secos.

sentirse más solo que nunca en su interior, incapaz de comunicarse vitalmente con ese Cristo en quien dice creer.

La fe es vida.

Nuestra vocación es vivir. Dios nos ha regalado la vida. Si a la realidad de la vida natural, añadimos el donde la vida sobrenatural, todo es Gracia por partida doble.

Nuestro destino es vivir. Pero hay cosas que estorban para poder vivir bien, como es la injusticia, el sufrimiento, la mentira y el mal ambiente que continuamente nos puede rodear y hasta dominar.

Es entonces el momento de recordar que la fe es vida. Pero la vida viene de Dios, de estar unidos a Cristo.

Cuando vemos que la práctica de la religión cada día decae más, lejos de acomplejarnos, o de pasar al montón borreguil de los conformistas, o de los que abiertamente son contrarios a la fe, hay que recordar las palabras de Cristo para llevarlas a la práctica:

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).

Porque la fe es:

·        Don de Dios

·        Vida, ganas de vivir, y ganas de crecer

·        Actitud responsable y razonadamente personal

·        Ver las cosas a la luz de Dios

·        Encuentro con Cristo

·        Encuentro con la Comunidad.

Quien se encuentra con Cristo y por él encuentra a Dios en su vida y en su modo de vivir, entiende por qué san Juan dice: “Dios es Amor” (1 Jn 4,16).