¿Crisis de Dios?

Autor: Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

Correo: delriolerga@yahoo.es

 

 

Hoy se emplea mucho una frase manida, por tantas veces usada: Hay crisis de Dios. 

Tantas veces la hemos dicho u oído que nos parece que sí, que es así, que hay crisis de Dios.

Permítanme disentir. La crisis es más bien crisis de hombre, crisis de humanidad, de valores; tanto a nivel personal como de colectividad. Y aún afirmar esto, resulta una exageración. 

Pero puesta la balanza, el platillo se inclina, negativamente, de este lado, del lado del hombre. La crisis es del hombre.

¿Crisis porque los tiempos son difíciles? ¿Y cuándo no lo han sido? 

Pensar que los tiempos pasados fueron mejores, resulta ser de un optimismo vacío; una exageración, y una inexactitud.

San Pablo escribía a los romanos que ya era “hora de espabilarse” (Rom 13,11). Y lo más curioso, que “no se acomodaran al tiempo presente” Rom 12,2). El tiempo presente, de entonces, era tiempo de paganismo. Y el tiempo presente, de hoy, también es tiempo de paganismo.

Lo cual que, traducido al lenguaje nuestro, significa: que no hay que lamentarse de si hay o deja de haber crisis. Si corren o no, malos tiempos. Las lamentaciones no solucionan los problemas. Sino que hay que ponerse en acción.

Ponerse en acción, a su vez, significa: ponerse a evangelizar.

Podemos pasarnos la vida dando gritos contra las tinieblas, que éstas no desaparecerán. Pero basta encender una cerilla y las tinieblas huyen. El enemigo de las tinieblas no es la voz, sino la luz.

Hoy, el desafío de los cristianos, y de la Iglesia con mayor motivo, es evangelizar. Es decir: anunciar a Jesucristo resucitado. Fue su mandato: “Id y proclamad la Buena Nueva” (Mt 28).

Cristo es la luz, Él se va abriendo paso entre las tinieblas. Pero los cristianos estamos obligados no a dar gritos contra las tinieblas sino a encender la luz. “Vosotros sois la luz”, dice Cristo. Y la función de la luz es iluminar.

Desde Cristo, luz del mundo, se construye la paz que el mundo, es decir, todos necesitamos.

Es urgente pasar de un mundo centrado en la economía a un mundo centrado en los valores de la persona. Y entre esos valores están la libertad individual, la participación en todo lo relacionado con el mundo laboral, la participación real en el gobierno de los pueblos, el mundo precioso de la cultura, tan distinta, y por plural tan rica. El progreso de los pueblos, sin excepción. Debe pasar a la historia la división norte-sur, ricos-pobres. Y el afán de relativizar las cosas, a favor de unos y en contra de otros, que crea la dictadura del poder.

La gran riqueza de la sociedad es su pluralidad, expresada de múltiples maneras en el respeto a la libertad, que es cualidad inherente al ser humano, respetando la parcela intocable e intransferible de la conciencia personal.

La unidad debe darse, precisamente, en lo que es fundamental y universal.

Mira por dónde, Dios también es unidad y pluralidad. Un solo Dios en Tres Personas distintas. Lo fundamental, el Amor.

¿Hay crisis de Dios? ¿O hay crisis del hombre? La crisis es del hombre que ha hipotecado su libertad y su responsabilidad. Que ha cambiado la perla del evangelio por la bisutería del confort o de la inercia.

La solución radica en el encuentro con Dios, que es Vida, que es Amor.