Espíritu Santo Prometido

Autor: Juan Carlos Pisano

 

Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo

Es tremendamente difícil tratar de ahondar en  el misterio de la Santísima Trinidad. Su palabra lo indica: es un misterio, tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Nuestra inteligencia limitada no puede abarcar la magnificencia de un absoluto semejante; sin embargo podemos aprender de esta presencia divina: 

Y Un Dios comunidad. único, pero con la marca de quien quiere señalar una modalidad.

Y Un Dios-familia: Padre creador, misericordioso, justo, paciente, acogedor. Jesús hijo salvador; hermano, compañero, hecho hombre para compartir la reconciliación con la humanidad. Espíritu Santo animador: fuerza y motor del espíritu.

Y Dios trinitario que señala el camino de la liberación.  Un padre que ama al hijo y el espíritu que personaliza ese amor. 

Si la sociedad humana fuera capaz de vivenciar ese espíritu trinitario, los hombres seríamos capaces de generar una mejor convivencia entre todos y encontráramos los caminos de la verdadera liberación que nace de la participación. 

Ser creativos con el Padre.

Ser fraternos con el Hijo.

Ser activos con el Espíritu.

 

Haber descubierto esta dimensión divina no es mérito del hombre sino, simplemente, producto de la revelación. Por eso, cuando el hombre duda, se pregunta y se ubica de cara a los interrogantes vitales que lo conmueven, no puede darse una respuesta "lógica". La razón se quiebra y debe apelar a lo que le ha sido revelado, mostrado.

Y, precisamente, esta revelación nos pide que la contemplemos. El objetivo no es encontrar explicaciones sino, mejor, admirar la grandeza del mismo Dios y saber maravillarse.

No pretendamos lo imposible. Seamos capaces de despojarnos de todo lo que impide un sincero y abierto encuentro con Dios y, como hijos confiados, descansemos con seguridad y certeza en sus manos firmes que nos han dado la vida por amor. 

Y Una mirada de fe sobre la situación actual

Lo primero que salta a la vista, observando al mundo de hoy, es la contradicción existente entre los que tratan de adueñarse del mundo mediante artilugios de poder, de violencia y del uso de los bienes en beneficio propio frente al creciente deseo de participación en todos los campos: un progresivo dominio del hombre sobre la naturaleza; una participación cada vez más activa en la historia; un notable incremento participativo en la vida política y una búsqueda solidaria para encarar la preocupación social con verdadero respeto por la dignidad de la persona.

A pesar de los progresos, existen aún factores que dificultan la participación, impidiendo llegar a un pleno crecimiento humano. La mentalidad secularista, los "nuevos modelos" y el excesivo consumismo, llevan a muchos hombres y mujeres a un sometimiento cruel que los aleja del ideal de la vida que se podría alcanzar.

Se necesita mirar la situación social desde la óptica de la fe. Y, todos jugamos un papel relevante, tanto en lo personal como en lo comunitario.

Tenemos una misión que consiste "en transformar progresivamente al mundo mediante el amor que viene de Dios a través de la fe en Cristo" y el deber de testimoniar delante de toda la comunidad que existe un camino posible de fraternidad inspirada en el Evangelio.

Los creyentes realizaremos esa misión según las propias dotes, los carismas, los ministerios y las situaciones que nos ponen en contacto directo con las realidades temporales.

Esta es la "especificidad" de nuestra misión en relación directa con el mundo. En esta sociedad secularizada, tecnificada y cada vez más compleja, debemos dar testimonio de Cristo en una acción cotidiana impregnada de fe, de esperanza y de verdadero amor por los demás.

Sentirnos responsables del mundo y ser misericordiosos como el Padre; luchar por una sociedad mejor y vivir la vida con coherencia como la vivió Jesús; salir de nosotros para anunciar el Reino y vivir los dones del espíritu con intensidad.

 

Y Animados por el Espíritu

A pesar de la constante reflexión de la Iglesia, comunidad de creyentes y de la madurez que hemos adquirido como Pueblo de Dios peregrino a lo largo de la historia, el Espíritu Santo sigue siendo , para muchos, ese gran desconocido que sólo se recuerda muy de vez en cuando.

Sin embargo, no sólo tenemos que reconocer que su presencia es muy fuerte, sino que nos corresponde darnos cuenta que, justamente el Espíritu Santo es la manera tangible y vivencial. Deberíamos descubrir que, más allá de los símbolos con que lo reconocemos (la imagen de la paloma, el fuego, el viento fuerte) y de sus nombres (el Consolador, el Paráclito, el Abogado...) hay una persona tan real como el Padre y el Hijo, que nos espera para establecer un vínculo de amor íntimo y especial que se hace pleno en la vida de la gracia y de la armonía con Dios.

Revivificar la acción de sus dones es un hermoso camino hacia un compromiso cristiano cada vez mayor y es la forma que tenemos para reconocer y sentir su presencia entre nosotros. Sabiduría, entendimiento, fortaleza, consejo, ciencia, piedad y temor de Dios son un tesoro interior que debemos buscar en nuestra vida porque es como una antorcha que arde sin descanso aunque pocas veces seamos plenamente conscientes de ello.

La acción del Espíritu está presente en los grandes momentos que marcaron nuestro proceso de crecimiento en la fe. Lo recibimos por primera vez en el Bautismo y por ƒl nos integramos a la familia de la Iglesia, con la plenitud de los hijos de Dios y recibiendo el perdón de nuestro pecado original, esa tendencia humana a la comodidad, a la soberbia y al egoísmo.

También lo recibimos en el sacramento de la Confirmación, cuando decidimos por nosotros mismos asumir el compromiso de "ser de Cristo".

Se hace presente en forma especial en cada Rconciliación, cuando el sacerdote, ministro de Jesús que perdona nuestros pecados en Su nombre, nos absuelve.

Y, fundamentalmente, nuestro buen Dios se hace Espíritu de Amor para acompañarnos de cerca cada vez que lo invocamos en cada gesto de solidaridad, en cada palabra dicha a tiempo, en cada silencio paciente y en la oración, momento privilegiado de comunicación y puente entre el hombre y lo trascendente.

El Espíritu Santo está. Es una presencia cercana de Dios para animarnos "desde adentro" y no podemos cerrar los ojos a tan maravillosa realidad. 

Y Abiertos al Espíritu 

Plantearse un acercamiento a la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, es de vital importancia para el hombre de hoy.

No es una reglamentación para cumplir. No es una práctica de piedad que se debe hacer por obligación. No es un precepto encomendado por la Iglesia. Es una actitud vital de encuentro.

El creyente no puede vivir sin este contacto y esa comunicación con Dios. Y el Espíritu Santo (ya lo he dicho en párrafos anteriores) es la presencia actual de Dios entre nosotros. Nuestra fe tiene su centro en Jesucristo, Dios que se hizo hombre para salvarnos y devolver a la humanidad la relación quebrada por el pecado; es el mismo Cristo quien nos prometió el Espíritu Santo y nos regaló su presencia.

Es el Espíritu Santo quien nos lleva a Jesús y Jesús quien nos lleva al Padre.

Dios Padre, en su querer acercarse al hombre envía a su Hijo. Jesús es Dios compartiendo codo a codo con la humanidad. Es la voz, la palabra y el rostro visible del Padre. ƒl mismo lo dice: "Quien me ve a mí, ve al Padre".

Cuando Jesús cumple su etapa en el mundo, envía al Espíritu Santo. Quien percibe, ve, oye y siente al Espíritu, percibe, ve, oye y siente a Jesús. El Espíritu Santo es para el hombre de hoy una presencia tan concreta como lo era Jesús para los apóstoles y discípulos que compartieron su vida.

Nuestro camino para llegar a Jesús es el Espíritu Santo tal como Jesús es camino, verdad y vida para llegar al Padre. Por el Espíritu vamos a Jesús y por Jesús al Padre. El Espíritu Santo es quien nos permite comprender el mensaje del Evangelio. "ƒl les explicará todo lo que yo les he dicho".

La esencia del Espíritu Santo es ser don, regalo, gracia que Dios da al hombre. Es el mismo Dios que se da al hombre en la plenitud de su esencia divina.

Por todo esto, podemos decir que la necesidad de estar abiertos a la acción del Espíritu Santo es algo común a todos los creyentes. No es un estilo o una modalidad de vivir la fe.

No es una inclinación propia de algunos grupos de Iglesia. Es un rasgo común a todos.

Debemos reconocer que en los dos milenios de cristianismo se ha predicado poco acerca de esto, pero es hora de que tomemos conciencia de ese aspecto del mensaje de Jesús.

No es una mirada nueva a la vida de fe sino un reconocer aspectos concretos del mensaje de Cristo que han quedado un poco olvidados o postergados. Es tomar conciencia plena de las palabras que se expresan a lo largo de toda la Biblia que nos muestran la acción del Espíritu de manera cercana y en permanente comunicación con la humanidad. 

Y Los dones del Espíritu 

Ya en el libro de Isaías (capítulo 11, versículos 1 al 3), se nos anuncian los dones del Espíritu de Dios: "Saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor. Y le inspirará en el temor del Señor".

Si se toma la traducción en la cual la palabra "temor" se entiende por "piedad" (para no repetir "temor" dos veces), tenemos los conocidos siete dones que caracterizan la acción del Espíritu Santo sobre las personas. Pero también sabemos que no son los únicos dones puesto que, como ya lo he afirmado, el Espíritu Santo es en esencia don para los hombres.

Meditaremos, a lo largo de estas páginas, y ayudados por la oración, cada uno de estos dones y otros más que nos pueden impulsar a vivir nuestra fe de manera activa y comprometida.

Lo haremos tratando de ahondar en el significado de cada uno de esos dones (hay muchos cristianos que todavía no conocen lo que distingue a uno de otro) y buscando la forma de hacerlos crecer en nuestras actitudes cotidianas.

Los dones del Espíritu Santo nos asisten para que podamos ejercer nuestros talentos y nuestras virtudes. Los dones del Espíritu Santo nos impulsan a hacer vida los consejos evangélicos.

Recordemos la lectura que hace Jesús en el templo y que remata con la frase que lo señala como el Mesías: "Todo esto se cumple hoy en mí".

"El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto que me ha ungido el Señor. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, para consolar a los afligidos; para pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar un año de gracia del Señor"

Is. 61, 1 y ss.

Quiera Dios que sepamos hacer propias estas palabras y que pongamos nuestros dones al servicio de todos los hombres para una mayor gloria de Cristo y para que se siga haciendo realidad el Reino.

 

Y Novena al Espíritu Santo 

¿Qué es una novena?

La novena es un ciclo de oraciones que se hace durante nueve días y que apunta a un encuentro progresivo con Dios reflexionando sobre una misma idea vista desde distintos puntos de vista. Así, una novena de preparación para la Navidad girará en torno al tema de la encarnación, una novena a la virgen María pretenderá acercarnos a los misterios de la Madre de Dios y una novena dedicada a un santo nos pondrá en comunicación con Dios mediante la figura de esa persona que vivió determinadas virtudes ejemplares.

Una novena al Espíritu Santo, como la que tiene usted en sus manos, tiene como objetivo predisponernos a la acción del Espíritu y a prepararnos a recibirlo.

 

Cuándo rezar la Novena al Espíritu Santo? 

Puede rezarse en cualquier momento del año con la intención de crecer en la fe y ponernos en manos de Dios teniendo en cuenta todos los aspectos mencionados en las primeras páginas de este libro.

Un momento especial es el período preparatorio a Pentecostés. Se empieza nueve días antes y culmina con la Vigilia. De todos modos hay que señalar que el rezo de una novena no tiene un carácter mágico sino que es un instrumento para facilitar nuestra comunicación  con Dios, por lo tanto si se interrumpe o si se saltea un día, no hay necesidad de empezar de nuevo o atarse irrestrictamente a las formas.

 

¿Cómo rezar esta Novena?

Y Proponemos rezar esta Novena al Espíritu Santo en forma personal (individualmente y siguiendo el propio ritmo de horarios, tiempos y lugares) o comunitariamente (en familia o en grupo, combinando entre los participantes un lugar y un momento de encuentro cada día).

Y Tanto para una u otra modalidad, el momento de la oración no puede ser una "isla" durante el día sino que debe ser la coronación de una serie de actitudes, gestos e intenciones que deben tenerse presentes desde cada mañana.

Y En el momento de la oración propiamente dicho se buscará un lugar apropiado (habitación o capilla para hacerlo solo, sala de reuniones, lugar de la casa silencioso o también en la capilla, para hacerlo en grupo).

Y En las páginas destinadas a la guía para rezar día por día se sugieren las ideas centrales para reflexionar durante la oración propiamente dicha.

Y Insistimos en que la oración diaria se realice con una lectura pausada, pensada y meditada de cada uno de los textos que se proponen.

Y Conviene contar con la Biblia para releer de allí los textos propuestos y, si el lector no dispone del Catecismo de la Iglesia Católica (C.E.C.) simplemente pasará por alto los textos sugeridos aunque son apropiados para profundizar algunos temas.

 

Primer día 

El don de la alegría 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina nuestro rostro con la sonrisa que surge del alma que es capaz de gozar de las cosas de Dios.

Enséñanos a vivir con alegría y que la esperanza nos empuje para superar los momentos de dolor. Que tu presencia no anime por sobre toda tristeza y que tu amor nos permita dar sentido a cada minuto de nuestra existencia

Para reflexionar:

El don de la alegría no está entre los siete dones de raíz bíblica, pero no se puede negar que el tema de la alegría es inherente al cristiano y que aparece en numerosas ocasiones a lo largo de toda la Palabra de Dios.

Además, está profundamente relacionado con el Espíritu Santo puesto que toda mención a la presencia de Dios está acompañada de expresiones de gozo y plenitud.

Para el cristiano de hoy no es fácil ser alegre si ha aprendido a compadecerse con el sufrimiento de los demás. Son tantos los que sufren hambre, frío, desocupación, falta de vivienda, carencia de atención sanitaria, analfabetismo, violencia y tantos otros pareceres que pareciera descarnado ser alegre.

Si embargo la fe y la esperanza nos hace aceptar el dolor tratando de teñirlo de la alegría y de la confianza en Dios.

No es una resignación conformista ni una evasión de la realidad. Es una convicción plena en un Dios que nunca abandona y que vive en la esperanza de su pueblo.  

A cada invocación respondemos: 

Ven Espíritu Santo y llénanos de gozo 

Y En los momentos de pesar...

Y En el tiempo del dolor...

Y En nuestras alegrías humanas...

Y Frente a los problemas familiares...

Y Para acompañar nuestro trabajo...

 

Leemos en la Biblia:

Evangelio de san Juan 14, 8-21. 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: No. 30 y 163 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestra risa y nuestro llanto. Te ofrecemos nuestro compromiso de vivir en la luz y ver la vida con esperanza.

 

Segundo día 

El don de la sabiduría 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina nuestra mente con la sabiduría que proviene de lo alto.

Enséñanos a mirar la vida, cualquiera sea nuestra edad, con la sabiduría de la madurez. La sabiduría de tu voluntad y que está más allá del saber y del conocer. 

Para reflexionar:

El don de la sabiduría fue ligado, por culpa de las culturas que le daban prioridad a lo intelectual, a la mente y a la razón, a todas las cuestiones relacionadas con el saber y el conocimiento. Y la palabra sabiduría, sin embargo, alude más que al enciclopedismo y a la acumulación de nociones, al profundo y hondo saber con una raíz muy cercana a la noción de "sabor", de gusto por las cosas de Dios y de la vida.

El que es verdaderamente sabio no es porque he conseguido varios títulos universitarios sino porque ha logrado captar el sentido de la vida, la razón de la existencia.

La sabiduría reside en aquellos que, con sencillez saben otorgar el verdadero valor a cada cosa. 

La sabiduría reside en aquellos que no se dejan engañar por superficialidades ni caen en la trampa ni en los engaños que, muchas veces, propone el estilo de vida competitivo y egoísta preponderante en la sociedad de hoy.

Es sabio el que ha vivido sabiendo vivir. El que aprende de la contemplación y de la observación profunda. El que sabe asombrarse y preguntarse aunque no siempre tenga respuestas para todo, porque le basta la respuesta que encuentra en el amor de Dios. 

A cada intención respondemos:

Ven Espíritu Santo y danos la sabiduría

Y Para no caer en tentaciones engañosas...

Y Cuando buscamos la verdad...

Y En los momentos de crisis...

 

Leemos en la Biblia:

Sabiduría 6, 12-21 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: No. 729 

Oración final:

Espíritu Santo, no consagramos a ti. Consagramos nuestra humilde búsqueda de la verdad para alcanzar tu sabiduría que es lo único que da la plenitud de ser. 

 

Tercer día 

El don del entendimiento 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina todo nuestro ser para que tengamos la capacidad del entendimiento que nos permita acceder a las enseñanzas de Jesús sin errores en la interpretación y sin deformar su Palabra de acuerdo con nuestra conveniencia.

Enséñanos a ser permeables al mensaje de Cristo y a ser capaces de aplicarlo en nuestra vida.

Para reflexionar:

El don del entendimiento es el regalo que nos ofrece el Espíritu Santo para comprender las enseñanzas de Jesús.

Se trata de entender las cosas de la vida con la mirada de Dios.  No es el entender de quien explica las cosas porque conoce su funcionamiento exterior o un comportamiento dado. Es el entender profundo de quien es capaz de penetrar hasta el "carozo" de las cosas. Es el conocimiento medular y no superficial.

Los apóstoles comprendían las palabras de Jesús cuando les hablaba en parábolas. Incluso "entendían" el argumento, pero les faltaba el paso de entender a fondo el mensaje.

Por eso Jesús mismo les promete el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos abre las "entendederas" para que logremos captar la más profundo de la Buena Noticia y la voluntad de Dios más allá de las cosas. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y permítenos entender

Y En los momentos de tinieblas...

Y Cuando oramos con la Biblia...

Y Frente a las situaciones difíciles...

Y Ante las dudas de fe...

Y En medio de la debilidad...

 

Leemos en la Biblia:

Evangelio de san Mateo 23, 1-12. 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: No 731 y 732 

Oración final:

Espíritu Santo, no consagramos a ti. Consagramos nuestro deseo de entender en lo profundo la palabra salvadora de Cristo Jesús. Así, una vez entendida en nuestra mente y en nuestro corazón nos decidamos a hacerla vida en obras y en testimonio. 

 

Cuarto día 

El don del consejo 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina nuestra mirada para que tenga la visión  que ennoblece y que anima nuestro diario caminar.

Enséñanos a aconsejarnos y a aconsejar frente a la decisión difícil, ante el problema familiar o delante de la encrucijada moral. Que sepamos elegir y frente a las opciones tengamos lucidez y valentía para ponernos siempre a tu lado. 

Para reflexionar:

El don del consejo se basa en la sabiduría y en el entendimiento. Se puede afirmar que el don del consejo es la sabiduría práctica. Encontrar la palabra adecuada para tomar la decisión justa en el momento oportuno.

Saber darse consejo a sí mismo es ubicarse ante las cosas con equilibrio y sopesar las posibilidades de elegir teniendo en cuenta los criterios que se aprenden en el encuentro con Jesús. Saber dar consejo a los demás es ejercer la delicada tarea de entrar cautelosamente en el santuario del otro, con plena conciencia de que "es un otro" con su historia, su personalidad, su particular situación de fe, sus angustias, sus miedos, sus frustraciones y todo un ser distinto.

El Espíritu Santo nos anima en el consejo y nos permite evaluar la vida con una mirada más honda y profunda. En tiempos en los que se aconseja teniendo en cuenta la conveniencia económica, el éxito social o el poder, un buen consejo con raíces en el Evangelio es un tesoro incomparable. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y danos tu luz

Y En las situaciones de oscuridad...

Y Cuando la vida nos confunde...

Y Frente a los temas conflictivos...

Y Ante el temor a equivocarnos...

Y En medio de la duda...

 

Leemos en la Biblia:

Carta de san Pablo a los Efesios 1, 11-14 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: No 737 y 740

 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestra palabra para que siempre esté la servicio del consejo que es fruto de tus dones y consagramos nuestro oído para que esté siempre atento a los consejos nacidos de tu amor.

 

 Quinto día 

El don de la fortaleza 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina nuestra voluntad para que siempre sepamos querer el bien y pongamos todo lo que está de nuestra parte para alcanzarlo.

Enséñanos a ser constantes en el esfuerzo que necesitamos para conseguir las cosas que deseamos y para vivir los valores que proclamamos. Danos tu fuerza para vivir el compromiso con los ideales del Evangelio y ser capaces de dar la vida por los demás. 

Para reflexionar:

El don de la fortaleza nos da la gracia necesaria para poder llevar adelante lo que hemos entendido y a perseverar en una opción de vida cuando hemos elegido "jugarnos" por el Evangelio.

Debemos ser fuertes en la fe y perseverantes en el amor. No es fácil enfrentar a quienes reniegan de los valores cristianos. Hay que ser fuerte para soportar la incomprensión de quienes descalifican las bienaventuranzas, critican los consejos evangélicos o suponen que Cristo fracasó.

Hace falta fortaleza para "remar contra la corriente" en un mundo que sostiene una forma de vida que propaga la injusticia, que se regodea con la corrupción y que premia a los aprovechadores.

El don de la fortaleza es el poder de Dios que se manifiesta en nosotros cuando lo dejamos actuar; es el apoyo del Padre que con su mano extendida sostiene nuestra debilidad. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y danos tu fuerza

Y En los momentos de depresión...

Y Cuando la vida nos golpea duro...

Y Ante la infidelidad de un amigo...

Y Frente a la desilusión...

 

Leemos en la Biblia:

Carta de san Pablo a los Hebreos 11, 32-38 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: Nos. 2671 y 2672 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestra debilidad para que la llenes de tu amor. Sabemos que nunca nos dejas solos y queremos recordarlo siempre. 

 

Sexto día

El don de ciencia 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, enséñanos, mediante el don de ciencia, a juzgar rectamente las cosas creadas.

Permítenos cumplir con el mandato del Padre de ser los reyes de la creación comprendiendo la naturaleza y descubriendo en ella a Dios creador. Danos luz para integrar fe y vida y ciencia y fe. 

Para reflexionar:

El don de ciencia nos acerca a ese juzgar rectamente sobre la cración. Asimismo, san Pablo dice que en Jesús están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.

Hablar de ciencia es algo muy distinto de lo que significa la sabiduría y el entendimiento. Con el don de ciencia podemos penetrar en los recónditos parajes de la comprensión de las leyes de la naturaleza y de la estructura del universo contemplando la belleza de la perfección que dio vida a esa misma naturaleza y que creó el orden inalterable que rige a dicho universo.

Por el don de ciencia los hombres podemos ensamblar el misterioso rompecabezas de la creación que no tiene fisura alguna y que presenta una figura compacta digna de haber sido creada por Dios. No importa que no lleve miles de años y la ciencia haya avanzado lentamente a lo largo de la historia. La ciencia que conduce a la verdad, inevitablemente conduce a Dios. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y danos el don de ciencia

Y Para dar solidez a nuestra fe...

Y Para acompañar nuestro trabajo y estudio...

Y Ante la incertidumbre...

 

Leemos en la Biblia:

nesis 1, 26-28 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: Nos 1831 y 1845 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestra búsqueda de la verdad para que la ilumines con el don de ciencia que nos permita admirar la magnitud de la obra del Padre. 

 

Séptimo día 

El don de piedad

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, danos el sentimiento filial y confiado del buen hijo hacia su padre que se alimenta con el pan de piedad.

Enséñanos a vivir como verdaderos hijos y darnos cuenta de que no somos ni súbditos ni esclavos sino que tenemos en Dios un Padre que nos ama  y que nos cuida como mejor lo necesitamos. 

Para reflexionar:

El don de piedad hace referencia a ese sentimiento profundo que nos permite sentirnos, y ser en verdad, hijos de Dios.

Por este mismo don podemos dar el paso a sentirnos hermanos de todos. Podría decirse que es el don que nos hace familia de Dios. Un don que se extiende y multiplica en el amor de la amistad y que va aún más lejos: el amor a todas las personas reconociendo su valor y su dignidad.

Es piadoso el que ama y el que educa su amor hacia todos. Aunque el mundo de hoy no valore este rasgo de piedad y desprecie al piadoso al punto de utilizar ese adjetivo como una suerte de apelación despectiva, experimentar la piedad no significa ser un mojigato sin carácter con una docilidad sumisa que lo acepta todo resignadamente. La piedad es activa y dinámica, es el amor que quema desde adentro y lleva al encuentro con los demás. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y alimenta nuestro amor 

Y Junto a nuestros familiares, amigos y compañeros...

Y En las dificultades de relación con los demás...

Y Ante los enemigos...

Y En medio de los problemas de comunicación...

 

Leemos en la Biblia:

Evangelio de san Mateo 6, 9-14 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: Nos. 2777 a 2793 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestro amor filial para que, llenos de tu amor, aprendamos a comportarnos como verdaderos hijos. Que ese amor filial nos conmueva desde lo más profundo y nos comprometa a vivir como hermanos de todos los hombres. 

 

Octavo día 

El don del temor de Dios 

Oración inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, ilumina nuestros sentimientos para que seamos capaces de estar siempre dispuestos a cuidar ese tesoro tan grande que es el amor de Dios que habita en nosotros.

Enséñanos a vivir con la claridad de discernimiento necesaria como para que nos demos cuenta de que es más importante vivir siguiendo los pasos de Jesús que conseguir el éxito humano que es frágil, efímero y pasajero. 

Para reflexionar:

El don del temor de Dios ha sido confundido con la idea de que hay que tener temor a Dios. Sin embargo el temor de Dios es otra cosa. No es miedo a Dios sino deseo de no perder al Dios que hemos conocido.

Como la persona que traslada un artículo fino, delicado y quebradizo teme por él, por su integridad, el hombre prudente teme perder a Dios.

No significa miedo a Dios sino cuidado por permanecer junto a él, por no perderlo, porque no se "rompa".

Deseamos conservar a Dios con nosotros y por eso tenemos "temor de él". Temor de que los avatares de vida resquebrajen la relación, que las distracciones del mundo no nos dejen poner los ojos en nadie más que en él.

 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y danos el verdadero temor de Dios 

Y Para peregrinar por la vida sin problemas...

Y Para poner nuestra confianza en la Palabra de Dios...

Y Para que sepamos defender nuestra fe...

Y Ante las contrariedades...

 

Leemos en la Biblia:

Evangelio de san Mateo 7, 24-27 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: No. 2217 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a ti. Consagramos nuestras preocupaciones por mantenernos fieles a tu Palabra y cerca de ti a pesar de las dificultades y de las tentaciones que pretenden apartarnos de tu camino.

 

 Noveno día 

El don de la vida comunitaria 

Oración Inicial:

Espíritu Santo que vives en los corazones de tus fieles, dale fuerza a nuestras manos para que se estrechen solidarias en el gesto fraternal que construye la comunidad.

Enséñanos a vivir con generosidad buscando antes el bien de los demás que la propia satisfacción. Que tu presencia nos anime a compartir por sobre toda desunión y que sepamos ser abiertos y tolerantes para comprender y aceptar a los demás. 

Para reflexionar:

El don de la vida comunitaria tampoco es uno de los siete dones tradicionales del Espíritu Santo. Tal como lo dijimos del don de la alegría con el que comenzamos estas reflexiones, bien podemos suponer que el Espíritu Santo nos anima a vivir en comunidad.

El cristiano es esencialmente comunitario pero para vivir comunitariamente debemos superar las barreras del egoísmo, del individualismo y de la búsqueda de sí.

Vivir en comunidad exige apertura, deseos de comunicación, tolerancia, comprensión, ponerse en el lugar del otro,  salir de uno mismo y mucha generosidad.

Nada de eso se logra auténticamente por un mero voluntarismo. La apertura real hacia el otro es fruto del amor genuino y desinteresado, ese rasgo que nos muestra que, evidentemente, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. 

A cada invocación respondemos:

Ven Espíritu Santo y anima nuestras comunidades 

Y Para que seamos como los primeros cristianos...

Y Para que busquemos primero el bien de los demás...

Y Para que seamos familias cristianas...

Y Para que aprendamos a compartir auténticamente...

 

Leemos en la Biblia:

Hechos de los Apóstoles 2, 42-47 

Leemos en el Catecismo de la Iglesia: Nos. 1878 a 1885 

Oración final:

Espíritu Santo, nos consagramos a tí. Consagramos nuestras comunidades para que sean revivificadas por tus dones y testimonio del Reino que anunciamos.