Domingo III de Adviento, Ciclo A

¡Domingo de la alegría!

Autor: Padre José Rodrigo López Cepeda 

 

 

Así lo hemos llamado siempre, por la cercanía de la Navidad y por que en los otros ciclos de la Liturgia, leemos la invitación de San Pablo: "Estad siempre alegres en el Señor" También en nuestros días, a pesar del panorama sombrío de guerras, de hambre y desmoralización del ambiente, tenemos que proclamar la alegría: "El Señor esta cerca" Leemos en Isaías una palabra dirigida a nosotros: "Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite Viene en persona, os resarcirá y os salvara" Rezamos en la Oración de este día "...Concede nos llegar a la Navidad, tiempo de gozo y salvación y poder celebrarla con alegría desbordante"

"¿Eres tú el que ha de venir...?"

Juan esta en la cárcel. Le llegan sorprendentes noticias de Jesús. No es un profeta al viejo estilo. No amenaza con la ira venidera. No es de lo que ponen el hacha en la raíz del árbol. Ni siquiera apaga el pabilo vacilante, ni rompe la caña cascada. Tal vez a Juan le asalta la duda: ¿Si es el Mesías por que no libra del mal de la cárcel? 

Tal vez, como muchos interpretes creen, Juan conocía muy bien la personalidad de Jesús y solo quería que se identificara ante sus discípulos. Y por eso les envía a que le pregunten:

"Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro"

Jesús no contesta ni sí, ni no. Apela al testimonio escrito, que hoy relata Isaías: "Se despegaran los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, saltara como un ciervo el cojo..." y aquella otra página de Is. 61 

"Me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres..."

Jesús les dice: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo..."

Y les cuenta de las curaciones que realiza, el mensaje esperanzado que escuchan los pobres. Y les dice, también: "Dichosos los que no se sientan defraudados por mí" Algunos se podían escandalizar, porque esperaban a otro Salvador pero Él era el siervo paciente, que anuncia la salvación a precio de muerte.

Y a la gente que está con Él y que sabe que Juan está encarcelado. Jesús les hace el panegírico del Precursor. No es caña, que se cimbrea con el viento. Ni cortesano, que vive entre lujos. Es un Profeta y más que Profeta. Es el heraldo de Jesús, el mayor de los nacidos de mujer.

"Iglesia, buena samaritana"

La Iglesia, que no tiene otro espejo para mirarse que el de Jesús, siente con fuerza su vocación de samaritana buena. Así le llamaron a Jesús los Padres de la Iglesia. No dio un rodeo para no encontrarse con el mal, como los protagonistas de la Parábola. Fue de frente e hizo de la entrega a los otros la ley de su vida. Murió por todos los hombres. Y cuando nos tiene que trazar un programa a sus seguidores nos alerta: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado. En eso conocerán que sois mis discípulos"

La Iglesia no sólo es maestra de la caridad con todos. Ella misma como comunidad salvadora tiene que ser Sacramento del amor y tiene que servir a los hermanos. La misma Iglesia que predica y bautiza, ama. Y en toda la Iglesia y en cada Comunidad, Cáritas tiene que ser el corazón caritativo. Anima a la caridad de los fieles, educa para la justicia social y el servicio fraterno, sale al paso de necesidades concretas. 

En vísperas de la Navidad

Esta fiesta del amor de Dios siempre despierta generosidad entre los creyentes y gentes de buen corazón. El que nace por amor, nos llama al amor. Personalmente haremos todo el bien que podamos. Hay mucha gente que depende de nosotros. Hacer felices a los demás es el ideal cristiano de la vida. Pero no podemos olvidar nuestro compromiso eclesial para con los que nada o poco tienen. (en España este domingo es la colecta de Cáritas) 

Queridos Hermanos de la lista. La Virgen está a las puertas de Belén. Pide cariño para su Hijo Jesús. En Él están representados todos los que no tienen techo o que aun teniendolo, su corazón esta frío por falta del calor de nuestra amor. Que nuestra tarea de esta semana de adviento sea donarnos sin pedir nada a cambio y podamos abrir las puertas de nuestros corazones y de nuestros hogares al que llamando a la puerta espera le abramos.

Con mis pobres oraciones.