Domingo XVII del Tiempo Ordinario, Ciclo C
“Adoremos a Dios en su santo templo. Él nos hace habitar juntos en su casa. Él es la fuerza y el poder de su pueblo”

Autor: Padre José Rodrigo Cepeda

 

 

1ª lectura: Génesis 18, 20-32

Salmo: 137

2ª lectura: San Pablo a los Colosenses 2, 12-14

Evangelio: Según san Lucas 11, 1-13



“Señor enséñanos a Orar…”


Es la petición que hoy escuchamos, salida de la boca de uno de sus discípulos. Y la respuesta es tal que llena la vida de la humanidad que, recibió en el Padre Nuestro, no solo la perfecta oración, si no y ante todo la transparencia que del Hijo ella nos muestra. Es sin lugar a dudas su actitud y su propia forma de orar lo que mas seduce a los que le siguen, de donde brota todas las maravillas que le vemos hacer, se podrían preguntar atónitos sus seguidores; Pues de la intimidad de relación que entre Él y su Padre tienen, y quiso compartirnos el secreto, solo basta hacer la voluntad del Padre.



Jesús Orante


“Una vez que estaba Jesús orando…” El Evangelio, repetidas veces nos habla de cómo Jesús oraba. Solo y acompañado. En la Sinagoga y en la montaña. Cuando estaba contento, daba gracias y cuando asomaba la cruz pedía fuerzas. Hizo oración de petición, de gratitud, de alabanza. Pidió al Padre por Él, por los Apóstoles, por nosotros los creyentes, por sus enemigos, por todos. Si leemos a San Lucas, constantemente nos encontraremos con citas, que nos hablan de su oración. Incluso se nos cuenta sus actitudes externas. Rezaba con los ojos levantados al cielo, de rodillas, postrado en tierra, a gritos, desde la soledad de la cruz.



Lección para nosotros.


Tenemos que ser hombres y mujeres de oración, de trabajo, como ya lo reflexionábamos la semana pasada con la Marta y Maria. Contemplativos en la acción. Pero urgidos ante la necesidad de hacer un alto en la labor cotidiana y poder unirnos al Padre desde la oración, si lo intentáramos de veras, si dedicáramos unos minutos diarios a llenarnos de Dios, muy diferente fueran las cosas, no solo para nuestra realidad personal, sino para la armonía de todos en Dios.



Jesús, Maestro de oración.


“Uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseño a sus discípulos” Tan acostumbrados estaban a verlo en oración, arrancándose de ellos para estar solo, incluso rezando toda la noche, que les pareció normal esta petición. Y hoy hace de maestro de oración. ¿Quién mejor que Él?

- Nos enseña el Padre Nuestro. Que es la Oración de las Oraciones. Es su propia oración-vida compartida con los suyos. En esta oración se encuentra todo el espíritu del Hijo obediente. Ante todo se dirige a Dios como Padre, quiere glorificarlo, que se haga posible su Reino, que nos falte ni pan, ni el espíritu del perdón. Y que nos de las fuerzas suficientes para vencer el mal. ¿le falta algo? En absoluto, si quisiera desmenuzar palabra por palabra del Padre Nuestro, nos llevaría la vida en ello, por que ante todo es una oración vivida y vivificante.

- Quiere que pidamos con confianza y perseverancia. Y aunque no siempre nos da lo que le pedimos. (Por que así conviene a nuestra santificación) Si nos da siempre en cambio a su Espíritu Santo. Siempre será verdad, que la mejor oración, no es aquella en la que conseguimos lo que pedimos, sino la que nos dispone a aceptar su voluntad. A amar su voluntad.



¿Qué es Orar?


Todos los cristianos tenemos que ser Maestros de Oración. Las Madres de familia, las catequistas, los Sacerdotes (mas que nadie, por que brotamos de la intimidad con Dios) estamos llamados a ser puentes de gracia para los hombres desde la Oración.

Hoy se multiplican los Grupos de Oración, ha mejorado muchos las celebraciones litúrgicas por que cuando nos acercamos a ellas, lo hacemos ya con el corazón preparado, dispuesto, hambriento de Dios.

Y Orar no es decir oraciones de memoria, sino entrar en relación intima con Dios. Para orar hace falta creer en un Dios personal que me conoce y me ama. Por eso el acércanos a Él no solo nos tiene que devolver la confianza, sino la seguridad de que todo lo que realicemos será en su nombre y con su sello. El Amor.


Orar es escuchar a Dios, como Samuel: ¡Habla Señor, que tu siervo escucha¡

Orar es estar dispuesto a todo. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad¡

Orar es caer en la cuenta de que Dios, me llama por mi nombre y aun a pesar de mis limitaciones y de mis faltas me envía. “¡ID y proclamad el Evangelio¡”

Orar es abrirse al perdón de Dios. Así empieza la Misa. Ese es el fruto de la Penitencia Sacramental.

Orar es desear a Dios. Que me llene. “Mi alma esta sedienta de ti, como tierra sedienta, reseca sin agua”

Orar es descubrir a Dios en la naturaleza al estilo de Francisco de Asís. “Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos…”

Orar es encontrar a Dios en el Hombre mi hermano. “El que algo hiciera al mas pequeño a mi me lo hace”

Orar es descubrir la huella de Dios en la vida. Don de ciencia. “Te doy gracias Padre por que esto se lo has descubierto a los pequeños”

Orar es hacer silencio ante Dios. En casa, en la penumbra del Templo, en el campo. “Que bien se esta aquí…hagamos tres chozas”

Orar es preguntarme. “Señor ¿Quién eres? ¿Qué quieres que yo haga?”

Orar es bendecir, aplaudir, agradecer, cantar, bailar al modo de los hermanos de la renovación carismática, agradeciendo las maravillas del Creador. “Como el Rey David…”

Orar es respirar el aire de Dios, que me envuelve en un Pentecostés que no termina que esta tan vivo v presente en su Iglesia como el primer día que se poso en fuego llameante sobre las cabezas de los Apóstoles y de María la madre oferente.

Orar es decir llenos de Esperanza. ¡Creo en la Iglesia¡

Orar es vivir con la alegría de la Iglesia el gozo del Evangelio y sobre todo el supremos gozo de la Eucaristía ¡Dios con nosotros¡

Orar es decir como María: “No tienen vino” O estar como ella al pie de la cruz de los hombres, en el lecho de un enfermo o ante la propia vivencia de una enfermedad.

Orar es la certeza de saberse amado y que la respuesta a todas nuestras interrogantes la tiene el Espíritu Santo solo basta CREER, ESPERAR, AMAR. Pero así con mayúsculas.



La ultima palabra.


Orar es amar. Por que el dialogo de los que se aman es justo la fuente de donde brota todo su amor. En estos días después de celebrar al Apóstol Santiago patrón de España y patrono de nuestra ciudad. Saltillo vive de nuevo como cada año el gozo renovado de acercarnos al Santo Cristo en nuestra casa grande, la casa de todos la Catedral. Que este tiempo sea propicio para vivir este encuentro no solo como la tradición centenaria de nuestros mayores, sino como la imperante necesidad de ser Iglesia, de ser familia, en el abrazo fraterno de hermano que el Señor de la capilla nos ofrece desde su Cruz. Cada año desde mi ordenación sacerdotal he tratado de hacer presencia, en estas fiestas, pero este año, me encuentro viviendo una experiencia de mes de oración en Jesús Maria S.L.P. y claro al principio me dolió el saber que no podría estar celebrando en este novenario, Pero luego he caído en la cuenta que la mejor manera de hacer presencia es con la Oración que no conoces distancias, que se hace efectiva, desde que nace en el corazón. Así que desde aquí me uno a todos los saltillenses que se encaminan con el fresco de la mañana a ser abrazados por el buen Jesús que siempre nos esta esperando, cantemos llenos de alegría: “Tu reino es vida. Tu reino es verdad. Tu reino es justicia. Tu reino es Paz. Tu reino es gracia, Tu reino es paz. Venga a nosotros tu reino Señor”



Con mis pobres oraciones necesitado de las vuestras