Eucaristía

Un templo en Navidad

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

Hace unos días, en una tarde fría de otoño pero con sol, paseaba con el rosario en la mano, intentando concentrarme en el rezo, por la carretera que conducía a un pueblo pequeño. Me encuentro en con una iglesia sobria, pero bien preparada por fuera, y encima de la portada un cartel que dice así: "Mi casa es casa de oración". Pero... estaba cerrada a cal y canto con doble verja. Tan solo se abrirá probablemente los domingos, durante media hora, para que los fieles puedan cumplir.

Me resultó doblemente dramático este templo, porque estaba dedicado a la Natividad del Señor: ¡Aquél que encontró en el día de su nacimiento todas las puertas cerradas, ahora ve cancelar también hasta los atrios de las iglesias, aunque estén dedicadas, de forma casi irónica, a la Natividad de Jesús. ¿Dónde está la sensibilidad de tus ministros, Señor? Junto a la iglesita sencilla, pero con arte, se leía una inscripción alusiva a los pequeños méritos de aquel lugar. Agarrado a los hierros que impedían la entrada, visité con el deseo al Dueño del Sagrario. Por aquí iba mi oración:

Señor, Señor, que te quedas con nosotros noche y día hasta la consumación de los siglos: ¿Dónde están tus sacerdotes? ¡Si al menos una vez a la semana permanecieran, como dice la Biblia, llorando "entre el vestíbulo y el altar"!... "Dios de amor, blanco Pan, te adoramos con fe. Para siempre serás nuestro Dios, nuestro Rey". Tú eres el pan de vida, pero nos morimos de hambre, porque no nos acercamos a Ti, con la preparación debida; y la gran mayoría, de ninguna manera. Y estás en los templos rurales igual que en las grandes basílicas. Eres el mismo que caminaba por Palestina, y atraía a las multitudes; pero nos olvidamos de Ti.

¡Atráenos en esta Navidad a tu amor! Haznos conscientes de que "quien te come, vivirá eternamente"; aumente nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor!