Eucaristía

Aquellas Marías de los sagrarios

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

En las primeras décadas de nuestro siglo hubo un obispo, próximo hoy a subir a los altares, pregonero de la compañía y adoración a Jesús en los sagrarios abandonados. Se trata de Don Manuel González. El consiguió abrir iglesias eternamente cerradas al culto eucarístico. ¡Y qué frutos de santidad se cosecharon en toda la geografía de España!

Más de setecientas mil "Marías de los sagrarios" permanecían horas enteras durante el día arrodilladas junto al tabernáculo de nuestros templos, adorando a Jesús, pidiéndole por la conversión de nuestro pueblo español. El apostolado de entonces resultó fecundo, las obras de caridad sin número. Se encontraba la acción pastoral cimentada en la profundidad del Sacramento del Amor. Basta echar una mirada a la primera mitad del siglo XX: misiones, acción social, culto ferviente, catequesis ubérrima, iglesias repletas de fieles...

"No podemos caminar con hambre bajo el sol, dadnos siempre el mismo pan: tu cuerpo y sangre, Señor," cantamos hoy. Pero ¿lo decimos de memoria? Porque a la hora de la verdad, muchos no demuestran creerlo.

En tus manos y en las mías está propagar el amor a Jesús, hecho alimento de nuestras almas.

Hemos de comenzar por tomar conciencia de la realidad más halagüeña y sorprendente: el mismo Jesús, Dios y hombre verdadero, está con nosotros hasta el fin del mundo. Nos ha dado a los hombres el tesoro de su compañía.

Me emociona la Eucaristía. Es la fidelidad de Cristo a la promesa de la salvación. El conocía nuestra total indigencia, y se entrega a nosotros para ser nuestro compañero de camino en la marcha hacia el Padre. Es la salvación de los hombres que buscamos a Dios a tientas, y lo encontramos en la fe de nuestros sagrarios. A nosotros toca corresponder como lo hizo Don Manuel González y tantos hombres y mujeres que nos han precedido en anteriores décadas.